Ciudad Real, años 70. Una piscina cubierta, un campeonato de Navidad, unas amigas, y un padre deportista. Así comenzó la historia de Charo Vera en la natación, en una época en la que este deporte era un completo desconocido en la provincia.
Desde el borde de la piscina, con un empujón, comenzaban muchas historias de natación en Ciudad Real. Charo no solo fue una de las primeras nadadoras competitivas de la provincia, sino también una voz viva de una época donde el deporte se hacía sin focos, pero con entusiasmo desbordante.
“Me llamo Charo Vera y han contado conmigo para que relate un poco cómo fue la época de natación sobre los años 70, que es mi época y cómo llegué a nadar. Participé por unas amigas en un campeonato que hubo en diciembre, Navidad, en el año 1972”. Así comienza esta historia.
La figura del padre: impulso y legado
Conforme la nadadora empieza a recordar, aparece con claridad una figura siempre está presente: la de su padre, Lorenzo Vera, pieza clave tanto en su trayectoria personal como en la fundación del club.
“Mi padre ha sido muy deportista. Fue presidente de la federación y al que se le debe muchísimo. Aprendí a nadar por él. Me llevó un día a un torneo, me llevé unas medallas y me dijo: pues vamos a tirar por aquí.”
“También fue uno de los pioneros del golf en Ciudad Real. Siempre estaba implicado. Yo era un culo inquieto, y como me gustaba el agua, pues seguimos. Habló con otros padres y fundaron el club”, evoca la exnadadora.
“Creo que aprendí a nadar en la piscina de Educación y Descanso con mi padre. Me acuerdo que también estaba Braulio. Te enganchaba del pescuezo y te tiraba. Luego ponía un palo y tú ibas nadando. Pero recuerdo esa piscina con mucho cariño.”
Aquella primera piscina no se le ha borrado jamás de la memoria.
El nacimiento del Club de Natación Ciudad Real
El origen del club, o de la natación de competición para Vera fue en el año 1973, a partir del antecedente sembrado en el campeonato que hubo en las Navidades del 72.

Todo comenzó casi por casualidad, pero no por azar. La llegada a Ciudad Real de un militar, José Manuel Veiga, y su mujer, Tina Torres, exnadadora del Club Metropol, cambió el rumbo del deporte local.
“Mi entrenadora fue Tina Torres, la que me potenció todo. Y en la competición que ganamos en Navidad, ella estaba en la grada. Alguien la propuso como entrenadora, y así empezó todo. Ganaron María Ángeles Marquina, creo que las Ruiz Villa también. Yo quedé tercera en dos o tres pruebas”.
La llegada de Torres, sumada a la intención de hacer un club, sembró la semilla del primer Club de Natación de Ciudad Real, que hace dos años cumplió las bodas de oro. Los inicios fueron humildes. Sin instalaciones ni apoyo institucional, la andadura del proyecto «sin apoyo de nadie» salió adelante gracias a las familias.
«Los padres eran los que nos llevaban, los que compraban los chándales, los bañadores. Estaban los Calatayud, Marquina, los Rodríguez Montes, los Moya, las hermanas Rico, Pérez Parada, Plaza, los Carbelo, los Calahorra, Chamorro, José Carlos Herrero, Antonio Víctor, Miguel Arévalo… familias que lo único que hacían era potenciar un deporte que, en aquella época, no había.”
Igualmente, «eran los que lo movían todo: hoteles, gasolina, trajes, entradas. Nunca tuvimos ayuda económica. Ni chándales teníamos. Cuando íbamos a los Juegos de la Mancha o a un campeonato de España, nos prestaban uno azul con cuadros y una raya blanca. Lo llamaban ‘la pantera azul’.” “Hubo que luchar muchas veces incluso para que nos dejaran usar la piscina.”
Primeros logros y rivalidades sanas
La natación comenzó así a abrirse paso en una Ciudad Real que apenas conocía este deporte más allá de eventos puntuales. La competencia regional tampoco tardó en llegar.

Para los Juegos de la Mancha “había un grupo formado por Ciudad Real y Puertollano. Puertollano empezó antes y siempre nos ganaban. Pero a partir de ese momento empezó una lucha, una buena lucha. Nos llevábamos bien y nos apoyábamos”, explica Vera mientras señala una foto con una pancarta en la que se podía leer: “Os vamos a dar ‘palpelo’, Calvo Sotelo”.
“Llegamos y dimos la campanada. Nos llevamos casi todos los récords, casi todas las medallas en relevos. Participamos en los Juegos Escolares con el Colegio San José. También fuimos campeonas de España con el colegio.”
Aquel germen se consolidó oficialmente en 1973. Pero más allá del agua, lo que construyeron fue una comunidad.
“Nos divertíamos mucho, íbamos en familia en coches, recorrimos bastante Ciudad Real, España, en distintos campeonatos. Representamos al Colegio San José. Era una manera de conocer gente. Sigo teniendo muy buenas amistades».
«La gente se ayudaba. Si alguien no podía pagar, otro padre ponía el coche, o pagaba el bañador. No había cuotas fijas. El que podía daba. El que no, igual entrenaba y competía. Estaba abierto para todo el mundo”, explicaba la nadadora.
“Hay grandes amistades, buenos amigos y mucho cariño. Ayer mismo estaba diciendo que hacía mucho que no nos juntábamos. No recordamos la rivalidad. Había un deporte sano, eso es lo importante.”
Una juventud entregada al deporte
En comparación con otros deportes, la natación funcionaba como una microcomunidad. Sin secciones institucionales, sin cobertura mediática. Solo esfuerzo y voluntad.

