Si la historia de Lanza tuviese que resumirse en unas cuantas figuras, posiblemente la de Atanasio Herrera ´Tana´, fuese una de las que debería aparecer en esa biografía del medio sin ningún género de dudas.
Tana es un tipo discreto, omnipresente, siempre pendiente de los pequeños detalles que hacen de Lanza un lugar mejor. Al sonar el timbre es fácil que sea él quien te reciba, te haga las preguntas básicas de pertenencia y, a partir de ahí, se deje conocer, porque aunque siempre está concentrado en su tarea, le gusta que le saquen conversación, ya sea de deporte o de los recuerdos de una redacción que como todo, ha ido cambiando.
“Yo empecé siendo un crío y si te digo la verdad, no me he dado cuenta de que han pasado cuarenta años porque he sido muy feliz haciendo lo que hago”, confiesa casi emocionado.
Tana es del Madrid, de Rafa Nadal, de José Luis Perales y de Araceli, porque ella, su novia, es una de las grandes conquistas que no tardará en contarte, porque encontrarla fue como para España el gol de Iniesta en el 116, algo que soñábamos pero que nunca acaba de llegar. Su historia con Araceli fue lo segundo que conocí de él; lo primero, fue lo obvio, que era el encargado del mantenimiento en Lanza. Silencioso, se acercó, preguntó si lo conocía y se presentó como uno de los atletas más veteranos de la provincia de Ciudad Real al que sólo ha conseguido frenar la covid.
Después sacó su teléfono, preguntó si había visto el programa 800 de “En Compañía” de Ramón García en Castilla-La Mancha Media en el que fue protagonista y fue la primera vez que vi cómo le cambiaba el rostro, poniendo esa sonrisa de niño con zapatos nuevos, cogiendo carrerilla para relatarme aquel día en la tele. Sólo había tenido una novia a sus 58 años, aquello duró quince años, después hubo soledad y trabajo. Gracias al programa tuvo cinco llamadas, contactó con todas las mujeres que había tras esos números de teléfono y entre todas, acabó congeniando con Araceli, con la que desde entonces comparte su vida y sus sueños de futuro.
“Para mí siempre ha habido tres prioridades: mi familia, el deporte y mi trabajo” y en esas tres cosas se ha volcado, para ir consumiendo capítulos que siempre ha afrontado con una sonrisa en la cara.
Tras una vida dedicada al `curro´ y a los demás, Tana ha encontrado otro motivo para seguir manteniéndose joven y ha sido gracias al amor, en el que a pesar de los años galopando en su suma nunca le hicieron desistir de que podía volver a llegar.
En este sentido, explica, “para mí el trabajo ha sido muy importante. Desde que salí de la escuela, trabajar en Lanza fue una oportunidad que he ido aprovechando. Llegué gracias a mi madre y aquí llevo cuarenta años. Indudablemente, el periódico es parte de mi familia y de mi vida”.
Por aquí ha visto desfilar a un sinfín de personas, de protagonsitas, de recados y a todos los ha atendido con la misma diligencia. “Cuando empecé el trato era diferente. Se hacían notar las diferencia entre los titulados y los que no los teníamos. Aquello se veía con normalidad. Hoy el trato es mucho más cercano y es evidente que eso, es una de las cosas que más ha cambiado desde que llegué”.
A los 16 años empezó su trayectoria en Lanza
A los 16 arrancó a trabajar en el Diario Lanza asumiendo los recados que lo hacían recorrer la ciudad sobre una bicicleta para entregar cartas, para recoger fotografías que debían incluirse en la edición del día siguiente o recogiendo los teletipos que viajaban en tren o en autobús y que siempre lo esperaban como ese intermediario entre la redacción y el mundo. Sin su figura, muchas de las noticias no lo hubiesen sido, la historia hubiese cambiado y posiblemente, ochenta años después, Lanza tendría muchos menos valor del que tiene como soporte histórico de la provincia.
Ahora, como veterano del medio, conoce todas las historias, todas las anécdotas y guarda silencio, porque es un tipo en el que se puede confiar porque es imposible sonsacarle nada, por mucho que sonría cuando se le pregunta sobre ciertos temas. Sonríe, conocedor de todo, pero coge la mopa y emprende de nuevo su camino.
“Yo sé casi todo lo que ha pasado y para mí llevo muchas historias que no se pueden contar”, se muestra tajante, porque Tana es una tumba cuando por medio surge algún tema que pueda molestar.
Su vida aquí ha transcurrido desde la calle, a la imprenta, pasando por todos los departamentos; en todos ha sido importante y en todos se ha granjeado el cariño de sus compañeros. “He tenido la suerte de trabajar en todas las partes del periódico, excepto en la redacción, en todas me he sentido muy valorado y por eso, el tiempo ha pasado tan rápido”.
También ha habido días difíciles, momentos que digerir en silencio. “Hay días que tengo muy marcados como el golpe de Estado, donde la puerta quedó cerrada y custodiada por la Guardia Civil o el día que ETA asesinó a Miguel Ángel Blanco“. Por suerte, esos días de miedo han sido los menos en más de cuarenta años de trabajo, que ya afronta su recta final.
Lo que está claro y ha sido una generalidad, es que preparando los reportajes especiales sobre trabajadores históricos de Lanza, casi todas esas historias acaban por situar a Tana cerca del anecdotario. “Venía Atana a recoger…”, “era Atana quien hacía…”
De ochenta años, Atana lleva más de la mitad vinculado a Lanza, siendo uno de los grandes bibliotecarios de la memoria del medio. “Tengo muchos recuerdos y no quiero pensar cómo va a ser el día después de que me llegue la jubilación. No sé cómo va a ser, ni en qué voy a emplear mi día a día, pero seguro que a los compañeros los voy a echar mucho de menos”.