Francisco A.A., un daimieleño de 26 años reincidente por violencia de género, acaba de ser condenado a 23 años de cárcel por seis delitos más esta vez muy graves: dos violaciones (dieciocho años), un delito contra la integridad moral (dos años), violencia de género (un año) y maltratado habitual (dos años) a una adolescente de Valdepeñas con la que salió tres meses, entre julio y octubre de 2015.
La sección segunda de la Audiencia de Ciudad Real, que juzgó el caso el caso hace unas semanas, sólo le rebate a la fiscalía que existiese detención ilegal en los hechos que denunció la joven, cuando logró zafarse de la influencia del acusado, mayor de edad y experiencia, de ahí que la condena no llegue a los 44 años que pidió el ministerio fiscal.
La sala impone también una indemnización de 50.250 euros y estimula que sólo por las dos agresiones sexuales el acusado debe ser sometido una vez que salga de prisión a catorce años de libertad vigilada, en una de las sentencias más graves por violencia doméstica y agresión sexual que ha dictado la Audiencia Provincial.
El tribunal considera probado todo lo que denunció la víctima, de 20 años ahora y con una orden de protección integral (tiene vigilancia policial las 24 horas del día), y no se cree las explicaciones del procesado.
El primer tortazo: por fumar
La adolescente explicó que al principio estuvo con él por voluntad propia pero enseguida se dio cuenta de su carácter violento y le cogió miedo. Fue muy gráfico cómo contó la primera vez que le pegó: “No quería que fumase pero yo le decía que no podía dejarlo así por las buenas, y una noche que le di unas caladas al cigarrillo de una amiga me dio el primer bofetón”, explicó.
Así siguió la relación hasta que en octubre le pidió el teléfono móvil para ver sus contactos, ella se negó, él lo cogió de todas formas y al ver que había chateado por whatsapp con chicos y chicas estalló, le pegó y le rompió el teléfono.
Este episodio, del 11 de octubre, fue el definitivo. La adolescente resolvió que no quería verlo más pero al día siguiente él fue a buscarla a su casa, la encontró con un amigo conversando en un parque próximo y estalló. “Llegó y me dijo que me fuera por las buenas o por las malas, como no quise me levantó por los pelos del banco en el que estaba sentada y me llevó a la fuerza al coche”. De esta manera empezaron los episodios más graves por los a Francisco A.A. ha sido condenado, a excepción de por la detención ilegal.
Le obligó a beberse una botella de orín
En el trayecto se supone que la estuvo agrediendo con un destornillador e incluso la amenazó con mearse en su boca. Pero las cosas empeoraron cuando la llevó a casa de su familia en Daimiel, allí cumplió esta última amenaza: orinó en una botella y en presencia de varios familiares suyos la obligó a beberse el orín, mientras la amenazaba con una catana. Además le hizo llamar a su familia para decirles que se había ido de casa por voluntad propia, cuando era mentira.
El tribunal da por válido que era tal el miedo que le tenía al acusado que al día siguiente accedió a ir a la Guardia Civil de Daimiel con él para explicarles que se había fugado de casa porque quería y que las lesiones, visibles en ese momento, se las había hecho en una pelea con una chica. También accedió a irse a un centro de menores en vez de regresar a casa con sus padres, que fueron a buscarla.
Prefería que la violara a que le pegara
Los magistrados también consideran probado que tanto a finales de agosto de ese año como a finales de septiembre la agredió sexualmente en dos ocasiones, e incluso grabó en video una de esas violaciones. Sobre estos últimos episodios la víctima testificó que había llegado a un punto se relación con él que prefería que la violara a que le pegara y se dejaba hacer.
El testimonio de la joven: contundente y sin rencor
El tribunal le dedica varios párrafos al testimonio de la joven, prueba fundamental en este caso, “a pesar de su juventud y de la amarga experiencia vivida no dejó entrever ningún sentimiento de rencor, de un ánimo de ir más allá de lo que realmente vivió, serena, aunque hundida, y sobreponiéndose a su estado de ánimo, dando respuestas claras, contundentes, sin contradicciones, sin adornar en contra del acusado los hechos que uno a uno fue narrando, sin que la contradicción a la que fue sometida por acusación y defensa la hiciera dudar en su exposición”.
La sala también considera acreditadas las secuelas emocionales de la víctima a consecuencia de su relación con Francisco A.A. Trastornos gastrointestinales, dolores de cabeza, pérdida moderada de peso, temblores, ánimo ansioso depresivo, trastornos en el patrón del sueño, irritabilidad, estrés postraumático y autoestima deteriorada e indicadores psicosociales de maltrato (disminución de relaciones sociales, desmotivación, aislamiento, apatía, etc. Este cuadro clínico también comporta una reducción en sus capacidades cognitivas y sociales que le han provocado su inadaptación.
La setencia, que se ha notificado este miércoles, todavía no es firme.