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20 abril 2024
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Cerámicas milenarias de Alarcos bajo el bisturí

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La restauradora Isabel Angulo, en el taller del Museo de Ciudad Real, con la nueva joya de Alarcos: un cubo de abluciones almohade / J. Jurado
Belén Rodríguez / CIUDAD REAL
La restauradora Isabel Angulo, artífice de la recuperación de la tinaja alada de Alarcos, restaura para el Museo de Ciudad Real un cubo de abluciones almohade y tres cerámicas ibéricas recuperadas en décadas de intervención arqueológica

Pocas cosas le producen más satisfacción profesional a la restauradora Isabel Angulo que trabajar con cerámicas. No importa que hayan pasado miles de años -como es el caso- desde que algún misterioso artesano la modelara con arcilla; si se recupera entera es fácil encontrar “los deditos” de la persona que la hizo, incluso las huellas dactilares. ¿Hay otra forma de viajar en el tiempo y conectarse a seres humanos del siglo II antes de Cristo?, Angulo opina que no, por eso le gusta, “las cerámicas son muy agradecidas”.

Lo cuenta mientras da los retoques finales a una urna funeraria de una de las necrópolis íberas del yacimiento de Alarcos, que los arqueólogos encontraron prácticamente entera, incluso con su tapa, sobre la que es probable que se depositara el ajuar funerario del difunto o difunta. El sexo en este caso no se sabe, porque no se conserva el ajuar, solo el hundimiento que han dejado las piezas depositadas encima, “en todas se ponía algo del personaje enterrado, un arma, unos pendientes, o incluso alguna inscripción”.

Angulo maneja con manos delicadas, expertas, una pieza que es toda una rareza, tanto por su buen estado de conservación, como por la decoración policromada geométrica, “un tipo que no es muy común en el mundo íbero”, e incluso las imperfecciones, que la humanizan todavía más que la silueta de la mano que la trabajó, marcada en el interior. Que el dibujo sea irregular también da pie a elucubraciones, ¿es el trabajo de un aprendiz?

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La restauradora Isabel Angulo con una urna funeraria íbera hallada en una de las necrópolis de Alarcos / J.Jurado

Costra de carbonatos “tremenda”

Lo que la restauradora tiene claro de esta urna son las horas de trabajo de bisturí y desalación que lleva hasta lucir a simple vista como si la hubieran fabricado ayer. “Apareció entera en la necrópolis pero con una costra de carbonatos tremenda”. Son las consecuencias de los más de dos mil años que ha estado enterrada, el carbonato cálcico del agua se deposita y retirarlo supone un complejo proceso de desalación y secado, además del bisturí para retirar todo lo ajeno a la pieza. El resultado, que ya se aprecia en el taller, pronto se podrá disfrutar en alguna vitrina destacada del Museo de Ciudad Real.

La urna funeraria ‘imperfecta’ es una de las siete maravillosas piezas del yacimiento de Alarcos, entre Ciudad Real y Poblete, en las que trabaja desde finales de noviembre esta restauradora, artífice de la recuperación de la increíble tinaja almohade o tinaja alada de Alarcos o la falcata íbera, para que formen parte de los fondos expositivos.

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Detalle del cubo de abluciones almohade hallado en Alarcos en décadas de excavaciones, en el taller de restauración / J.Jurado

Cubo de abluciones almohade, la nueva joya del museo

Si la urna funeraria provoca un “oh” de admiración por lo bien conservada que luce tras pasar por el ‘quirófano’, el puzzle de la que posiblemente será una de las nuevas joyas del Museo de Ciudad Real deja sin aliento. Se trata de un cubo de abluciones almohade (cuesta verlo todavía) fabricado con la técnica de cuerda seca, cuyas piezas han ido apareciendo durante varias décadas de excavaciones en el castillo de Alarcos.

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Decorado con el nudo de Salomón

El motivo decorativo es el nudo de Salomón, un ideograma con el entrelazo de dos eslabones (cada uno compuesto por un número indeterminado de cordones) cruzados perpendicularmente que utilizaron los romanos en sus mosaicos y otras culturas posteriores, y que se popularizó en la Edad Media. A ella pertenece este que tiene entre los dedos la restauradora (está muy fragmentado, con piezas halladas incluso en los años noventa) datado entre 1195 y 1212, los diecisiete años que los almohades habitaron la fortaleza de Alarcos, el tiempo que transcurrió entre la derrota de Alarcos, con Alfonso VIII al frente de las tropas cristinas, y la victoria, también sobre los almohades, en la batalla de las Navas de Tolosa, al sur de Despeñaperros en 1212.

