El reloj da las cinco y media de la madrugada, y el camión de la basura sale de la planta de Ciudad Real para cubrir la ruta entre Alcolea de Calatrava, Piedrabuena, Luciana y Picón. Es viernes y también toca el entorno de la Tabla de la Yedra. Rocío Medina, la única mujer basurera de la agrupación de Ciudad Real del Consorcio de Residuos Sólidos Urbanos, RSU Medio Ambiente, calcula que terminarán pasada la una y media del mediodía. Junto a sus compañeros Pedro Yébenes y Sergio de los Reyes, tiene por delante recoger alrededor de 450 contenedores de basura. Los tres garantizan la recuperación de los residuos, su tratamiento y el reciclaje tan imprescindibles en la conservación del medio ambiente y la sostenibilidad.
Eligió la profesión de basurera por economía. “Era madre soltera y tenía que sacar a mis hijas adelante. Ahora la verdad que estoy muy contenta”, cuenta. Rocío entró en RSU de Ciudad Real hace catorce años y, aunque ser basurera probablemente no está en el ‘top 10’ de las profesiones más populares, ni tampoco tiene muchos referentes femeninos, lo cierto es que “es cuestión de acostumbrarse” y le gusta. Su papel en los objetivos de desarrollo sostenible de la Agenda 2030 es fundamental, pues forma parte del engranaje del tratamiento y el reciclaje de los residuos en un mundo que camina hacia la “economía circular”. La posición de Rocío es en una de las plataformas que tiene detrás el camión, y es la encargada de mover los contenedores, colocarlos y activar el funcionamiento de la recogida.
En la provincia, RSU tiene seis estaciones de transferencia, en Ciudad Real, Valdepeñas, Almodóvar del Campo, Villanueva de los Infantes, Almadén y El Robledo, que cubren 26 circuitos de recogida, y aparte el Centro de Tratamiento de Residuos de Almagro, donde también hay planta de reciclaje, compostaje y de afino. Rocío cubre también la ruta de Malagón y sus aldeas, y hace rutas nocturnas, una de ellas, la de Miguelturra. Su preferida es la de Malagón, pero la ruta de Piedrabuena también es cómoda; allí están alrededor de dos horas y media, aparte de 50 minutos en Alcolea, 45 en Picón y 30 en Luciana. Cuenta que nunca tiene hora de llegada, pues “todo depende del tráfico y de las averías”. En invierno, cuando las manos acaban como el hielo, los minutos se alargan y desde la plataforma hay pocas ganas de charla.
La ruta, el trabajo y los compañeros
El más veterano del grupo, Pedro Yébenes, es el encargado de conducir el camión. No lleva mapas, pues dice que se sabe las rutas y las calles de Piedrabuena y Luciana “con los ojos cerrados”. Este ciudarrealeño, que entró en el RSU en 1992, habla de la tremenda rozadura que le hicieron las botas a Rocío en su primer día de trabajo. Acabó que “no podía andar”, aparte de “asustada”, porque el camión le daba “miedo e inseguridad”, sobre todo al bajar de la plataforma. Dice la basurera que lo primero que preguntó es si no había arneses para ir agarrada. Una semana y media después ya estaba acostumbrada a seguir el ritmo del vehículo: es como si fuera una moto, hay que jugar con las piernas, “si el camión va para la derecha tienes que flexionar esa pierna y al revés”.
En paralelo va Sergio de los Reyes, que entró a su vez en RSU y que confiesa que tienen una relación “muy buena”. “Es genial trabajar con Rocío”, dice. Con él se coordina para ganar en agilidad: unos días Rocío se dedica a colocar los contenedores en su sitio para descarga y Sergio a echarlos con la botonera. Además, se distribuyen la recogida de contenedores según estén situados a izquierda o a derecha, con el fin de ganar tiempo. Desde que no pueden ir en el habitáculo del camión tres personas, debido a la crisis del Covid, utilizan una furgoneta para ir de pueblo en pueblo, antes de colocarse en la parte de atrás del vehículo. Aquí también se turnan.