La juventud y la libertad se mezclaban entre los viajes y los relevos. Eran años sin Internet, sin móvil, sin apenas salidas. El deporte era más que una práctica física: era una puerta hacia el mundo, hacia otros lugares, hacia otras personas.
“Como no había Internet ni otras cosas, cuando salías del colegio te ibas al Pilar, al Prado o a cualquier sitio. Luego, venirte a hacer deporte después de clase era una manera de relajarte y relacionarte. Poder ir a competir a Puertollano, a Cuenca, a Albacete, tenía su gracia. Tenía su encanto.”
“Estábamos como locos. Venías a entrenar, hacías amigas, quedabas sábados y domingos. Era una elección. Y te relacionabas con gente de todos los tipos: con dinero, sin dinero, de otras zonas. Ibas a Madrid y veías a los catalanes, que eran pioneros.”
El salto a la competición nacional
Charo Vera también compitió a nivel nacional, aunque con los recursos justos.
“Yo creo que fui sola. Fui la única que dio la marca. Me llevó mi padre. Llegas un poco acobardada, a ver, cómo ves a toda esta gente. Impone eso. Ver a nadadores de otros sitios, cómo iban de equipación, cómo estaban preparados. Aquí íbamos dos o tres.”
“No recuerdo pensar en que si éramos mujeres o si había diferencias. Íbamos con toda la ilusión a ver si conseguías una medalla. No había miedo. No teníamos esas ideas en la cabeza.”

“Pasé un verano maravilloso en el Metropol. Coincidías en los hoteles, en la cena… Te preguntaban: ¿De dónde vienes? Cuando decías Ciudad Real, decían: ¿Dónde está eso? Parecía que nadábamos en una charca.”
“Íbamos con un mono azul, el pingüino, y eso llamaba la atención. Pero se abrían muchas amistades. Todo era más distendido que ahora. Más familiar.”
El final de una etapa
No todo eran campeonatos. También hubo momentos de desgaste, de sacrificio, de decisiones importantes.
“El último año estuve en el Canoe en Madrid. Me iba a las siete de la mañana a entrenar, luego al instituto, comía y otra vez piscina. Te dejabas el alma. Pero a veces no dabas la marca. Eso también frustraba. Aquí en Ciudad Real todo era más en familia. Allí era solo competir.”
“Allí estuve un año. Luego empecé la carrera y ya no me daba la vida».
Y aunque se propuso volar alto, literalmente, eligió otro rumbo.

“Quería ser azafata, me gustaba mucho. Pero mi padre me dijo que eso no era nada. Así que decidí estudiar. Empecé en Educación, luego en Magisterio.”
Una mirada al legado
En cuanto a referentes, eran escasos.
“Se conocía a poca gente de natación. El que más se vio por las olimpiadas fue Mark Spizt. Y Mari Paz Corominas, que fue la primera que participó en un campeonato de España. Pero era un deporte muy minoritario.”
Hoy, Charo se muestra algo desconectada del panorama actual, pero no pierde de vista el legado.
“Sigue siendo un deporte familiar. Ahora hay más subvenciones, pero sigue siendo de padres. Si no te metes a buscarlo, no te enteras de lo que pasa. En los Juegos Olímpicos sí, porque te lo ponen. Pero más allá… la natación ha avanzado poco.”
“Yo me enteraba por algunas alumnas mías que eran nadadoras. Si no, ni te enteras. Ahora con las redes hay algo más, pero en la prensa… nada. Antes salíamos más en papel.”
Una generación que lo hizo por amor al agua

Para Charo, el deporte no solo le dio triunfos: le dio relaciones que aún hoy perduran. Su mirada sobre la natación es serena, pero crítica con la poca visibilidad que sigue teniendo el deporte.
Con voz tranquila pero firme, Charo Vera recuerda y reivindica una época en la que lo que se hacía, se hacía con pasión, entre amigos y familias, contra todo pronóstico. Y cierra con una reflexión que no suena a lamento, sino a orgullo.
“Yo creo que eso lo estamos perdiendo. Antes salías, te relacionabas, conocías gente. Ahora están todos con las pantallas. Pero bueno, siempre hay gente para todo. Y yo agradezco que os acordéis de los que pusimos un granito de arena.”