Los almohades fueron la etnia guerrera bereber del actual Marruecos que reemplazaron a los almorávides en el control de Al-Andalus a finales del siglo XII y principios del XIII. El arte que hicieron en la actual Ciudad Real es único y concentrado en el tiempo. En sus talleres se fabricó la tinaja vidriada que tanto prestigio le ha dado al Museo de Ciudad Real y también son los artesanos de este cubo ceremonial que se usaba para lavarse antes del rezo.

Al tratarse de arte almohade tan específico “tiene bastante interés”, según cuenta el director del museo Ignacio de la Torre, “no existen muchos así en el resto de lo que fue Al-Andalus”.

Angulo tiene ante sí el reto de restaurar el cubo, pieza a pieza, “se supone que están todas” (o es lo que han dicho) a partir de material parecido, “solo que este cubo es más grande de lo habitual”, cuenta mientras muestra documentación gráfica de una pieza similar de un museo de Córdoba. Porque en restauración no todo es trabajo de taller, la documentación, la investigación previa, de la mano de los arqueólogos, es otro pilar del trabajo.

Sobre la mesa la restauradora tiene buena parte de los fragmentos para montarlos. De entrada ya ha sacado algunas conclusiones, el color, algunos todavía conservan ese verde vidriado tan característico de la decoración almohade, otros no. “Se ve que en el momento del uso no tenía este color, era mucho más vivo. Parece que cuando lo encontraron estaba en el suelo como si fuera una escombrera, algunas piezas se quedaron a la intemperie y les dio el sol, y a otras no, tienen alteraciones”.

No está claro por qué este cubo se encontró hecho añicos, el caso es que los trozos han ido apareciendo en distintos estratos arqueológicos durante décadas. No se sabe si cuando la nueva conquista cristiana los ocupantes lo rompieron, o fueron los propietarios los que se deshicieron de él por alguna circunstancia y lo tiraron a la basura. En cualquier caso sorprende la belleza de los elementos decorativos y su modernidad, aunque hayan pasado ochocientos años. Angulo trabaja con otro material de la misma época (tiene otra caja con restos cerámicos medievales) con motivos decorativos que parecen diseñados por el maestro del arte abstracto Joan Miró.

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La restauradora Isabel Angulo trabajando con un ánfora íbera de imitación romana fabricada en Alarcos entre los siglos II y III a.C / J. Jurado

Ánforas íberas de los siglos II y III a.C

Otras dos piezas íberas en pleno proceso de restauración son de uso doméstico, una de ellas un ánfora para vino que la restauradora tiene sobre una cama de arena para evitar que se desestabilice, mientras pasan por desalación el resto de los fragmentos que faltan por ensamblar. “Creo que entró en el museo en 2018, estaba en un lugar de almacenamiento. Los arqueólogos, tras una limpieza somera para manejarla y estudiarla, la montaron para que se viera cómo sería, ahora estoy retirando ese adhesivo de la primera intervención y sustituyéndolo por otro”.

Esta ánfora es muy peculiar, aparte de por su tamaño, porque acaba en punta y se trata de una imitación íbera de una pieza romana, pero fabricada en el yacimiento Ibérico de Alarcos entre los siglos III y II antes de Cristo.

Es posible que Angulo tenga que aportar algún añadido provisional al ánfora vinaria “para compensar el peso”, eso se hace siempre con un material fácil de retirar, que no dañe el resto de la pieza, y solo para que el espectador la entienda.

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Piezas íberas en desalación para que pierdan la sal, en el taller del restauración del Museo de Ciudad Real / J. Jurado

La otra ánfora, para guardar grano y de bastante tamaño, aguarda en un rincón del taller prácticamente montada, para los retoques finales con piezas que están en pleno proceso de desalación, es decir sumergidas en un agua baja en minerales hasta que suelte toda la sal que produce estallidos en la cerámica.

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Ánfora ibérica de imitación romana modelada en Alarcos entre los siglos II y III a.C / J. Jurado

Restauradora especializada en arqueología

Isabel Angulo, restauradora diplomada en la Escuela de Restauración de Bienes Culturales de Madrid con la especialidad de restauración arqueológica explica que la restauración es una disciplina relativamente nueva, no tiene más de treinta años como estudios profesionales, y ha cambiado mucho con el tiempo.

“Los criterios de intervención van cambiando, cada vez intentamos alterar lo menos posible la pieza. Y si utilizamos algún añadido para que se entienda la pieza se hace con material reversible, que se diferencie del original; se trata de buscar un equilibrio entre la forma del objeto y que se pueda entender. No es necesario exhibir una pieza fracturada, a veces basta una pequeña intervención para mejorar la lectura”, cuenta.

Restaurar no es rehacer, “eso está completamente prohibido”. Claro que estos criterios han ido cambiando y siguen evolucionando, “ahora disponemos de nuevas tecnologías que nos permiten hacer una recreación virtual, a modo de proyección, y mostrar la pieza incompleta y con esa visualización que el público vea y entienda cómo sería”.

