Recibir este premio ha sido un “honor” para Carmen Quitanilla, porque proviene de “la institución que representa a todos los pueblos de la provincia”, y esto la hace sentir “feliz”, “contenta” y “agradecida”. Para quien lleva 43 años “trabajando en pro de la igualdad de oportunidades de las mujeres rurales”, este galardón, que quiere dedicar “a las mujeres rurales de la provincia y de toda España” que la han seguido en su “proyecto de vida de igualdad de oportunidades, dignidad y derechos humanos”, supone un nuevo “acicate” para seguir la lucha y el trabajo.
A lo largo de su dilatada trayectoria, Quintanilla ha sido distinguida en numerosísimas ocasiones, por Naciones Unidas, el Observatorio Estatal del Poder Judicial, la Guardia Civil, el Consejo Económico y Social Europeo o el Ministerio de Igualdad, por mencionar sólo algunos de los organismos que la han premiado. Sin embargo, el ‘Pastora Marcela’ de la Diputación tiene un sabor y un valor especial para la activista rural. “Porque es el premio de mi tierra, de donde vi por primera vez la luz, donde nací y donde he hecho toda mi trayectoria familiar y profesional”. Un galardón que dice que tira por tierra un conocido dicho popular, porque “con este premio, -indica-, el presidente de la Diputación y el equipo de Gobierno me empiezan a hacer un poco profeta en mi tierra”.
“Una mujer muy reconocida”
En su extensa carrera, más allá de los galardones, Quintanilla comenta sentirse especialmente satisfecha de los 10 años que estuvo en el Consejo de Europa. Una posición que la llevo a ser “una mujer muy reconocida” y a participar en asuntos tan importantes como el Convenio de Estambul, el primer tratado internacional contra la violencia que sufren las mujeres. De aquellos años y aquella participación le queda “el orgullo de ser la primera parlamentaria española permanente y de honor del Consejo de Europa”. Aunque, por supuesto, entre sus logros ocupa un lugar predominante la fundación de AFAMMER en 1982 y, con el paso del tiempo, haber convertido este movimiento “en la mayor organización de mujeres rurales del mundo”, rompiendo su “invisibilidad”, “los estigmas” y poniéndolas en la “cúspide de la comunidad internacional”.
En esta internacionalización cobra particular relevancia la Cumbre de Pekín, que hace 30 años marcó “un antes y un después en la vida de las mujeres”. Quintanilla estuvo presente, entonces, y lo estará también este mes de marzo en Nueva York para participar en el foro de Naciones Unidas que conmemora la celebración de aquella histórica conferencia de mujeres. En esta ocasión, los temas que marcarán el debate serán la necesidad de romper la brecha digital que sufren las mujeres rurales en el mundo, la necesidad de que sean ellas quienes lideren la economía verde, con una progresiva incorporación a las explotaciones agrarias y, en definitiva, que se produzca una feminización del campo y aumente la presencia de mujeres en los órganos de toma de decisiones: grupos de acción social, organizaciones profesionales y cooperativas agrarias.
“Ha merecido la pena”
Todas estas reivindicaciones, luchas, logros, premios… no han estado exentos de renuncias. Quintanilla reconoce que se ha perdido “muchos momentos importantes” de la vida familiar, pero que “ha merecido la pena”. Con la posibilidad de “comprar la conciliación”, gracias a su sueldo de funcionaria de carrera, la situación -aunque “no fue fácil”- resultó más llevadera y sus hijos (tiene dos y tres nietos) lo entendieron. Ya que, “de alguna manera, he sido un ejemplo de sacrificio, de esfuerzo, de que merecía la pena esforzarse”, comenta.
Ese esfuerzo, y la tenacidad de la que hace gala, la llevó también a superar el obstáculo de la “incomprensión” que recuerda encontró en el inicio de su camino (transición y plenos años ochenta de marco), “cuando iba a predicar por los pueblos lo importante que era luchar por los derechos humanos de las mujeres”. Después de todo aquello, reconoce que la evolución que se ha producido en el mundo de las mujeres rurales ha sido “maravillosa”. Ahora, señala, tienen presencia en la agenda política, económica y social de los gobiernos y visibilidad en los medios de comunicación. Y todo desde el convencimiento, señala, “de que no se puede construir el futuro de los pueblos si no se cuenta con las mujeres rurales”.
Aunque aún hay mucho camino por recorrer en empleo, infraestructuras, servicios públicos y un futuro y determinante “pacto entre lo rural y lo urbano”, dice. En ello tendrán mucho que decir las nuevas generaciones de mujeres rurales a las que Quintanilla recomienda que hagan “cómplices a los hombres rurales con ellas, desde el feminismo de la cooperación”.
