Noche cerrada. Sea la época del año que sea. El reloj se acerca a las 6 de la mañana. El silencio de las ciudades de provincias a esas horas es de los que se te mete en la tripa. Se escuchan los pasos, los tacones, una maleta, un coche, la llovizna o al barrendero. Se oye hasta el chasquido de un mechero.
Mientras casi todo el mundo duerme en Ciudad Real, cientos de personas ya se toman el primer café del día, las más valientes hasta desayunan. Otras, sin embargo, repasan la prensa en las redes sociales o miran a un punto fijo de una pared, preguntándose si todo esto merece la pena. Algunas pasan a arropar a sus hijos y a darles un beso. Porque, al fin y al cabo, se van de viaje. A diario.
Unos 55 minutos por cada trayecto de Avant que en algún momento de la historia fueron 50 o menos y que ahora muchas veces pasa de los 70. Cuando un ciudarrealeño se sube en esos trenes sabe que, entre unas cosas y otras, va a invertir 3 horas para ir al trabajo, a la facultad, a las prácticas o a lo que sea que la vida lo lleve a la capital de España. Este servicio regional de alta velocidad fue el primero en el mundo con sus características.
Alguno a veces trabaja -por redundar-, otro duerme -lo habitual en los primeros trenes de la mañana-, alguien hasta charla con el compañero de asiento, o ve una película, o simplemente mira por la ventanilla mientras va pasando La Mancha. Cada individuo forma parte de una rutina definida en la que su vida se desplaza a 220 kilómetros de su casa y de su familia para probar fortuna en Madrid, una suerte de tierra prometida para los de provincias.
Cabe destacar que este primer convoy de las 6:45 de la mañana va en doble composición -dos trenes unidos- y normalmente lleno. Casi 600 personas en los dos primeros Avant de la mañana. «Un tren frío», comentan algunos, donde «sólo se oye y se ve dormir».
Unas 4000 personas utilizan el Avant a diario
Según estimaciones de la Asociación de Usuarios de Avant Ciudad Real-Puertollano, el servicio que ofrece Renfe -operadora del servicio y que no ofrece datos oficiales de viajeros del corredor- para la conexión las dos ciudades con Madrid tiene una afluencia de 4000 viajeros diarios En realidad, son 4000 vidas que dependen de este servicio para conciliar con sus parejas, sus hijos, sus familiares dependientes, sus estudios, otros trabajos o con sus necesarias actividades de ocio y dispersión.
Muchos habitantes de Ciudad Real han optado por utilizar este servicio y no tener que desplazarse a vivir a Madrid, una ciudad probablemente con muchas más oportunidades que Ciudad Real, pero con una calidad de vida razonablemente peor, y es esto último lo que hace que muchos ciudarrealeños tomen la decisión de ir y venir en el Avant.

Una ciudad más barata, más tranquila para formar una familia, con mejores condiciones en la vivienda y que permite un nivel de vida que en Madrid sería imposible depende de la calidad del servicio que Renfe y Adif -gestora de la línea- ofrezcan a diario a esas 4000 personas. Porque lo destacable aquí es la capacidad que puede tener para fijar población en una ciudad ávida de eso.
La Tarjeta Plus 10 Avant -coloquialmente llamada abono- que cubre el trayecto entre Ciudad Real y Madrid cuesta ahora mismo 60 euros para 10 viajes, gracias a la bonificación del 50% de descuento. Hasta que eso llegó, la mayoría de usuarios pagaban casi 500 euros al mes. Viendo los precios de la vivienda en Madrid, todo toma sentido.

«Me planteo irme a vivir a Madrid»
Javier (40) es administrativo en una empresa radicada en Madrid. Lleva utilizando el servicio Avant desde hace 15 años. Su horario habitual es salir de Ciudad Real a las 6:40 de la mañana y volver a las 17:20. En ese tiempo, Javier ha visto varios gobiernos nacionales y regionales y diversas situaciones políticas, sociales y económicas en el país.
Con todo y con eso, asegura que “la situación que se está viviendo este último año es lamentable por parte de Renfe y en menor medida Adif”. Si se le pide a Javier que razone su argumento, lo tiene claro: “Retrasos continuos, cambios de modelo de tren, caídas de la web y aplicación constantes, demoras de más de una hora sin indemnización”. Comenta entre risas que podría estar “más de un día” relatando peripecias.

A Javier esta incertidumbre le ha modificado la rutina. Señala que casi siempre llega tarde al trabajo. Para compensarlo, ha dejado de desayunar. Aunque lo más problemático para él son las incidencias en los trayectos de vuelta, por ser padre de familia: “El tema de los niños supone un desajuste, porque no sabes si llegas a recogerlos o para llevarlos a alguna actividad”.
Otra usuaria con más de una década de trayectos es Laura, arquitecta de 46 años y madre de dos niños menores de 10 años. Se levanta a las 5:30 de la mañana, también coge el primer tren y afirma que “nunca llega puntual trabajando a 10 minutos de Atocha”. Al igual que Javier, fija el empeoramiento del servicio hace poco más de un año y califica el servicio, actualmente, de “nefasto”.

