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Eduardo Matos: 129.900 fotografías para reconstruir la historia de Ciudad Real

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Luis Morales, el guardián del archivo fotográfico del gran Eduardo Matos / Elena Rosa
Noemí Velasco / CIUDAD REAL
El ex director de la Escuela de Arte de Ciudad real, Luis Morales, saca a la luz el impresionante archivo de negativos de Eduardo Matos, uno de los fotógrafos más reconocidos de la provincia en el siglo XX, testigo gráfico de sus gentes, sus costumbres y el entorno urbano

El archivo de un fotógrafo refleja “la historia de un pueblo”, de sus gentes, de sus costumbres, de sus fiestas, de su vida. Indagar entre los negativos de Eduardo Matos es viajar “por la historia de un lugar, por los personajes que lo habitaron y recorrer la geografía urbana”.

El ex director de la Escuela de Arte de Ciudad Real e hijo de uno de los retratistas más populares de la capital, Luis Morales, saca a la luz los 129.900 negativos del archivo de uno de los fotógrafos más reconocidos de la provincia en el siglo XX, que clama por ver la luz dispuesto a descubrir episodios del pasado.

La fotografía social predomina en unos fondos donde aparecen cientos de miles de rostros anónimos entre los protagonistas de la España en blanco y negro, unos fondos que han sobrevivido al devenir de los años por el esfuerzo personal de un particular.

A principios de los 90, la destrucción del legado de otro fotógrafo ciudarrealeño, Vicente Rubio, tuvo la culpa de que Luis Morales echara el ojo a este archivo. El profesor, también fotógrafo, cuenta que se le abrieron los ojos “de par en par” al contemplar que el estudio del siglo XIX del que considera “uno de los mejores fotógrafos que ha tenido la provincia”, con cámaras, miles de placas y laboratorio de la época, había sido engullido “por los dientes de metal de la buldócer”, como el resto de su vivienda modernista de la calle Ciruela.

Era el “boom de la construcción” y confiesa que “a todas las calles le faltaba algún diente”, símbolo de la pérdida del patrimonio. Unos años antes, un joyero amigo de su padre, Gaspar, ya le había avisado de que la joya estaba abandonada a su suerte en las cercanías de la plaza del Pilar, y decidido a que no pasara lo mismo con la de Eduardo Matos llamó a su puerta. “No podíamos permitir que su archivo desapareciera”, confiesa.

El “salvador” del archivo

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Negativos del reportaje ‘Quijotes modernos’ de Eduardo Matos / Elena Rosa

Con una fotografía en blanco y negro de las Lagunas de Ruidera en la mano, donde se aprecian unos garabatos, Luis Morales recuerda el día en el que Eduardo Matos le cedió todo su patrimonio fotográfico, de interés histórico, social, político y cultural. “Para Luis Morales depositario y salvador de mi archivo con un agradecido abrazo” se puede leer en la imagen, a la que siguió la firma del documento de traspaso de la propiedad física e intelectual, por Eduardo Matos, Luis Morales y Emiliano Moya como testigo.

No fue fácil convencerlo de la cesión, pues el profesor cuenta que Eduardo Matos era bastante “terco” y en principio pretendía donar todo el material a la ‘Obra’ del Opus Dei, al que pertenecía, para que hiciera un museo. Desde el primer momento, Luis Morales tuvo sus dudas y al final consiguió el siguiente acuerdo: se haría cargo del archivo a cambio de “un dinero” que le sirviera para pagar las facturas. Eduardo Matos tenía un caserón muy grande y frío, y su único interés al final de la vida era “estar caliente”.

Así empezó a trasladar cajas y más cajas de negativos hasta su casa durante cinco años. Luis Morales cuenta que cada vez que visitaba al fotógrafo aprovechaban para “hablar, leer y discutir”. También pasaban tiempo en el laboratorio entre botes de químicos y les gustaba ver las cámaras y las ampliadoras.

El ex director de la Escuela de Artes, que nunca estuvo delante de la cámara de Eduardo Matos y que reconoce que ni él ni su padre le influyeron en la fotografía, admite que los negativos hasta entonces habían permanecido en un almacén muy precario, en una sala con mucha humedad, donde “corrían el riesgo de ser pasto de los hongos”.