Desde la botonera el funcionamiento del camión es fácil. Rocío explica que el botón inferior es para bajar el “eleva contenedores” y el de arriba para subirlo. Aparte hay otro para activar la recogida de la basura y, “una vez que hace el juego la pala, inmediatamente tu pisas el estribo y para automáticamente”. El camión, que tiene un volumen de alrededor de 14.000 kilos, prensa y acumula la basura, antes de llegar a la planta donde descargan en unos pisos móviles que después acaban en el vertedero de Almagro. Todos los camiones de RSU en Ciudad Real son iguales, excepto algunos como los de El Robledo, de menor tamaño y más manejables para las calles estrechas de los pueblos del entorno de Cabañeros. En total, el Consorcio dispone de 27 vehículos.
Aprender a tirar la basura
Contenedores diferenciados para el plástico, el vidrio, el papel y cartón, y para la materia orgánica. Rocío afirma que “la ciudadanía está cada día más concienciada con el respeto al medio ambiente y el reciclaje”. “Los contenedores verdes y amarillos siempre están llenos”, admite. En los próximos años, todos los de materia orgánica serán grises, para evitar confusiones con los del vidrio. El RSU de Ciudad Real confirma que, en los últimos años, por ejemplo, la recuperación del papel y el cartón ha crecido un 61,14 por ciento, la recogida en el contenedor de vidrio aumentó el año pasado en un 16,27 por ciento, y en los cuatro primeros meses de 2020 la cifra de envases ha llegado a las 1.596 toneladas, lo que supone 127 más que en el periodo anterior. En toda la provincia hay más de 20.000 contenedores repartidos y, de ellos, alrededor de 16.000 son de materia orgánica.
Al llegar a la calle Río de Piedrabuena, los basureros son incapaces de mover uno de los contenedores de 800 litros –también los hay de 360-. Las conductas incívicas existen pese a la mayor concienciación y todavía hay vecinos que echan escombros a los contenedores, muebles y animales muertos. En este caso el contenedor está lleno de escombros y Rocío explica que “no se puede vaciar, porque se partiría”. Enseguida aparece un operario municipal decidido a resolver el problema. También hay personas que dejan las bolsas o basura esparcida alrededor de los contenedores, y de manera paradójica, sobre todo en entornos naturales, como la Tabla de la Yedra o el río Bullaque en Luciana.
Entre los residuos más desagradables que encuentran casi a diario en los contenedores está el aceite del coche, los orines de la gente que tiene sondas y animales muertos. Los trabajadores cuentan que “los furtivos echan las tripas, las pieles y las cabezas de los animales, todo el desecho”. Sergio hasta encontró una camada con 5 mastines vivos en los contenedores que están detrás del Playa Park de Ciudad Real. Su reacción fue resguardarlos y al terminar el circuito tuvo que llevarlos a la protectora La Bienvenida. El grupo lamenta que los materiales no permitidos y que deberían acabar en Puntos Limpios suelen aparecer en contenedores que están en sitios “escondidos”, muchos de ellos en entornos naturales.
En el Día Mundial del Medio Ambiente, que se celebra este 5 de junio, los basureros de la provincia recuerdan las normas que hay que seguir al tirar la basura. Sergio destaca que “es muy importante tirarla a partir de las 8 de la tarde, cuando refresca”. El peor favor que puede hacer una persona al basurero es echar residuos una vez que ha pasado el camión. Además, Rocío insiste en que “la basura hay que echarla en bolsa, cerrada, nunca a granel”, pues cuenta que “en los pueblos es muy habitual que la gente barra la calle y eche directamente la basura al contenedor, o que vacíen los cubos de la ceniza de las estufas”. Cuando una persona echa a un contenedor “restos de barredura”, el polvo se proyecta y los trabajadores lo inhalan. Por eso critican mucho la colocación de árboles plataneros en las zonas verdes de las ciudades, porque el fruto “se desmenuza, entra por todos los sitios, y es como si fuera fibra, te empieza a picar todo el cuerpo”.