Ella se muestra tajante respecto al cambio que supone en su vida: “Esta situación hace que me plantee irme a vivir a Madrid”. Laura cree que el servicio ha “degenerado” y ahora mismo se ofrece un servicio “peor que el de Cercanías”. Asimismo, hace hincapié en la “casi imposibilidad de llegar puntual a trabajar” y aprovecha para dejar claro que “no entiende muy bien la política de horarios” que se sigue en Renfe: “Es un desastre de organización”.
Nuria (27), técnica de formación, es una «novata» en esto. Sólo lleva 3 meses viajando. Se va a Madrid en el primer tren de la mañana y vuelve en el que sale de Atocha a las 18:15: «Tengo un contrato temporal hasta febrero y no me compensa alquilar algo sin saber si me van a renovar». Ella cree que actualmente si se habla de economía «sale mucho más rentable» ir y venir, pero señala que «no se imaginaba que el servicio iba tan mal» y se plantea no volver a hacerlo.
El gran miedo de Isabel: ponerse de parto
Isabel (32), periodista, trabaja en una pequeña agencia de comunicación. Viaja dos veces por semana desde hace más de un año. Y ella ha tenido que dejar de ir en el segundo tren (7:17) para coger el primero. Ha sido así por recomendación médica. Y es que Isabel está embarazada de 6 meses. “El médico me dijo que tuviera cuidado con el estrés, así que tengo que madrugar más, porque con los retrasos habituales del segundo tren y no saber si iba a llegar al trabajo me producía ansiedad”, comenta Isabel.

Además, Isabel no viaja desde Ciudad Real. Su trayecto empieza en Alcolea de Calatrava, a 14 kilómetros de la capital, en coche. Con su situación siempre en mente, Isabel asegura que se está planteado solicitar el teletrabajo “porque no me fío de ponerme de parto en Madrid y tener que depender del Avant para llegar a Ciudad Real”. Isabel tiene muchos miedos en su estado cuando va a Madrid, como ella misma transmite:
Isabel señala que la incertidumbre «te roba la vida y el tiempo» y que la situación se acerca a lo insostenible. Isabel añade que a todo esto se suman las dificultades que se encuentra el usuario para solicitar las indemnizaciones oportunas por los retrasos: «Muchos trayectos retrasados se quedan sin indemnización».
«No sé a qué hora llegaré a casa con un bebé de 9 meses esperando»
En un momento parecido se encuentra Ana (36), técnica de Hacienda y madre primeriza. Ella se muestra decepcionada: “Cuando me fui de baja maternal pensaba que al volver todo estaría bien, y no”. Lo cierto es que Ana también se plantea cambiar su vida, en este caso pidiendo el traslado a Ciudad Real: “Lo pediré, mi intención en un primer momento era quedarme en Madrid porque estoy a gusto en mi trabajo, pero no aguanto más la situación con Renfe y Adif, así que pediré traslado, pero no sé si me lo darán”.
Ana afirma que llega todos los días tarde a trabajar. Y ella destaca que antes los trayectos duraban 50 o 55 minutos y “ahora algunos se van a casi una hora y cuarto”. Asimismo, lamenta la incertidumbre “no saber a qué hora voy a llegar a casa con un bebé de 9 meses esperando”. Durante esta entrevista, Ana anuncia que se ha pedido la reducción de jornada.

«Cada minuto que me quitan los retrasos, se lo quito a mi hija»
Si hablamos de conciliación, José Luis (39), documentalista en un bufete de abogados, fue padre en febrero y señala que se vino a Ciudad Real “porque es donde nací y mi familia y mi novia viven aquí”. José Luis apostó por el Avant diariamente, pero ahora afirma que se arrepiente: “En mi empresa me dan tiempo de conciliación familiar, pero lo pierdo compensando las horas de los retrasos de los trenes”.
Él coge el primer tren de la mañana y vuelve en el de las 17:20 y asegura que “cada vez llego más tarde a mi casa, para recoger y hacerme cargo de mi hija” y lo tiene claro: “Es una situación desesperante”. Asimismo, José Luis añade que «cada minuto que me quitan los retrasos, se lo quito a mi hija». Él llegó a comprarse una scooter aposta, porque así «podía aparcar en la puerta de la estación y abreviar la ida y venida a la estación».
José Luis trabaja en un despacho de abogados en Colón, y dice que «se le cae la cara de vergüenza» al llegar tarde todos los días. Su mujer también trabaja, y «como la hora de vuelta es una aventura», José Luis asegura que la niña se queda con unos abuelos o con otros, y añade: «No tendríamos porqué, si los trenes cumpliesen horarios no tendría que depender de nadie y nos podríamos gestionar solos».
«El Avant era el ‘cercanías’ de Ciudad Real»
Alberto (49) es administrativo y residente en Argamasilla de Calatrava. Él es uno de los que inicia el trayecto en su origen: Puertollano. Se desplaza en coche desde su pueblo, a 6 kilómetros de la localidad minera, en un horario diferente, pero también habitual. Alberto coge el tren a Madrid a las 12:30 y vuelve en el último del día, a las 22:15. Ese, además, es el último convoy que sale de la Estación de Atocha hasta el día siguiente. Su hora de llegada a casa es ya en la medianoche.
Si se remonta a sus inicios, comenzó a viajar a diario a Madrid hace 20 años: «Entonces había una puntualidad suiza y daba gusto el servicio». Alberto cree que desde hace dos o tres años «el servicio ha ido deteriorándose poco a poco, y con la liberalización y entrada de otros operadores ferroviarios ha sido más acusado si cabe». Comenta que se están «normalizando» retrasos de 15, 20 y 25 minutos como si nada y señala que algunas veces se queda a dormir en casa de sus padres en Getafe, «porque este estrés de tanto retraso no hay quien lo aguante».

