E.M.H., el cuarto marroquí detenido el año pasado en Almuradiel por pertenecer a una banda de robos en el campo, ha aceptado hoy ante la Audiencia Provincial cuatro años de cárcel por robo continuado y pertenencia a organización criminal.
De 42 años, E.M.H. ha preferido aceptar un condena nada pequeña a ir juicio y enfrentarse a los nueve años de cárcel que pedía para él la fiscalía, un pena comparable a un homicidio, en lo su abogado defensor Santiago Ballesteros considera un exceso del Código Penal vigente.
“Se criminaliza la pobreza”
“Creo que en este tipo de delitos contra el patrimonio se criminaliza la pobreza, el Código Penal no se puede reformar a golpe de telediario y dejar de lado el principio de proporcionalidad. No se pueden equiparar delitos contra los bienes de las personas con los que se cometen contra la vida”, remata Ballesteros.
Como hicieron el jueves sus compañeros C.S., R.F y S.D., los tres en prisión preventiva desde hace dieciocho meses cuando fueron detenidos por la Guardia Civil en Almuradiel, E.M.H. ha aceptado la condena con un matiz: prefiere cumplir los cuatro años de cárcel en España en vez de ser expulsado.
Los otros tres condenados serán expulsados a Marruecos con la prohibición de volver a España por ocho años, una vez cumplan dos años de cárcel.
Los cuatro marroquíes implicados en este caso han reconocido haber perpetrado una decena de robos en casas de campo y explotaciones agrarias de Cózar y Almedina (en noviembre de 2016) y meses más tarde (finales de marzo, primeros de abril de 2017) en fincas de Manzanares y Valdepeñas.
La banda, a la que pertenecen más personas que no han podido ser identificadas en la investigación, se desplazaba desde Níjar (Almería) aprovechando la Autovía del Sur (A-4) para robar motores de riego en la provincia de Ciudad Real, llevarlos a Almería, y venderlos allí o en Marruecos sin levantar sospechas.
Bandas muy escurridizas
Se trata de una práctica muy habitual de bandas similares que traen de cabeza a la Guardia Civil de las comunidades más rurales en los últimos ocho años, por su capacidad para escabullirse tras hacer mucho daño en pocas horas (de madrugada y en enclaves solitarios).
En este caso la Guardia Civil pudo obtener pistas porque en uno de esos golpes, en noviembre de 2016, tuvieron que dejar una furgoneta atascada en el barro en Almedina.