He amanecido confundida. La noche ha sido mala. Los sueños no gratos han poblado el mundo del descanso. Todo da vueltas mientras trato de ordenar mis pensamientos. Pero en las estanterías de mis sentimientos todo está revuelto y no hay manera de aclararse.
He pasado unos días extraordinarios junto a personas excepcionales. Personas diferentes porque siguen en su senda de superación que les ha conducido a ser opuestos por lo alto.
Han cerrado la enciclopedia de las miserias, en la que no se exige el esfuerzo sino, en muchas ocasiones, la degradación.
Se han alejado de tanto farsante que no siente vergüenza de mentir y contradecirse. De esta sociedad desorientada donde se intenta imponer, como pan diario, la mala educación. Esa señora que rebaja a lo doloroso la convivencia. Se ha instalado, como progresista, la vulgaridad llevada a extremos insospechados.
Y se dice que somos libres.
Y los verdaderamente libres se van apartando de esta masa amorfa que ahora llena los medios de comunicación. Maravillosos medios de comunicación que a tanto han llegado y que están siendo profanados al hacerlos servidores de la mentira, la grosería y los viles manejos personales y colectivos de parte de la sociedad.
Es tan poderosa que está consiguiendo destruir la verdad de lo sencillo. Son ladrones del equilibrio y la paz.
Yo me voy a mi mundo. No es de ricos ni de pobres. Es de seres humanos que huelen a savia de vida. Que no venden al amigo ni al vecino.
A ese mundo que la mentira no logra destruir. Pero que no es noticia.
Yo necesito caminar junto a los luchadores por la generosidad. Los que siempre tienen en su casa, para los demás, un pan y un beso.