Casimiro (58), técnico de comunicaciones, en una multinacional de servicios y consultoría, ahora mismo tiene teletrabajo 100%. Pero antes de llegar a esta comodidad, Casimiro estuvo más de 25 años yendo y viniendo a Madrid desde Ciudad Real. Aquello supuso invertir 2 horas a la ida y 2 horas más a la vuelta para ir al trabajo, pero «en mi casa resulta que mi esposa e hijos apenas han perdido tiempo en ir al trabajo y colegio e instituto, porque los tenían justo al lado de donde residimos aquí». Y cree que eso en Madrid «no hubiera sido posible».
Cuando él comenzó a viajar, el abono se formalizaba a mes natural y constaba de viajes ilimitados. El trayecto duraba entre 46 y 50 minutos, «algo que ahora te sonará a ciencia ficción». Señala que ya en esa época «la relación con RENFE tampoco era fácil», pues había menos frecuencias que las actuales, y para paliar ese déficit, les permitían acceder a algún AVE con destino Sevilla o TALGO destino Málaga que tuviera parada en Ciudad Real. Casimiro comenta que en 2004 fue cuando se cambiaron los modelos a los actuales Avant. Y añade que «25 años yendo y viniendo suponen bastantes situaciones dispares».
4000 personas, 4000 historias
En Ciudad Real cuando se habla de los retrasos, ya tan habituales que ni son noticiables, se hace de manera fría. Sin ponerle cara, ni voz, ni palabras, a las más de 4000 personas que viajan a diario en el corredor Puertollano – Ciudad Real – Madrid. Y como muchas de las personas que han colaborado en este reportaje afirman, en la capital ciudarrealeña se sigue pensando que esto sólo lo hacen los ricos. Y nada más lejos de la realidad. Pablo López, secretario de la Asociación de Usuarios de Avant Ciudad Real – Puertollano, lo deja claro: «Estos son trenes de currelas».
Y es así. Es gente que se desplaza diariamente a trabajar en un recorrido de ida y vuelta que le supone casi 500 kilómetros y en algunos casos 4 horas totales de trayectos. No lo hacen por placer, ni por ser ricos precisamente, sino porque quieren mantener sus raíces, su familia, y apuestan por una ciudad que siempre ha ofrecido una calidad de vida «envidiable». Es un sacrificio. Desde la Asociación aseguran que «el Avant debe funcionar bien para fijar población, y ahí todos estamos interesados, los habitantes, las instituciones y la Administración».

Los que marchan en estos trenes dejan detrás, durante casi todo el día, su vida. Una vida dividida que se queda en una suerte de impasse durante 12 horas. A veces, cada llamada al teléfono personal a una hora que no es normal supone un vuelco al corazón. Porque si algo tiene la lejanía es que aumenta la incertidumbre y vienen las preguntas: «¿Qué estará pasando? ¿Estarán todos bien?»
En el Avant uno puede encontrarse jueces, fiscales y arquitectos, sin duda, pero también mecánicos, electricistas, maestros, enfermeras y auxiliares administrativos. Y es que todos tienen algo en común, que tienen la firme intención de desarrollar su vida personal, con su familia, amigos y, en definitiva, con sus raíces, en Ciudad Real. Para todos ellos, ahí estaba el tren: «Son 50 minutos, tampoco es tanto».
Sin embargo, actualmente viven un sinvivir. Todos los participantes se muestran estresados y con una ansiedad creciente debida a la incertidumbre que causa en sus vidas el deterioro del servicio Avant. Ciudad Real siempre presumió de estar bien conectada y de tener Madrid “a un rato”, de que el Avant era el “cercanías de Ciudad Real”, de poder vivir en una y trabajar en la otra, pero si nos quedamos con lo que dicen los usuarios, eso ya fue.