Tomás Zapata Calle, Niebla, su inseparable mastina -literal-, y Pulguita, la otra perra pastora que le ayuda a controlar a su rebaño de ovejas manchegas y algunas cabras, retoma “la labor social”, dice, de pastorear este verano por el parque forestal de La Atalaya de Ciudad Real para prevenir incendios como el de junio del año 2021, en uno de los pulmones verdes de la capital.
Se estrenó en 2023, por concesión municipal, un año con poco pasto, “lo pedían los vecinos para evitar incendios ante la imposibilidad de desbrozar con maquinaria y el Ayuntamiento se lo tomó en serio”. Este año, con la vegetación crecida por las lluvias de marzo, hará más batidas.
“Vengo cuando se genera el pasto y no cobro ni me pagan por ello, lo hago como labor social y para complementar la alimentación de mi ganado, aunque sale más barato echarle mejores pastos”, cuenta a Lanza mientras dirige con voz experta a su ganado por la zona del antiguo depósito del parque forestal, pendiente de que no se vayan al camino o se coman arbustos en crecimiento. Es 11 de junio, el primer día de la temporada 2024, y se ha estrenado al atardecer con doscientas cincuenta cabezas de ganado (posee una cabaña de cuatrocientas cincuenta).
Lo que hace no tendría nada de excepcional: pasar con sus ovejas para que se coman el pasto, desbrocen el terreno y descienda el peligro potencial de incendios; si no fuera porque la ganadería extensiva, de rebaños que salen todos los días al campo, y el propio oficio están en vías extinción. Cuenta con orgullo que es “uno de los dos” ganaderos que pastorea en Ciudad Real capital, mientras ciclistas y caminantes lo saludan o se paran embelesados celebrando ver ¡ovejas en La Atalaya!, algo que hace solo dos generaciones no sería extraordinario.
“Ciudad Real es de tradición ganadera, la Ronda del Carmen es una vía pecuaria, el cordel de Ciudad Real pasa por la Puerta de Toledo y la Ronda del Carmen. El camino de Sancho Rey es otra vereda, pero el oficio se está perdiendo”.
No podemos competir con un horario fijo
Dedicarse a la ganadería o a la agricultura en el siglo XXI es tan digno y apasionante como cualquier otra profesión. Fuera eso de que el campo es para los que no quieren o no tienen capacidades para el estudio, “tecnológicamente somos gente más preparada, un tractor moderno es un ordenador andante sobre la tierra”, explica. El quid de la cuestión es que la profesión de ganadero resiste mal la competencia con trabajos estables: “Cualquier empleo con horario fijo y un sueldo normal da más que estar todo el año con el ganado en el campo, llueva, nieve o venga una sequía”, reflexiona.
“La ganadería tiene que engancharte, a mí las ovejas me las dejó mi padre y compagino sus cuidados con otros trabajos para salir adelante, llevo con ellas desde chiquitillo y me gustan”, apostilla.
El oficio también lo aprendió con su padre (jubilado), de quien heredó las ovejas y la pasión por un trabajo que implica salir al campo dos veces diarias, al amanecer y al anochecer, ya sea Navidad, Semana Santa; sábados, domingos, “todos los días”, remarca. Por eso son menos las personas dedicadas a la ganadería en extensivo como medio de vida.
“Se puede contratar a alguien, pero para eso debes tener más ganado. Yo combino la ganadería con algo de agricultura, tengo olivos y cereal. Una familia puede salir adelante dedicando a dos miembros al ganado, que se hace a la voz y la mano de la persona que lo cuida”, explica.
Zapata Calle, con estudios de formación profesional y formador ocupacional, tuvo que reinventarse el año pasado por la sequía y optar a una bolsa de empleo público. Ahora compagina el trabajo de ganadero con otro.
“No somos el pastor que no sabía leer y escribir”
“Los ganaderos cada vez tenemos más formación, no somos el antiguo pastor que no sabía leer ni escribir, es otro concepto, se pierde el oficio porque la gente no se resigna a vivir de esta manera, pendiente de las ovejas todos los días. En esta profesión cuando no puedes sacar el jornal intentas mantener el ganado, no puedes jugártela a que un año venga mal”.
En La Atalaya se le verá todo el verano y dispone de otros pastos de adjudicación municipal y privados, contratados por él. Acepta venir “por supervivencia, por el ganado, por la tradición, por todo. No es una sola cosa”.
Pastoreo selectivo
El secreto de un buen pastoreo es hacerlo de forma selectiva, no arrasar el terreno. Sus ovejas van a La Atalaya desde el año pasado en primavera-verano, “cuando se genera el pasto, ahora en junio viene bien y se limpia para prevenir incendios. Lo suyo es hacer pastoreo selectivo por zonas, algunas lo necesitan, otras no”.
¿Qué es lo más complicado de pastorear?, “sobre todo la falta de comprensión de la gente”, responde. “En La Atalaya hay gente que va en moto, corriendo, que no comprende que las ovejas son animales y se asustan. Otras personas pasean con perros que no controlan bien y que nunca han visto rebaños, se ponen nerviosos, van contra las ovejas y ellas a su vez pueden provocar un problema”.
