La ciencia es investigación, praxis, comprobación de hipótesis, microscopio, recogida de muestras, cultivo de microorganismos. Entre una enciclopedia con millones de letras y sin ilustraciones, y un microscopio con portaobjetos para observar, el alumno probablemente elegiría ciencia. En cambio, las aulas todavía tienen que superar el alto muro que conduce en su mayoría a los estudiantes a las letras o las ciencias de salud y que reduce a mínimos los alumnos que optan por la investigación. El fomento del laboratorio, la retroalimentación entre disciplinas, el impulso de espacios de encuentro de carácter divulgativo y la concienciación ciudadana sobre la importancia de invertir en desarrollo, ofrecen algunas de las claves del futuro de la educación científica.
Profesor de Biología y Geología en el instituto Azuer de Manzanares, José Luis Olmo Rísquez fue uno de los doce profesores españoles privilegiados que pisaron Science on Stage, la feria más importante de Europa para docentes relacionados con la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas -en inglés, STEM-, que tuvo lugar en julio en Debrecen (Hungría). Precisamente esta feria que engloba a 100.000 docentes de todo el mundo, donde los centros escolares más punteros llevan sus últimos proyectos de investigación con el apoyo de sociedades internacionales y de la Unión Europea, tiene como finalidad promover la divulgación científica, mejorar la calidad de la enseñanza, conseguir una red de profesores entusiastas, intercambiar líneas didácticas, implicar a los jóvenes y reflejar la importancia de la ciencia y la tecnología en la sociedad.
De los martemotos a la microbiología
La investigación de terremotos en Marte o el descubrimiento de nuevos organismos en cultivos desarrollados a partir de muestras de la Sierra de Guadarrama produce en los ajenos a las ciencias naturales un viaje a laboratorios de referencia, salas iluminadas donde trabajan expertos de batas blancas entre probetas, matraces y embudos. Pocos podrían imaginar que alumnos de primero de Secundaria son capaces de investigar la “biodiversidad críptica”, esos “microuniversos” generados a partir de muestras extraídas en el medio natural, o de buscar evidencias de movimientos sísmicos en el planeta rojo a partir de fallas, impactos de meteoritos o derrumbamientos.
La ciencia es posible a pequeña escala, sin grandes medios y José Luis Olmo Rísquez da constancia desde el instituto Azuer, centro ganador en los dos últimos años del concurso nacional Ciencia en Acción por trabajos de biología y geología desarrollados por alumnos, y que han servido de plataforma para el Science on Stage. El profesor explica que la “base teórica es imprescindible, los chicos tienen que memorizar conceptos y aprender a identificar tipologías”, pero al mismo tiempo la puesta en práctica fija conocimientos y los motiva. Por ejemplo, “es impresionante como algunos grupos, y no necesariamente los más buenos, se sorprenden, se maravillan con el cultivo de microorganismos”, explica el doctor en Biología por la Universidad Complutense de Madrid. El aprendizaje por indagación, basado en la comprobación empírica, en la resolución de problemas y en el pensamiento creativo es una de las tendencias actuales.
Al frente del Club de la Ciencia del instituto desde el curso 2015/2016, que está formado por alumnos de primero y segundo de la ESO en su mayoría y de forma voluntaria, Olmo Rísquez ha demostrado las posibilidades del trabajo científico en clase. A través de la biodiversidad críptica, un campo que todavía no está muy desarrollado, “los alumnos pueden hacer cientos de experimentos, pueden ver las divisiones de los microorganismos, el efecto que producen las altas temperaturas en los cultivos”. Así, el grupo fomenta el interés por la ciencia y evita algunas de las razones que reducen a mínimos las prácticas de laboratorio: la falta de medios y la saturación de alumnos en algunas clases.
El objetivo es “aprender a pensar”
Aparte, la participación en concursos nacionales de ciencia y tecnología es para José Luis Olmo Rísquez una buena forma de “dinamizar los grupos, aplicar lo estudiado y en muchos casos obtener una recompensa al esfuerzo”. El profesor, que ha dado clases por toda Castilla-La Mancha, recuerda que en el primer trimestre del curso pasado mandó a los alumnos de cuarto de la ESO realizar un relato corto relacionado con la geología de acuerdo a unos criterios. Los chavales no sabían que sus trabajos participarían en un certamen nacional, pero al final José Luis Olmo Rísquez consideró que varios tenían la suficiente calidad como para competir y cuatro están publicados en el libro ‘Érase una vez la geología’. El docente también es asiduo a participar en espacios de ciencia como el Finde Científico, que organiza el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología de Alcobendas, donde los alumnos de Manzanares realizaron este 2017 experimentos “que molan un huevo”.
