“Cuando hablan de los síntomas, me pongo malo, porque a mí me parece tenerlos todos”, dice un residente de la Avenida del Ferrocarril, a lo que su vecina de arriba agrega que “diez compañeras” suyas con las que trabaja en una residencia han dado positivo con lo que si ella no lo ha pasado ya sin enterarse poco le puede faltar. Eso sí, test no les han hecho ni uno. “A mí me hicieron test en la autoescuela”, apunta el de abajo.
Si es que “han faltado medios por todos los lados. O no los teníamos, o los compramos defectuosos o nos los requisan. Vaya parche”, comenta la del tercero del edificio de enfrente, que destaca la solidaridad de muchas personas y colectivos que se han puesto manos a las obra para proveer a los profesionales que más se exponen al riesgo de contagio de todo tipo de complementos de protección. “La gente nos han llegado a traer hasta monos de protección hechos con cortinas del baño”, señala la vecina que trabaja en la residencia.
Su vecina del segundo del bloque de enfrente a veces piensa que esto es “un sueño” del que “tenemos que despertar”, pero que llega la mañana del día siguiente, y así van cinco semanas, y se dice “no puede ser, no puede ser” al ver que comienza una nueva jornada en la que todo sigue paralizado, como inerte.
Esa tristeza e inmovilidad se ‘rompe’ a las ocho, con un aplauso muy sentido en apoyo de todos los que están trabajando para acabar cuanto antes contra el coronavirus, así como de todos los demás que están guardando las medidas de distanciamiento social y en particular aislamiento en el hogar.
Muchas parejas de mediana edad, así como jóvenes y mayores, salen a ventanas y balcones de la Avenida del Ferrocarril para este acto de reconocimiento que, en bastantes ocasiones, sirve para charlar con los vecinos sobre las últimas noticias sobre la pandemia, lo caro que se pueden llegar a vender guantes y mascarillas ‘aprovechándose’ de la falta de stock, las declaraciones más o menos acertadas de diferentes responsables institucionales y las cosas que ahora se hacen con tanto tiempo en casa.
“Yo siempre he hablado mucho con los vecinos, pero no tanto a la misma hora”, comenta un residente, mientras que otra valora, aunque a muchos les puede agobiar un confinamiento tan prolongado, lo bueno de estar tanto tiempo en casa sin reloj.
Va a haber gente a la que le va a costar retornar al ritmo anterior, exponen en unas conversaciones, en las que también se habla de cómo los efectos negativos de esta catástrofe están incidiendo especialmente en los más mayores y débiles.
La coraza del ‘Resistiré’ para tomar coraje ante todos los males suena también en la Avenida del Ferrocarril, por donde pasaron este viernes camiones de bomberos con las sirenas girando y aullando, en calidad de empatía social, que aplaudieron los residentes desde sus balcones, así como coches de la policía y hasta autobuses tocando el claxon como muestras de apoyo y solidaridad con los vecinos.