Isabel González y Manel De la Torre son dos de esos apasionados de la montaña, cuyas vidas quedaron unidas por ese hilo invisible que se teje a través de la aventura. La última los llevará a asaltar el campamento base del Annapurna junto a otros diez aventureros, con los que estarán doce días de expedición para completar una parte de uno de los ascensos más populares y exigentes del mundo.
Ambos protagonistas de esta historia, siempre han ligado su vida al deporte. Un salto de disciplinas que ha pasado del rugby al montañismo, donde lo gratificante siempre ha sido el camino que han ido llevando a cabo, conociendo gente, sumando experiencias inolvidables, que vistas desde la distancia del tiempo, narran desde la normalidad del que hace de lo extraordinario algo diario.
Con las maletas llenas de sueños por cumplir, Manel e Isa se han desplazado hasta Nepal, para emprender este recorrido, que llega tras haber disfrutado de La Desértica en Almería, que sirvió como entrenamiento previo a este vuelo para coronar uno de esos recorridos célebres del montañismo que han sido testigo de infinitas historias que han hecho de este ascenso un desafío infinito.
Annapurna, uno de los grandes techos del mundo
En esta expedición que durará doce días, ocho aventureros procedentes de diferentes puntos de España, se encontrarán en Nepal para iniciar esta aventura. “Con el resto de la expedición nos hemos conocido por videoconferencia. Navegando, encontré a una guía que se encarga de organizar este tipo de expediciones y ha sido ella la que nos ha puesto a todos en contacto. Como hemos ido a Almería, nosotros directamente nos veremos con el resto ya en Nepal”.
Para Manel De la Torre, “el Annapurna forma parte de los sueños que tenemos toda gente de montaña”. “Buscar alcanzar los ochomiles es algo inasequible si no tienes un patrocinio importante”. Estima que una expedición de este tipo puede alargarse alrededor de dos meses en campamentos bases para aclimatarte y su precio puede ser de unos 60.000 euros.
De ahí, que su aventura sea más modesta, organizada como si fuesen unas vacaciones de verano que les permita saborear la magia de una de los montañas más altas del mundo, adaptado al plan de dos personas que tienen su trabajo corriente, sus quehaceres diarios y la obligación de volver a lo terrenal más rápido de lo que les gustaría.
“En un primer momento, íbamos a ir al Everest. Contacté con la alpinista catalana Núria Picas, pero coincidía la salida de la expedición con La Privilegio, que era una carrera que para nosotros es muy importante y a la que no queríamos renunciar. Así que, buscamos alternativas, conocimos a la guía con la que vamos a ir ahora y aquí estamos, con muchas ganas de este reto”.
En marzo, buscan subir a uno de los grandes picos de Chile
El pasado año, este tándem formado por Isa y Manel, intentaron el ascenso del volcán El Pular en Chile, situado a 6.225 metros; un desafío al que tuvieron que ponerle freno antes de tiempo dadas las condiciones con las que se encontraron.
De ahí, que uno de los siguientes objetivos para esta pareja de montañeros sea volver a las montañas chilenas, para hacer check en ese listado de sueños cumplidos. “En marzo ya estamos planificando una expedición de al menos doce días para volver a Chile”, anticipa Isa.
Será más largo de lo habitual, para aclimatarse en el terreno y para no sufrir el mal de altura. “Por mucho que trabajes y entrenes aquí como estamos haciendo, haberlo hecho en una altitud similar, es clave para no pasarlo mal en este tipo de montañas”, subraya De la Torre.
“Nosotros vamos muchas veces al Mulhacén, pero no pasamos de los 3.480 metros. A esa altitud nosotros ya no notamos nada”. De hecho, dice González, “nosotros bajamos corriendo y realmente no notamos esa falta de oxígeno”.
Esta subida al campamento base del Annapurna, a más de 4.100 metros sobre el nivel del mar, promete ser una de esas hazañas que los define, no sólo como deportistas, sino también como personas. La altitud, el clima impredecible y la complejidad del terreno convierten esta travesía en una de las más exigentes del mundo y en una de las más duras de cuantas han encarado hasta el momento, lo que les servirá sin duda como experiencia para conquistar su próximo gran reto con acento chileno en el mes de marzo.
“Está por especificar qué pico vamos a ascender, pero queremos un 6.000. Hemos mirado para ir de nuevo al Pular, pero no sé qué pasa, que no quiere llevarnos nadie dada la complejidad del terreno. Ahora mismo en Chile está el invierno boliviano y se borran las sendas, que tienen que rehacer cuando pase este tiempo que hace que aparezcan o desaparezcan rutas. Por ahora, no hay ninguna empresa para hacernos de guía, pero en marzo seguro que aparece”.
El desafío de alcanzar el campamento base del Annapurna
Salir de casa para buscar tocar cumbre en una de las montañas más exigentes del mundo, exige de preparación previa. En este sentido, apunta Isabel González, “es necesario que haya mucha preparación previa: física, mental y alimenticia”.