Como todo buen tesoro, el archivo además encierra un misterio. Cuenta Luis Morales que un día un amigo suyo le advirtió que alguien, de forma paralela, “se estaba llevando cosas de la casa de Eduardo Matos”. Entonces no supo quién, pero qué sorpresa tuvo cuando a los meses de su muerte hubo una exposición y un libro donde aparecieron, entre otras, las fotografías de la popular cacería del dictador Francisco Franco en la finca de la Encomienda de Mudela.

El enigma de cómo llegaron estas fotografías “a manos ajenas” está aún sin desvelar. “Aquí solo vienes tú, Emiliano Moya y una persona que me ayuda en la ducha y que me compra el ABC por 5.000 pesetas todos los meses”, le confesó Matos al fotógrafo, que considera “sagrada” su palabra.

De la metrópoli a la España rural

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El ex director de la Escuela de Arte de Ciudad real, Luis Morales, saca a la luz el impresionante archivo de negativos de Eduardo Matos, uno de los fotógrafos más reconocidos de la provincia en el siglo XX, testigo gráfico de sus gentes, sus costumbres y el entorno urbano

Sociable, culto y religioso era Eduardo Matos, que llegó a Ciudad Real un día después del alzamiento militar de 1936 y que decidió asentarse en esta población pequeña, de interior y un tanto rural que nada tenía que ver con la metrópoli de Barcelona, ciudad donde creció y descubrió la fotografía.

Sin duda, el estallido de la Guerra Civil marcó su vida, de hecho, tuvo que huir de la ciudad condal el mismo día del golpe y su padre, que tenía un cargo relacionado con el orden público, fue asesinado. Su ubicación en Ciudad Real, según señala Morales, pudo estar relacionada con su empleo en una compañía de seguros, que compatibilizaba con el periodismo, del que llegó a decir que como profesión era “algo ruinoso”.

En esta provincia también encontró el amor, se casó con Sacramento López Arroyo y fraguó muchas amistades. Lo cierto es que pronto abrió un estudio de fotografía en la Avenida de los Mártires, actual calle Alarcos, por donde pasó gran parte de la sociedad ciudarrealeña de la época, la misma que lo nombró Ciudadano Ejemplar en 1995, unos meses antes de su muerte a los 91 años.

El protagonista de esta historia era tuerto de un ojo, que perdió cuando hacía el servicio militar en el castillo de Montjuic, pero que no le impidió dedicarse a la fotografía, “porque solo hace falta un ojo para enfocar y tirar”. Además era un apasionado de “hablar, discutir y llevar la contraria”, porque según reconoce el guardián de sus fondos, “sacaba punta a todo”.

Al Gran Casino de Ciudad Real en el Paseo del Prado acudía a leer el periódico y a las tertulias, para hablar de política, de la Virgen y de los santos. Luis Morales comenta que a este gran salón donde tocaba el piano su tío, Joaquín Bermúdez, para amenizar las tardes, iba “la flor y nata de Ciudad Real”, médicos, jueces y militares.

Contando placas y películas de gelatina

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Miles de cajas con negativos se apilan en las escaleras de la casa de Luis Morales / Elena Rosa

Retratos, gente, manifestaciones populares. La fotografía social domina en los negativos de Eduardo Matos, donde destacan las instantáneas de las aguadoras, los chicos con tirachinas o el limpiabotas. Sin embargo, a la posteridad han pasado aquellas que tomó el 18 de octubre de 1959 en la Encomienda de Mudela.

Francisco Franco Arias-Salgado, primo hermano del caudillo, cuenta en un libro autobiográfico que aquel día el gobernador civil de Ciudad Real, José Utrera Molina, puso a tiro 4.601 aves para el dictador, que protagonizó “la mayor matanza de perdices de la historia de España”.

Eduardo Matos fue el encargado de inmortalizar el dantesco escenario: Franco y toda su corte, incluida su mujer, posaron en medio de un tremendo rectángulo formado por las perdices muertas emparejadas de dos en dos. Los negativos que permanecieron en el Ministerio de Información hasta 1983 como “secreto de Estado” forman parte hoy de la colección que posee Luis Morales.