La ruta en tiempos del Covid
Pocas cosas del trabajo diario ha cambiado el Covid para estos tres trabajadores que ya estaban habituados a seguir unas normas de higiene “muy estrictas”. La mascarilla ya la llevaban antes, según explica Rocío, “porque hay muchos virus, bacterias y gérmenes en el camión”, pero ahora aparte utilizan continuamente el gel hidroalcohólico y llevan dos pares de guantes. “Cuando llego a la planta, desinfecto con agua y lejía mis botas, y una vez que me pongo las deportivas me lavo las manos, los brazos y la cara”, explica la joven, que aparte desinfecta cada día su coche. Cuando llega a casa va directamente a la ducha y el uniforme lo lava a diario “a 90 grados”. Dice que antes ponía a 40 grados de temperatura el agua de la lavadora para mantener el color, pero ahora toda la ropa, incluida la de calle, la pone al menos a 60 grados.
La incertidumbre sobre la evolución de la pandemia ha pesado desde mediados del mes de marzo en los trabajadores de RSU, que admiten que tenían “miedo”. Ellos siempre han llevado su equipo de protección individual, pero Rocío confiesa que lo han pasado mal. “A nosotros nos ha pasado como al resto de la gente, que dejó de tirar la basura a diario por temor”, expresa. Todos celebran que ningún compañero de la planta de Ciudad Real haya cogido el virus. Solo ha habido alguna baja por formar parte de colectivos vulnerables por patologías previas como el asma.
Desde hace días las tapas de los contenedores además vuelven a estar cerradas. El Consorcio mandó una circular a los trabajadores para que las dejaran abiertas, con el fin de que “la gente tocara lo mínimo posible el contenedor” y así reducir los riesgos de transmisión del coronavirus. Ahora, han recibido una nueva orden, no porque haya pasado la amenaza, sino por los malos olores y las moscas que atrae la basura en los meses estivales.
Más gente en los pueblos y más basura
Si las autoridades sanitarias alertaron de la movilidad que hubo desde principios de marzo de la ciudad hacia los pueblos debido a la crisis provocada por el coronavirus, el aumento del volumen de basura que recoge el RSU lo certifica. Pedro confirma que “la recogida ha aumentado entre 2.500 y 3.000 kilos diarios” en su ruta desde principios de marzo. No solo la huida de madrileños a Castilla-La Mancha lo ha producido, sino que el teletrabajo ha supuesto que muchos vecinos que antes pasaban todo el día en la capital ahora estén en los pueblos, aparte de los trabajadores sometidos a expedientes temporales de regulación de empleo (ERTE) y también los estudiantes por el cierre de institutos y universidades. Así, los pueblos han tenido más vecinos y han estado las 24 horas en el pueblo, que ha recibido toda la basura que generan a lo largo del día.
Por lo tanto, el incremento que sucede cada verano, desde mayo hasta octubre en los pueblos de Ciudad Real, ha comenzado este año antes. Rocío confiesa que “en verano sube muchísimo la basura en los pueblos”, porque “la ciudad se queda bastante vacía y la gente viene a las casas de campo”. Pero existen diferencias hasta por días, de hecho, Pedro explica que, tras el descanso del domingo, “los lunes son dobles”, y también ocurre cuando hay festivos. En este sentido, todos los lunes tienen que hacer intercambio de camión en Piedrabuena, porque llenan dos vehículos de basura. La jornada laboral también aumenta, “por lo menos media hora”.
“Si lo pueden hacer ellos también nosotras”
Desde Picón, y tras descargar los cinco contenedores repletos que hay en el paraje de San Isidro, los basureros emprenden la vuelta hasta la planta de Ciudad Real. Es la estación de transferencia antes del Centro de Tratamiento de Residuos de Almagro, desde donde el año pasado el RSU recuperó 73.768 toneladas de basura, es decir, el 44,98 por ciento del total. El objetivo para este año, de acuerdo a las directrices marcadas por el Gobierno de España, es recuperar “el 50 por ciento de los residuos”. Antes de entrar a la descarga y de despedirse, Rocío aprovecha para hacer un llamamiento a las mujeres para que formen parte de la familia de RSU. “Estoy muy bien con mis compañeros, que todos son hombres, pero también quiero a una compañera. Este trabajo no es tan duro y si lo pueden hacer ellos también nosotras”, concluye a punto de dar las dos de la tarde y con un sol abrasador que anuncia otro verano más de temperaturas extremas para los que alejados del aire acondicionado trabajan en la calle.