Justamente la planificación alimentaria es la que más ha costado a Manel. “Estos días sí estoy comiendo más porque sé lo que vamos a pasar en montaña, pero sí que es verdad que estos meses lo hemos llevado todo al milímetro para llegar en las mejores condiciones”.
Antes de este viaje, son muchos kilómetros de ascenso, muchas carreras en la que han alcanzado su meta y; sobre todo, mucha planificación para que ningún detalle se quede suelto. Pese al romanticismo que puede haber detrás de ir a buscar la cumbre de los grandes picos del mundo, advierten, “una aventura como ésta, sin planificación, puede ser encontrar la muerte”.
“La alta montaña no es para todo el mundo”
Aunque la aventura es algo que suele aparecer cuando llegan las crisis de edad, como para demostrarse que uno está más en forma que nunca, si algo enseña la montaña es que no es una cosa que se puede hacer sin el material adecuado, sin la planificación previa, y por supuesto, sin conocer la montaña y sus riesgos.
Estos dos montañeros, ahora experimentados, fueron dos de esas personas que de la noche a la mañana se vieron capacitados para ir en busca de algunos de los picos más altos de la Península Ibérica. “Nosotros corremos trail, estamos siempre en la montaña y la primera vez que decidimos subir un pico por encima de los 4.000 metros, pecamos de confianza y casi nos cuesta la vida”.
Manel lo sentencia por la vía rápida. “La gente debe tener conciencia y saber que la montaña no es para todo el mundo”.
“Nosotros hemos llevado gente al Mulhacén y a otras montañas más bajas y muchos creen que con darse un paseo todos los días de unos pocos kilómetros ya está preparado. Y no es así. Subir un pico importante te exige contar con botas especiales, con bastones, con un equipamiento, ect”.
“Hay que ser muy conscientes de que la montaña, si bien es cierto, es accesible a todo el mundo, no todo el mundo la puede subir. Muchos de los accidentes mortales que suceden cada año, es porque no se tienen ni la preparación, ni el material, ni la planificación adecuada”, declara González, ya curtida en estas aventuras.
“Nosotros lo sabemos de primera mano. La primera vez que subimos el Aneto no me maté porque llevaba piolets. Caí por un precipicio de veinte metros y tuve la suerte de poder clavarlos a tiempo porque si no, me hubiese destrozado las piernas. Además, mientras yo caía, Manel se hundía en la nieve y no podía rescatarme”, rememora Isabel todavía con angustia.
“Mucha gente muere por imprudencia o por exceso de confianza”. Sin ir más lejos, añade, “cada año en el Mulhacén hay alguna muerte y se debe precisamente a todo esto”.
No es de extrañar que cada vez que sale de casa, las más preocupadas sean sus hijas. Isabel se ríe, porque en el fondo le hace gracia la situación. “Ellas le echan la culpa a Manel. Cada vez que salimos, como le hago poco caso al teléfono, lo llaman a él y le preguntan dónde estamos. No obstante, se han ido acostumbrando porque saben que tomamos todas las precauciones, vamos con todo el material y bueno, intentamos minimizar el riesgo y sobre todo, porque saben que es mi pasión”.
Aprovechar el momento como lema de vida
Que hayan sido los últimos años el tramo donde más retos han ido conquistando, no es casualidad. “Nosotros nos conocimos hace años y ha sido corriendo como verdaderamente hemos conectado. Tenemos una forma de ver la vida parecida y sabíamos que conseguir grandes retos era una forma de disfrutarla”.
“La vida se esfuma rápido y como te quedes esperando a que llegue el momento, al final la vida se pasa sin haber disfrutado de nada y sin haberte enfrentado a lo que realmente querías”, sentencia González en una de esas grandes frases que podrían acuñarse para no ser olvidadas.
En esta idea coincide su compañero de vida y aventuras. “Yo vengo de vivir un año horrible en lo personal. En unos meses he perdido a mi madre y a mi padre, y eso sólo me demuestra una cosa, que vivir consiste en el ahora”.
Esto, quitan importancia, “no significa que vayamos a perder la cabeza, pero sí tenemos claro que lo que no hagamos ahora que estamos ya por encima de los cincuenta, no lo vamos a disfrutar nunca”.
Por eso, en su calendario resaltan en rojo los fines de semana, cuando llegan las carreras. “Terminamos La Desértica, volamos a Nepal, descansaremos cinco días y corremos La Privilegio. Tenemos cuarenta horas para completar los 170 kilómetros, así que nada, tenemos un mes y medio para disfrutar a tope de lo que nos gusta”.
En ese ajetreo de aviones y coches, puede que no les dé tiempo a deshacer las maletas, que todo se resuma en un puñado de recuerdos amontonados que se saborearán cuando llegue el sosiego. Mientras llega, su ejemplo visto desde fuera, servirá para resumir lo que significa la vida: subir montañas, bajarlas, aprender en el camino y volver a fijarse techos donde volver a reencontrarte con todo eso que eres.