El General Primo de Rivera, Companys, Calvo Sotelo, Lerroux, Gil Robles, Azaña y hasta el cardenal Pacelli, más tarde elevado a Sumo Pontífice de la Iglesia Católica con el nombre de Pío XII, pasaron también por delante de su cámara en la época de Barcelona, aunque pocos negativos quedan en el archivo de Ciudad Real, aparte de algún retrato de actrices y actores del momento.

Además de codearse con José Ortega y Gasset, Miguel de Unamuno, Antonio Machado, Vicente Navarro y otras personalidades del mundo intelectual, cuentan que Eduardo Matos mantuvo amistad con el rey Alfonso XIII, del que guardaba algunos objetos personales, como un cigarrillo que le regaló en el transcurso de una entrevista.

El reportaje del diario ‘Las noticias’ de Barcelona, fundado en 1896, es uno de los más llamativos de toda la colección. Recorre todas las instalaciones de este periódico que fue el segundo más leído de la ciudad condal después de ‘La vanguardia’ y que llegó a tener una tirada de 50.000 ejemplares hasta su desaparición al final de la Guerra Civil, tras posicionarse a favor de la izquierda.

Los repartidores, la redacción, la zona de administración, la linotipia con las tejas de plomo, estaño y antimonio, aparecen en este reportaje donde destaca una fotografía del exterior, abarrotado de gente que sigue con atención las series de números colgadas en la fachada por el día del Gordo de la Lotería de Navidad. En este periódico coincidió con Luis Marsillach Burbano, padre del reconocido actor y director de teatro Adolfo Marsillach.

Ciudad Real y sus gentes

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Luis Morales enseña las placas de cristal del archivo / Elena Rosa

Una vez asentado en Ciudad Real y alejado de la prensa, los retratos formaron parte de su día a día en los estudios de la calle Alarcos y Caballeros. Allí iban señoritas, jóvenes que hacían la mili y familias enteras, aunque una de las curiosidades del archivo de Eduardo Matos es que “el grueso” son fotografías de carné. Luis Morales explica que, “al terminar la Guerra Civil, Franco quería tener a la población controlada, por lo que inventó el Documento Nacional de Identidad”.

En 1944, el dictador decidió que todos los españoles tenían que tener un documento para identificarse y el número uno fue para él, como jefe del Estado. A partir de entonces, Eduardo Matos empezó a recorrer la provincia en taxi, porque “nunca tocó un volante”, para colocar las caras de los ciudarrealeños en aquel primer carné de color verde, en el que aparecía la profesión, el cargo y hasta la situación económica del titular.

Entre algunos retratos positivados en la actualidad por Luis Morales, destaca el militar con bayoneta, la monja y algunas imágenes relacionadas con oficios tradicionales, como los segadores, el vendedor de bacalao, la vendedora de melones o el sembrador.

También ha sobrevivido al paso del tiempo ‘Quijotes modernos’, un reportaje de la Guardia Civil en los molinos de Campo de Criptana allá por los años 60, donde los agentes posan a caballo y protagonizan alguna escena curiosa. En una de las fotografías, un guardia civil enseña de rodillas a un niño a hacer la señal de la cruz. Otra serie es la del convento de San José de Malagón, con monjas de clausura, que aparece “vacío”.

Aquella “magnífica” cámara Rollei de medio formato 6×6 era “la que más le gustaba”, siempre la llevaba colgada en cada trabajo, en cada viaje, en cada colaboración para Lanza o para el Boletín de Información Municipal del Ayuntamiento de Ciudad Real, pues Matos era fotógrafo profesional y aficionado.

‘Alfa y omega’ u ‘Hora de estudio’ nada tienen que ver con los efectos conseguidos con el bromóleo por los pictoralistas, con los que estuvo muy relacionado Eduardo Matos en sus inicios. Aprendiz aventajado del fotógrafo internacional Rafael Areñas, luego él hizo lo propio con otros retratistas de la provincia, como Manuel Herrera Piña, Benito Puebla o Inocente Fernández Gallardo.

