Ese acto de lealtad hacia la corona por parte de los manchegos es la razón de que hoy esta población de 75.000 habitantes, capital de provincia, abierta al mundo por el ferrocarril, al conocimiento a través de la universidad y a los servicios públicos con el hospital general, fuera reconocida como “ciudad” en una época en la que coexistían poderes tan importantes como la Orden de Calatrava, con sede en Almagro.
Con motivo del sexto centenario del “privilegio de ciudad” concedido en diciembre de 1420 por Juan II, en agradecimiento a los servicios prestados por la Villa Real fundada por Alfonso X en la antigua aldea conocida como Pozuelo de Don Gil, el Museo López Villaseñor acogerá durante los próximos seis meses una exposición que se sumerge en las profundidades de la historia.
La Carta Puebla al alcance de todos
‘Ciudad Real, VI Centenario. Una ciudad en la historia’, es el nombre de la exposición con la que el Ayuntamiento rememora esta fecha con la intención de dar a conocer “los cimientos de la ciudad” y su desarrollo a lo largo de los siglos. Paneles, fotografías, montajes audiovisuales, objetos, audios y música de ambientación facilitan el viaje al pasado.
El recorrido empieza en el Cerro de Alarcos, en la necrópolis íbera, como muestran las puntas de flechas cedidas por el Museo Provincial, y sigue entre cerámicas almohades hasta la Batalla de Alarcos en medio de la Reconquista, antes de llegar al pergamino de la Carta Puebla de 1255, o más bien el traslado notarial elaborado por orden del Concejo que certifica la fundación de Villa Real por Alfonso X el Sabio.
Francisco Ruiz, catedrático de Historia Medieval de la UCLM y uno de los comisarios de la exposición, destaca que la Carta Puebla es uno de los elementos más singulares de la exposición y advierte que “es la primera vez que se ofrece a los vecinos en general la posibilidad de contemplarla”.
Compuesto por una cruz, dos leones como símbolos de la realeza y dos castillos como ejemplo de fortaleza, precisamente es el sello de la Carta Puebla de Ciudad Real el logotipo de esta exposición formada por tres salas, determinadas por los diferentes contextos históricos, y donde también está expuesto el Códice de las Cantigas de Santa María, que pertenece a la Biblioteca del Real Monasterio del Escorial.
Ciudad Real a través de los personajes singulares y la literatura del Siglo de Oro
Las andanzas de los Reyes Católicos y la cultura del Siglo de Oro marcaron el devenir de Ciudad Real entre los siglos XV y XVIII, en los que Miguel de Cervantes y Lope de Vega escribieron sobre los viñedos y las gentes de la España de interior, y en los que los manchegos se aventuraron a “hacer las indias”.
Un montaje audiovisual sobre la concesión del privilegio, según explica Porfirio Sanz, catedrático de Historia Moderna de la UCLM, “es el eslabón que comunica la primera y la segunda sala”, que supone “un importante cambio para la ciudad, que experimentará transformaciones muy positivas”.
Así pues, la segunda Chancillería Real fijada por los Reyes Católicos, después de Valladolid, fue en Ciudad Real, y también aquí implantaron “uno de los primeros tribunales de la inquisición”, lo que dice mucho del interés de la monarquía en este territorio a la hora de establecer esta relevante “institución de control ideológico y social” para la época.
La fidelidad de los ciudarrealeños con la monarquía se mostró una vez más tras permanecer ajenos a la rebelión de los comuneros con Carlos V y muchos fueron los que participaron en las grandes empresas de los Austrias, alistados en la Armada Invencible y desplegados en la batalla de Lepanto.
Esta es la época de personajes tan singulares como Alonso de Estrada, “que fue gobernador de la nueva España y que siguió a Hernán Cortés en parque de la conquista y consolidación de México”, y también Hernán Pérez del Pulgar, “que acompañó a los Reyes Católicos en la Guerra de Granada”.
Un cuadro de la Inmaculada Concepción de 1660, que pertenece al Museo Diocesano de Ciudad Real, los bustos del Quijote y Sancho del escultor Felipe García Coronado y una copia de la estatua ecuestre del rey Juan II que está situada en el Paseo del Torreón aparecen expuestas también en esta sala, que habla además del catastro elaborado por el marqués de la Ensenada, del cardenal Lorenzana, de las cañadas reales y de la peste.
El urbanismo en una ciudad que mira a la modernidad
El urbanismo cobra protagonismo en la última sala, donde Ciudad Real consigue su proclamación definitiva como capital de provincia 1833. Sin duda, la maqueta del Ciudad Real de 1850, donde se puede apreciar la articulación en barrios en torno a las iglesias de Santa María del Prado, San Pedro y Santiago, aparte de la muralla y sus puertas, es otra de las joyas de esta exposición.
Félix Pillet, catedrático de Geografía Humana de la UCLM, destaca que a lo largo del siglo XIX “edificios de nueva creación como el nuevo ayuntamiento, el casino o el de la diputación” vinieron para mejorar la ciudad. Fue en esta época en la que la iglesia de Santa María se convirtió en catedral y en la que llegó el ferrocarril a Ciudad Real, en concreto, en el año 1866.
Pasada la desamortización eclesiástica, la llegada del siglo XX consolidó la caída de la nobleza y el clero, que hasta ahora había controlado la ciudad. A partir de los años 20, la burguesía local tomó las riendas y convirtió la plaza del Pilar en el nuevo centro urbano. Fotografías de la calle María Cristina, de la inauguración del Cinema Proyecciones y de la Casa de la Emisora, son de interés.
Si de los barrios organizados por iglesias, se pasó a los cinco distritos en el siglo XIX, los años 60 lo que trajeron fue un plan general de ordenamiento, que en palabras de Félix Pillet, “en vez de ordenación urbana, trajo destrucción urbana”. Los edificios construidos en el centro cayeron y los sustituyeron grandes “torres”.
La construcción de la Universidad, la estación del AVE y el Hospital General fueron los grandes hitos a finales del siglo, cuando Ciudad Real pasó de ser una “capitaleja” a una “capital moderna” que hoy se plantea hacia donde tiene que ir. Francisco Ruiz dice que tiene que caminar hacia “una ciudad amable, consciente de su historia y con posibilidades de ampliación” y, como muestra el video que cierra la exposición, los ciudarrealeños tienen muchas opiniones al respecto.