El material llega en cajas

Enfrentarse a una restauración arqueológica, lo que más abunda es la cerámica por aquello de son piedras artificiales, pero piedras al fin y al cabo que duran, empieza por recibir un montón de cajas. “A veces vienen directamente desde el yacimiento, con su tierra, sin tocar, y otras como el ánfora de vino que sí ha tenido un proceso previo en campo, con una limpieza preliminar para estudiar el tipo de pieza. Otras veces vienen montadas, dibujadas, y con una información. Aquí se revisa el adhesivo, se ve si tienen exceso de sales, y una vez montada y de más si necesita algún de refuerzo se valora, pero sobre todo que prevalezca la estructura original”.

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Excavación arqueológica en el enlosado íbero del yacimiento de Alarcos en 2021 / Elena Rosa )

Restaurador y arqueólogos, de la mano

El restaurador de arqueología va de la mano de los arqueólogos, “nosotros conocemos las técnicas, podemos aportar alguna marca que a simple vista no se ve y que permita identificar cosas que pueden pasar desapercibidas y que ellos le sirven para su investigación, aprendemos los dos; ellos te cuentan lo relacionado con esa pieza, el contexto, y nosotros aportamos los detalles técnicos de cómo se hizo”.

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Material de restauración arqueológica en el Museo de Ciudad Real / J. Jurado

En estos últimos años el principal avance en restauración es la no reconstrucción, optar por modelos tridimensionales. “Muchas veces aparecen piezas del ritual de incineración de los íberos, metálicas, que se han fundido en la incineración y se ha derretido o deformado, en ese caso no se puede devolver la forma, lo que se hace es una recreación para que el público vea por qué ha quedado así”.

La profesión de restauradora “es muy vocacional”, reconoce Angulo, “te engancha porque cada pieza es un mundo, aquí hay un tinaja completa, y otra con unas peculiaridades que hay que resolver y buscar soluciones para completarla; lo que te sirvió en una restauración igual no vale en otra. Tenemos que estar buscando soluciones continuamente”.

Restauradora de la falcata ibérica

Restauradora de la célebre falcata o espada ibérica de Alarcos, Angulo cuenta que el metal es de los elementos más delicados para restaurar, “cualquier metal en busca de su estabilidad tiende a oxidarse, hay que vigilar las condiciones de temperatura y humedad para conservarlo. La cerámica es una pieza artificial, que aguanta, se queda ahí para los restos, los metales son más reactivos”.

Restaurar madera procedente de yacimientos arqueológicos no es muy común, “la madera se pudre, solo se conserva en ambientes húmedos”. De lo más raro que ha tenido que restaurar recuerda cuerpos momificados, pero nada comparable a su experiencia con una cerámica griega, de la misma cuna de la civilización europea, “venía de Albacete y la restauré para ‘Atempora Talavera’, me pareció lo más”.

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Ignacio de la Torre, director del Museo de Ciudad Real, al lado de la tinaja almohade de Alarcos que se restauró para la primera ‘Atempora’ en Talavera en 2018 / J. Jurado

Restauradoras propias por primera vez en siete años

El Museo de Ciudad Real, que carece de restauradores en plantilla, vive este invierno una eclosión de actividad restauradora inédita. “En los siete años que llevo aquí es la primera vez que tenemos dos convenios de restauración que nos permitirán recuperar piezas muy valiosas”, subraya De la Torre.

El trabajo de Angulo es posible por un convenio entre el Ayuntamiento de Ciudad Real sobre piezas del yacimiento de Alarcos y la Consejería de Cultura de Castilla-La Mancha. El museo ha seleccionado las piezas de interés histórico, bien porque no estaban representadas, o porque tienen bastante interés documental. “Hemos escogido siete piezas de Alarcos de diferentes periodos, tanto Íbero como medieval”.

Ajuares metálicos y armas, las piezas que restaura Cristina Peña

En paralelo Cristina Peña, otra restauradora, restaura otro tipo de piezas como parte de un convenio más amplio del museo con el Ayuntamiento y la Universidad de Castilla-La Mancha, “en este caso son ajuares metálicos y armas de las muchas que hay en la fosa de despojos”, cuenta De la Torre.

En los últimos años las piezas que se han restaurado para el Museo de Ciudad Real Convento de la Merced han sido como contraprestación a préstamos para otras exposiciones, que pagan los museos receptores de piezas que en el caso de Ciudad Rea han viajado hasta el Louvre en París, Murcia y a muchas otras ciudades españolas. La tinaja de Alarcos se exhibió por primera vez en la exposición ‘Atempora’ del año 2018 en Talavera de la Reina y es uno de los tesoros de la colección del museo que esta primavera organizará ‘Atempora Ciudad Real. Un legado de 350.000 años’, con el patrimonio arqueológico más relevante de toda la provincia.

 

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