Yerran de medio a medio los que esperen un artículo guerrero. Soy apolítico convicto y confeso. Lo tengo dicho y demostrado desde la mayoría de edad por activa y por pasiva. Las golfadas generalizadas me han hecho también abstencionista. Quien barra para casa leyendo esto hará como los toreros que dan vueltas al ruedo por su cuenta sin que nadie se las ofrezca. Y de propia cuenta de él serán las conclusiones de tinte partidista que algún imaginativo lector busque en el depósito de mi pluma asépticamente esparcido sobre las páginas de Lanza.
La expresidenta de nuestra Comunidad es hoy ministra, presidenta del PP castellano manchego y secretaria general del partido gobernante. Es también otras cosas de menos monta o decorativas, como —la muestra brota de mi afición— consejera del Centro de Asuntos Taurinos de Madrid, acudiendo a su burladero de Las Ventas en tardes de tronío, cuando el hervor del ambiente hace nata en «la taurinería» oficial.
Abarcar y apretar
En torno a esta multiplicadora de las horas del día hubo últimamente declaraciones del presidente del Gobierno alabando su valía y suficiencia para llevar a cabo todo. Y otras de alguien de su grupo, ahora no recordado, fundando su —presumible más que inconcusa— diligencia para atender diversidad de cargos en la circunstancia de ser abogada del Estado. Sin cuestionar la apreciación de Rajoy ni, por obvio y patente, el truismo del correligionario acerca del estatuto funcionarial de la señora en ciernes, puedo, quiero y debo hacer ciertas matizaciones.
Sobre las aseveraciones del mentor Rajoy (que a pocos profesa devoción como a esta inquieta y ubicua bullebulle promovida a lo más alto), se me ocurre que la dedicación plural y la superposición de ingresos en lo público no es cuestión de capacidades y atributos, sino de legalidad y ejemplo. Impensable ver algún funcionario de carrera con triple empleo en coincidencia de horarios y disparidad de sedes geográficas. Sencillamente imposible, porque desde mitad de los ochenta, más o menos, lo prohíbe la estricta legislación de entrega al servicio. Es verdad que determinados núcleos de los órganos constitucionales o parlamentarios y la clase política tienen otras reglas, pero no porque su acumulación de trabajos y salarios cuente con mejor fundamento ético o base moral, sino por dictarse ellos mismos las excepciones y desviaciones, concediéndose la bula de declarar legal para sí lo que a otros les tipifican de sancionable.
Dones y oposiciones
No dudo que Cospedal —el desconocimiento directo me impide negarlo— sea mujer tan afanosa y hacendosa como proclama su jefe, aunque observo, desde luego, que no posee viveza y facundia para trasmitir gracia y donaire en los medios de comunicación, ofreciéndose más como una dama premiosa, sosa y poco garbosa. La insulsez se le recrece en sus fríos y desangelados mítines, entrevistas, declaraciones y comparecencias, carentes de emoción y vibración. Y sin dejar de apuntar su escaso aire marcial en desfiles, alocuciones y demás actos de ministra, aparentemente más imbele que bizarra. Ministra de los ejércitos, oigan, donde creo que ni el valor le presuponen, al ser ese un campo que por carácter, personalidad y dotes milicianos no le cuadra a doña María Dolores. Se les hace quizá natural a los ciudadanos —es mi suposición— imaginar que el protector principal de su carrera le ha dado la cartera castrense como canonjía o sinecura antes que como perreda; por la comodidad de su disfrute y no por la laboriosidad de su desempeño; para poder ocuparse de todo lo demás sin romperse la cabeza contra líos internos y externos; en el más tranquilo de los destinos gubernamentales de hoy en día: el puesto de pasarlo bien y trabajar poco con que todo holgachón sueña en un remanso de obediencia y disciplina donde reina el orden y no se discute la orden.
A la afirmación de su por mí no recordado colega de filas, añado que la dura oposición superada por esta bienquista pepera de Albacete no es la única de las elitistas para entrar a regir la «res publica» estatal. Con similar dificultad se seleccionan letrados del Consejo de Estado, administradores civiles superiores, diplomáticos, letrados del Supremo, del Constitucional y de las Cortes, etc. Pero quien no se dedica a ello, acaba desactualizado y desinformado, hasta pasarlas canutas cuando, tras años de alejamiento y viéndose tirado por traición o apostasía de ideas, deba reincorporarse a laborar codo a codo con los colegas que hicieron las oposiciones para ejercerlas y de ellas comer, no para ofrecerlas como tarjeta de visita en la promoción personal o escalera de salto al poder.
En resumen
A nadie en el sector público le permitirían tres empleos, porque es de sentido común que no pueden simultanearse con eficacia ni resulta honesto y justo tolerarlo. Cuando la omnipresente que hoy me ocupa era solo subsecretaria, de su departamento emanaban las iniciativas legislativas y normas reguladoras de una función pública de plena dedicación, y su Inspección General de Servicios velaba porque se aplicaran en todos los ministerios y organismos. Bien puede pedírsele que lo que ella establecía y exigía en la Administración cuando de ella dependían estos temas, se lo aplique a sí misma en el ámbito político en el que ahora se mueve. Si estuviese de funcionaria en activo, solamente podría ejercer su profesión, sin que esa mayor capacidad y laboriosidad que de ella se predica le permitiesen exceptuaciones. Y aun admitiendo que sea el no va más, como sostienen sus cercanos conocedores, veo que lo manifiesta corta de pimienta, sal y marcialidad, especias que nadie le va a poder prestar; y menos su jefe, quien tampoco está para alardear de sápido, sabroso o picante a rabiar.