Celia Naharro, empleada en Cruz Roja Ciudad Real, vuelve reconfortada de Aldaia, una de las localidades castigadas por la dana que arrasó Valencia el pasado 29 de octubre. Estuvo al poco de la catástrofe con más de doscientos muertos, y lo ha hecho cien días después, cuando el foco mediático pierde intensidad y no se ven las mareas de voluntarios del principio. “Ahora ya estamos trabajando quienes estamos siempre, las ONG y las administraciones, y seguimos ahí con más razón. Cruz Roja tiene un plan de actuación a tres años”.
Periodista del equipo de comunicación de Cruz Roja en la provincia, Naharro estuvo quince días después del desastre en Paiporta, La Torre, Benetúser y Alfarfar con televisiones de las principales cadenas para visibilizar el trabajo de la organización. En un escenario “de devastación, de guerra pero sin violencia”. Sintió la rabia, la desesperación y la impotencia de quienes lo habían perdido todo. Soportó insultos, vio a la gente desesperada descargando su rabia con quienes tenían más a mano, y volvió muy tocada. “Psicológicamente fue muy duro”, reconoce.
Miembro de un equipo de respuesta social
Nada que ver con esta segunda misión en la primera semana del mes de febrero, cien días después de la catástrofe. «Se ve que la gente está mejor en lo material, pero de bajón psicológico”. Esta trabajadora de Cruz Roja ha formado parte de un equipo de respuesta social entregando ayudas a las personas afectadas que las piden a través de tarjetas monedero que, dependiendo de la unidad familiar, tienen un importe u otro para que compren lo que necesiten.
La ayuda tipo es de 657 euros que se entregan a fondo perdido para alguna necesidad básica, ropa de cama, muebles, una reparación. Se puede comprar en cualquier comercio que permita el pago con datáfono. “Nosotros recomendamos que sea en comercios de proximidad, pero el beneficiario elige en qué se lo gasta y dónde, con la salvedad de que no se entrega el dinero en metálico ni se puede comprar alcohol, tabaco o pagar en salas de apuestas, cosas lógicas”.
Cruz Roja está distribuyendo ayudas y apoyando a los afectados, muchos de ellos personas mayores que precisan apoyo psicológico especializado y “ventilación emocional” de voluntarios. También facilitando los desplazamientos a las personas con movilidad reducida con camas articuladas, andadores, sillas de ruedas y grúas para solventar los problemas de las 6.000 viviendas sin ascensor.
“Estamos desde el primer día dando respuesta a la emergencia. Seis sedes de Cruz Roja están destrozadas, tenemos personal afectado, muertos en las familias de nuestros voluntarios. Nosotros también fuimos damnificados, desde el primer momento se movilizaron apoyos de cruces rojas de toda España, como esta de Ciudad Real”, comenta.
Dolida por “las mentiras y los bulos que tuvimos que soportar”, confía en que “la verdad prevalezca. Nosotros estuvimos, estamos y vamos a continuar con nuestro plan a tres años”.

Camas articuladas a una pareja de nonagenarios
Ver que la situación mejora aunque sigue habiendo mucha necesidad, ha sido lo mejor. Destaca la entrega de unas camas articuladas a los padres de 95 y 97 años de un señor agradecidísimo por la ayuda. Los nonagenarios pasaron solos la noche de la dana en su casa de Paiporta. El anciano no ha vivido nada igual en sus casi cien años y se ha quedado tocado emocionalmente.
El caso de esta pareja es paradigmático de cómo ha sufrido la gente mayor. Son los mayores los que suelen vivir en casas de planta baja y más antiguas, las que más se inundaron. “He estado en Aldaia y la situación en general es mejor. No es cierto que no hayan llegado ayudas. Las personas lo pasan mal pero las calles están limpias, se puede transitar, te puedes mover de un sitio a otro”.
Alguna montaña aislada de coches
No se ven las montañas de coches del principio, alguna aislada, “pero no aquellos cementerios de coches de varias alturas. A Paiporta no se podía acceder a ningún sitio, te perdías buscando casas afectadas porque había coches obstaculizando las calles”.

