Sacerdotes, religiosas, formadores laicos, seminaristas, familiares de éstos, y público en general ocupaban al completo el salón de actos, -unas trescientas personas-, de nuestro seminario diocesano, que no hace muchas fechas celebraba el cincuenta y ocho aniversario de la primera Eucaristía en dicho edificio, en la carretera de Porzuna.
Ambientado en una parroquia de pueblo, -que también podría ser de ciudad-, cuyo presbiterio presiden las imágenes, encarnadas por otros tantos seminaristas mayores, de San Pablo, San José, San Francisco de Asís y San Luis de Francia, se nos presenta el devenir diario de la vida de una comunidad parroquial: cotilleos, capillismos, afán de protagonismo, hurtos, crítica, a veces infundada-, envidias,… salpicado de conciertos, -propios de este tiempo navideño que se aproxima-, protagonizados por los propios seminaristas, vigilias de oración, exigencias por parte de hermandades y cofradías,… tratados, cada uno de los momentos, con un exquisito humor que, por supuesto, no tapa el Amor.
Al final, los “actores” pretenden ayudarnos a sacar varias conclusiones: No podemos quedarnos en lo superfluo, en lo material,… sino que hemos de llegar a entender que Dios, hecho hombre, nace en todos y para todos; Los sacerdotes tienen que estar, siempre, pendientes de su feligresía, desde el perdón, la generosidad, el amor,…; el hombre, además de por todo lo que lo es, tiene que demostrarlo en su entrega por Amor, -con mayúsculas-, si no entendemos que hemos de adorarle e imitarle, no somos del todo hombres.
Concluyó el evento, -en su primer día de representación-, con unas palabras del rector del seminario, Manuel Pérez Tendero, que aparte de felicitarnos la Navidad, nos invitó a descubrir su auténtico sentido desde la belleza, -el canto-, el humor, -la sonrisa-, y la atención a los hermanos, especialmente a los más esfavvorecidos. Finalmente se entonó, por parte de todo el alumnado y formadores, del canto mariano “Mira la Estrella, invoca a María”.