La enseñanza tiene que despertar la curiosidad científica cuanto antes y José Luis Olmo Rísquez incluso afirma que en Primaria los alumnos pueden empezar a resolver problemas y dilemas sencillos para “aprender a pensar”. José Luis Olmo Rísquez habla de uno de los problemas que funciona genial con los chavales y que causa mucho debate: ¿cómo sobrevivir a un naufragio en el mar con un recipiente grande, un recipiente pequeño, una piedra y una bolsa de plástico? El profesor les da los materiales y después de “mil vueltas” los menores aprenden el ciclo del agua. Pero es que para hacer experimentos tampoco hace falta gastar infinidad de líquidos y ensuciar todo tipo de probetas y recipientes, pues en el Instituto Azuer de Manzanares ya son profesionales a la hora de combinar sustancias en hojas de papel y de ponerlas al calor desde la pequeña pieza de metal que tienen algunas botellas encima del corcho.
El equilibrio con las TICs
Las Tecnologías de la Información y de la Comunicación aparecen como otra de las herramientas que pueden estimular el interés por la ciencia, aunque en este punto el profesor de Biología y Geología reconoce que “hay que llegar a un equilibrio”. “La escuela no puede estar al margen de la era digital, pero tampoco las TICs deben abarcarlo todo”, afirma Olmo Rísquez, al mismo tiempo que reconoce que este tema está a debate dentro de los sistemas educativos de todo el mundo y que muchos países han introducido cambios en sentidos diversos. El experto en microbiología confiesa que “el desarrollo de un blog de ciencias puede ser muy interesante para los alumnos de primero de Bachillerato, que están familiarizados con el medio, y que permite que hagan ejercicios prácticos y sencillos de acuerdo a las demandas sociales”, pero añade que “nunca el ordenador puede sustituir al papel”.
La calculadora no desbancó los cálculos mentales y “las tablas de multiplicar son difíciles, pero hay que aprenderlas”, al igual que el inglés, “la lengua de la ciencia”. Consciente de que las metodologías docentes evolucionan en la actualidad muy rápido, el profesor aprovecha para hablar de las posibilidades que han generado las redes sociales para estar conectados, entre docentes, entre colegios. Hoy en día es posible comparar de forma simultánea fórmulas de enseñanza entre centros que están en una punta y en otra del mundo, y realizar proyectos conjuntos. Ahora bien, el idioma universal es el inglés, de manera que “si quieres avanzar en ciencia, lo tienes que controlar”.
El inglés y el miedo a las matemáticas
El refuerzo de las lenguas extranjeras en las aulas es fundamental y José Luis Olmo Rísquez reconoce los progresos de los sistemas de bilingüismo, aunque admite que hay asperezas que limar. El profesor cuestiona hasta qué punto es positivo que un alumno reciba biología en inglés durante un curso si luego no va a tener continuidad, de manera que puede generar confusión en los conceptos adquiridos. A nivel personal, Olmo Rísquez considera que “quizás sería más positiva la promoción del inglés desde la misma asignatura de lenguas extranjeras y reforzar con talleres o extraescolares los contenidos del resto de materias específicas”. De hecho, él es uno de los profesores que incluyen bibliografía en inglés como soporte a sus clases.
El miedo que todavía sobrevive entre los estudiantes en España es a las matemáticas y a la física y química, los dos grandes baches que el sistema educativo tiene que allanar, pues son una de las grandes razones que llevan a muchos jóvenes a terminar en letras. José Luis Olmo Rísquez explica que estas dos asignaturas son un lastre para los jóvenes que no tienen claro la rama por la que optar, de manera que, a la primera dificultad y marcados por “los prejuicios” que existen alrededor, las dejan. Para el profesor “el desarrollo de la ciencia ha sido primordial en la historia, y sin letras no hay ciencia”, por lo que reflexiona sobre “hasta qué punto tanta especialización a niveles bajos es buena”, y defiende que la retroalimentación entre materias podría ayudar a ensalzar estas asignaturas de mayor abstracción.
Prestigio y reconocimiento social
El profesor ve “futuros científicos en las aulas”, porque algunos estudiantes demuestran a edades tempranas ser “buenos profesionales”, y asegura que “con esfuerzo y dedicación tendremos a gente muy competente en el futuro”. Eso sí, José Luis Olmo Rísquez destaca que “la sociedad tiene que ser consciente de la repercusión de la ciencia en la vida diaria y en el progreso, y arropar el avance de la rama tecnológica, al igual que el aumento de la influencia de la mujer en estos campos con la mirada puesta en grandes referentes como puede ser la bioquímica española Margarita Salas. “La ciencia es pasión por descubrir, ver algo que nunca nadie ha visto antes, es ser útil a la sociedad, mejorar la vida de las personas; esto es lo que los profesores tenemos que transmitir y lo que la sociedad debe apoyar con formación, medios y más información”, concluye.