Rehabilitación de viviendas
Cruz Roja también está rehabilitando viviendas, ocho en Aldaia. Naharro visitó la casa de un matrimonio de 80 años, el varón con Alzheimer. La tromba de agua entró por las dos puertas de su vivienda, que da a dos calles, “y la señora todavía llora recordando cómo se subió al capó de un coche con su marido para salvarse. No sabe cómo lo hizo, pero estuvo cinco horas de pie esperando el rescate, sujetando a su marido, completamente empapados”. Cien días después sigue reviviendo aquello. “Cuando estuve en la casa estaban los carpinteros, el matrimonio vive temporalmente con sus hijos. Me dijo que no podía parar de revivirlo”.
Ayudas para reactivar negocios
Otras ayudas de Cruz Roja se destinan a reactivar negocios, “perder tu vivienda es duro pero si además no tienes sustento, algo que le ha pasado a miles de negocios. Damos apoyo para que la gente vuelva a empezar”.
A los damnificados les han llegado también donaciones privadas, de la Generalitat, etc, “están recibiendo ayudas, por eso las personas están mejor. Los pueblos, depende, en Paiporta la vida se nota que no es normal. Ni en Paiporta ni en Aldaia tiene sede Cruz Roja, la perdieron en la riada, el servicio lo prestan en unos barracones en la calle. “Allí hemos atendido a la gente”.
La mejor ayuda, una aportación económica
Para los interesados en ayudar a los afectados recomienda aportar dinero a las organizaciones no gubernamentales que están allí. “Cruz Roja está haciendo mucho, tenemos una cuenta de ayuda a la dana para rehabilitaciones, compra y entrega de electrodomésticos y apoyo psicológico, muy necesario sobre todo para los mayores que viven en soledad. Muchas de estas personas iban a Cruz Roja a hacer algún taller o a socializar con alguna actividad, ahora no salen de casa”.
Otro servicio que funciona es ayudar a la gente de movilidad reducida a salir de casa porque no hay ascensor. Casos muy llamativos han sido el de Iván Alemany, un tetrapléjico de 35 años de Catarroja que no había salido a la calle desde el 29 de octubre, porque vive en un edificio con el ascensor inutilizado. Cruz Roja le llevó una silla oruga y le ayudo a salir por primera vez a primeros de febrero. “Son cosas menos visibles de las que hacemos cientos cada semana”, dice Naharro.
Ahora la limpieza, aunque sigue la UME en el terreno, no es la prioridad. “Quedan garajes por limpiar pero lo prioritario es la gente”.
A Celia la han acompañado desde Ciudad Real un voluntario, Lorenzo, y otro miembro del personal laboral, Gabriel. Estuvieron una semana en Aldaia con un equipo de una veintena de personas de distintas Cruz Roja de España.
Naharro tiene vínculos de amistad con Valencia. Estudió integración social de manera semipresencial en la Universidad de Valencia. “He ido mucho a Valencia y fui voluntaria, como personal de Cruz Roja, cuando pasó todo. Después de lo que viví en noviembre quería regresar, lo necesitaba, y he vuelto reconfortada, al comprobar las mejoras y con la posibilidad de ayudar desde otro lugar”.

«Lo dimos todo allí desde el primer momento»
Lo que más le ha dolido como trabajadora e implicada en Cruz Roja es “que dijeran que no estábamos allí. Estuvimos dándolo todo desde el primer momento, ver esa desinformación, el estercolero en el que se convirtieron las redes esos días, ha sido muy doloroso”.
Naharro también valora el apoyo que ha tenido como desplazada voluntaria de la organización a Valencia en estas dos etapas y no descarta una tercera. “La primera vez fui con incertidumbre y un poco de miedo, pero estuve muy arropada sabiendo que formo parte de una familia. Está bien ayudar, pero mejor dentro de una estructura y con organización”.