Esta tarde Esteban Beltrán ha presentado en la Biblioteca Pública del Estado su nuevo poemario “Agosto 2045. Un libro de varios caminos donde el lector puede adentrarse en el juego, jugar dentro, o extenderse en el fino halo de la memoria.
En este acto han participado las autoras manchegas Elisabeth Porrero y Belén Romero, y ha estado acompañado José Caro, delegado de la Junta de Comunidades en Educación, Cultura y Deportes, entre un amplio grupo de asistentes.
La presentación no ha sido una “ponencia” o presentación al uso. El autor ha querido proponer una conversación entre las autoras y Beltrán, en la que se desgranaran los temas de su publicación, engranado en un discurso experiencial y anecdótico que nos fuera desvelando los temas de los que el libro nos habla. Además hemos podido escuchar en boca de las escritoras, diversos poemas como «La Derrota», texto que cierra el libro.

Agosto 2045 y la muerte en los recuerdos
Agosto 2045, en palabras de Beltrán, “es un poemario, pero también tiene prosa, ensayo, tiene una parte de diario y tiene juego que implica mucho al lector”.
Nos contaba el autor que la lectora o lector puede encontrar en este libro “una reflexión sobre la memoria, la muerte en los recuerdos, datos de mi familia y también va a poder encontrar juegos”. “Hay páginas en blanco – “no muchas”, apostillaba entre risas – en donde el lector, espero que cuente sus memorias episódicas y diga ‘me voy al especialista’”.
Este juego con el lector o lectora, lo justificaba con una frase hermosa, a la par que cierta: “lo que uno recuerda siempre tiene un halo de grandeza, pero, en realidad lo que uno más recuerda son cuestiones prácticamente insignificantes en su vida”.

También nos contaba, que parte de ese juego es, que la persona que está leyendo, puede seguir completamente el itinerario que le sugiere en el libro, pero también puede ir saltando y jugando con la nota a pie de página y comentarios que el autor incluye en el mismo, a modo de “una rayuela lírica”, como comentaba Beltrán.
En el libro “el lector puede encontrar mucho amor, mucha reflexión, mucha emoción, mucha ironía y un formato que implica al lector un juego”.
También nos ha hablado de la interactividad que encontramos en el libro al respecto del tema de la muerte y la memoria en la muerte, con un ejemplo en el que él reflexiona sobre cómo será su velatorio y adjunta una playlist a la que se accede a través de QR y que acompaña al lector a través de este hecho.
«Agosto 2045» fue escrito rápidamente empezando, como no puede ser de otra forma, en agosto de 2020, pero ha tardado 3 años en ser corregido. Esteban Beltrán, que se denomina así mismo como un maniático de la corrección o un “jardinero minimalista” de la misma, nos contaba: “Se publican el año 80.000 libros en España. Entonces, para mí, lo importante es que el libro aporte algo, no solo en contenidos, sino también en formato. Un mínimo que permita que contribuya, modestamente, a hacer algo nuevo”.
Esteban Beltrán y la memoria en la muerte
La idea de este libro le surge a Esteban Beltrán de una forma experiencial, a raíz de distintos hechos personales y no tan personales que le introducen en un discurso de reflexión sobre la memoria en la muerte.
Uno de los primeros hechos es enterarse de la muerte de Amanda, una logopeda argentina que falleció en la cocina de su vivienda en Madrid, y que, debido a la humedad, quedo en un estado «de momificación» durante 5 años, hasta que descubrieron su cadáver. Pero lo importante de este hecho para Beltrán no es la muerte en sí, sino la forma en que sucede todo alrededor de la misma, y es que “es una persona con una cantidad de clientes muy amplia, con gran conexión, y sin embargo muere, y queda cinco años sin que nadie repare que ha muerto”.

A partir de este hecho, vienen una serie de circunstancias tanto personales como nacionales que acrecentaron la reflexión del autor en cuanto a este tema se refiere. La pandemia y el temor a la muerte que produjo no solo en Beltrán, que es grupo de riesgo, sino en gran parte de la población. Además, atravesó en un corto lapsus de tiempo el fallecimiento de su madre y, posteriormente, de su perro, después de convivir con él 19 años.
Todo esto encamina a Esteban “a una reflexión sobre lo que significa morirse, lo que significa el deseo vivir, lo que significa que lo recuerden a uno”.
Al mismo tiempo que encuentra a través de un diario de los hechos del fallecimiento de Amanda, sucede la muerte de un laureado escritor al que Beltrán conoció en Argentina, al cual no ha querido nombrar aunque es parte del libro, qué fallece 3 meses después de conocerle, también en agosto, y a cuya despedida apenas acuden cuatro o cinco personas de su tierra.
El autor realiza una reflexión sobre Amanda, sobre la cual dice que “es una vida tan normal y tan plena, o tan siquiera como cualquiera. Pero lo que realmente vuelve inmortal a Amanda es su forma de morir». Y en el caso del laureado escritor, es un hombre famoso, premiado y reconocido, que será inmortal por su obra, pero en la muerte se encuentra solo.
«Son diferentes tipos de inmortalidad, uno muere después de una vida plena pero anónima y nadie la recuerda, y otro también muere, nadie le recuerda, y nadie la acompaña en esos momentos a pesar de tener una vida llena de lectores», reflexionaba.

Estos hechos son los que el autor relaciona con agosto, porque de una forma no sabe si objetiva o subjetiva, mantiene que en agosto le han ocurrido cosas extraordinarias en su vida, tanto negativas como positivas. Entonces, el relaciona estos hechos de agosto con la esperanza de morir en dicho mes. Beltrán argumenta que cree que es la muerte más ordinaria y extraordinaria. “¡Qué acontecimiento más a la vez ordinario y extraordinario es morirse es agosto!”, exclamaba.
A esto le suma, de forma entre profética y predictiva, que su muerte será en 2045, haciendo una reflexión en su parte de ensayo de lo que puede ser el mundo del 2045.
Nos encontramos, entonces, el poemario de un “jardinero minimalista” de la corrección, cuyo mayor acto de libertad es que «el origen está en el final», en el que nos hace reflexionar o jugar sobre “la muerte en los recuerdos”, cargado de “mucho amor, mucha reflexión, mucha emoción y mucha ironía», invitando a “una reflexión sobre lo que significa morirse, lo que significa el deseo vivir, lo que significa que lo recuerden a uno”.