Muy presente estaba la fotografía religiosa en el laboratorio, pues el autor era muy creyente y de derechas. Por ejemplo, hay negativos de una procesión de la Semana Santa de la capital a su paso por la calle Alarcos, donde estaba ubicado el antiguo seminario, y hay una fotografía movida de la Virgen de la Encarnación “que le encantaba”.

En 1985 fue el único reportero autorizado en fotografiar la misa del Corpus Christi en Ciudad Real a la que asistió Juan de Borbón y hasta le propusieron ser el “fotógrafo exclusivo” del templo, cosa a la que renunció porque consideraba que “no era ético” para la competencia. Entre fotografías de Acción Católica y muchos seminaristas, aparece una original de la última corporación del franquismo en Ciudad Real, capitaneada por el último gobernador civil, Andrés Villalobos Beltrán, que aparece junto a Emilio Arjona o Eloy Sancho.

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Negativos del convento de las monjas de clausura de Malagón / Elena Rosa

Sin duda, las fotografías de Eduardo Matos hacen una radiografía de la “geografía urbana” de Ciudad Real entre los años 50 y 70, como testigos del devenir de edificios y comercios. En blanco y negro aparece el edificio de Telefónica en la plaza del Pilar, la Escuela Normal de Maestros de Ciudad Real, el Teatro Cervantes, la farmacia de Diego Peris en la calle Feria, la pescadería Castillo de la plaza Mayor y la antigua fábrica de chocolate en el barrio de los Ángeles.

También están edificios de la provincia, como la casa refugio de La Falange, según explica Luis Morales, “donde iban los del régimen a descansar”, en Horcajo de los Montes, o la plaza de toros Santa Cruz de Mudela, pues también coqueteó con la fotografía taurina.

Al día de todas las innovaciones, el archivo de Eduardo Matos incluye películas de gelatina y placas de cristal de diferentes formatos: viajan del pequeño al grande, e incluso hay de corte panorámico. Hasta el final de sus días utilizó el blanco y negro, aunque también investigó con el color, dicen que fue el primer fotógrafo de Ciudad Real en utilizarlo a partir de los 70.

Las más numerosas son las películas de gelatina en blanco y negro, de las que hay 88.131 en formato de 4×6 centímetros y 19.588 de 6×9 centímetros. También hay de otros tamaños: 1.287 de 13×18, 1.770 de 10×15, 2.350 de 9×12, 1.607 de 6×6 y 5.964 de 24×36 milímetros. En color sobre todo hay de pequeño formato: hay 6.395 películas de gelatina en color de 24×36 milímetros.

Conservadas tal cual las tenía Eduardo Matos, clasificadas por tamaños en cajitas, también hay 16 placas de cristal de 13×18, 108 de 10×15, 122 de 9×12, 589 de 6×9 y 45 de 4×6 centímetros. Aparte de alguna fotografía original revelada en aquel papel brillante que se llevó a mitad del siglo XX, Luis Morales conserva un par de libretos de registro, con nombres de clientes y números de negativos.

La divulgación del patrimonio

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Luis Morales enseña la fotografía de las Lagunas de Ruidera donde le prometió la cesión de todo su patrimonio Eduardo Matos / Elena Rosa

Dos archivos de fotografía analógica quedan hoy en día en Ciudad Real en manos de particulares, el de Manuel Herrera Piña y el de Eduardo Matos. Ambos claman por salir a la luz, para “reconstruir la historia”, con la esperanza de que alguna administración ponga en funcionamiento los engranajes necesarios para que salgan del baúl de los recuerdos.

Desde la muerte de Eduardo Matos, el ex director de la Escuela de Arte ha estado encargado de “catalogarlo, cuidarlo y que no se pierda”, pero Luis Morales insiste en que “alguna institución debería tomar cartas en el asunto antes de que se pierda”. No solo se trata de guardarlo, sino de estudiar y analizar, de que “geógrafos, antropólogos e historiadores” sean capaces de rescatar toda la información gráfica que esconde cada imagen.

De momento solo ha habido tomas de contacto sin frutos con diversas entidades y, entre las personas que han manifestado su interés por el archivo, Luis Morales hace referencia al expresidente de Castilla-La Mancha, José María Barreda, y al profesor de Geografía de la UCLM Félix Pillet. Todos los que lo conocen piden a gritos su divulgación.

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