Prevenir incendios, una labor “importantísima”
“La labor del ganado para prevenir incendios es importantísima, las ovejas pueden reducir a treinta centímetros pastos de un metro de altura que luego se apagan enseguida; si además lo patalean y le echan tierra con las patas ni siquiera se encienden. Dejar el pasto a un metro de altura es arriesgarse a que las llamas alcancen los dos metros, en caso de incendio”.
Las ovejas y el pastoreo también son muy importantes en el campo, “estos animales transportan semillas en el pelo de un sitio a otro, aparte del estiércol y la materia orgánica que enriquece suelos y ayudar a completar el ciclo de la naturaleza”.
Convivir con la gente
Pastorear en La Atalaya supone abrir lindes y que las ovejas limpien el mayor terreno posible, “intento no molestar mucho, convivir y a la vez que el público se acostumbre y respete la agricultura y el campo. Un día paso las ovejas por un lado y otro por otro, sabiendo que los animales no piensan que hay un código de circulación y tienen sus propias leyes”.
Los pastos de esta temporada los encuentra “buenos, llovió mucho en marzo y han cogido mucha altura».
“Que se conozca la vida real de la naturaleza”
Zapata Calle cree que con el pastoreo en una zona tan transitada de Ciudad Real como el parque forestal de La Atalaya contribuye a divulgar el respeto al campo y a la ganadería. “La gente disfruta, se hacen fotos con mis ovejas, tenemos que conseguir que esto no se pierda, que se sepa lo que es la vida real del campo y de la naturaleza. La agricultura y la ganadería son necesarias para nuestra vida”.
Aunque reconoce que es difícil vivir solo de la ganadería y que es un trabajo vocacional al 90%, sí recomienda su profesión, partiendo de que “con el ganado tienes que estar todos los días y tener ganas de ver a tus animales”.
Un consejo para personas que quieran iniciarse en la actividad ganadera es ir poco a poco, “no meterse desde el principio en bancos o préstamos, te viene un año malo como el pasado y te arruinas”.
Su cabaña la forman ovejas y alguna cabra, para a alimentar a los mamantones y hacer queso para consumo familiar. En su caso no ordeña, se dedica a la cría de carne de cordero manchego, que implica menos consumo. “Sin ordeñar tienes que echar unos 600 gramos de pienso diario por cabeza, más la fibra que se coman (paja y heno), y sales minerales aparte”. Si no salen al campo esa dieta hay que comprarla y presentársela para que se alimenten
Más parcelas para “desbrozar”
Conocido por su rebaño, a las ovejas de Tomás Zapata lo esperan además en una parcela próxima al Playa Park, entre Ciudad Real y Miguelturra, también a otra parcela próxima la Confederación Hidrográfica del Guadiana y en otro terreno de la carretera de Toledo. Por estas actividades ni paga ni le pagan, “al fin y al cabo generas amistades, tengo el beneficio que a lo mejor ese día las puedo dejar en un terreno alambrado comiendo y puedo irme a hacer un recado o tomar un café”.
La recomendación para principiantes es compatibilizar la ganadería con otra actividad e implicar a la familia, “si tienes que contratar a gente no te sale rentable, por lo menos dos personas tienen que ser del núcleo familiar”.
Es necesario formarse para pastorear y considera muy buenos los cursos de capacitación profesional que organiza la administración. “Para ponerte a cuidar un ganado tienes que tener un perro que te haga caso, y cuantos más conocimientos, mejor, claro que luego hay que ponerlo en práctica en el campo, saber que el ganado no siempre se adapta a un pasto, cosillas que se van aprendiendo. Ser ganadero es un oficio, pastorear el ganado no es teoría”.
Sus ovejas y corderos son de raza manchega, resilientes a la zona en la que pastorea, Ciudad Real y su comarca, “la oveja manchega sí rinde, es la que mejor se adapta aquí y tiene esa leche grasa que le da el sabor característico a nuestro queso”. En otras comarcas de la provincia como los Montes o el Valle de Alcudia pastan ovejas merinas, más sufridas.
El precio del cordero
El precio de la carne de cordero ha subido este año, reconoce, “pero también los precios de los piensos, todo sube a la par. No es solo por la guerra de Ucrania, sino por la gente que juega con los precios, los productores somos el eslabón más débil, los que necesitamos darle de comer a las ovejas, y los que si tenemos un cordero intentamos sacarlo lo antes posible porque come a diario; juegan con el precio y el ganadero. Claro que cada vez tenemos más formación y no nos resignamos a estar así”.
“Para desempeñar este trabajo lo más normal es llevar una radio pero tampoco te puedes distraer mucho, si estas en un sitio con mucho pasto tienes que estar pendiente de tu rebaño, que no vayan a la carretera. Aquí en La Atalaya con más razón”.
Y luego está la toma de precauciones a la hora de cruzar carreteras: en horarios que no sean de entrada y salida de trabajos. Para esto último el bastón o cayado es esencial, “la gente ve ovejas al lado de una carretera y no afloja, nos pueden arrollar y tener un percance”.
