“Creo que el hombre ha encontrado en el vino una metáfora de la exaltación de la vida y, para nosotros, los escritores, de manera más concreta, el vino reproduce la misma exaltación de la realidad que buscamos cuando hacemos literatura”. Así lo ha reconocido el escritor oscense Manuel Vilas, autor de la exitosa novela ‘Ordesa’, que ha participado esta mañana en la actividad ‘Vino y Cultura’, patrocinada por Bankia y presentada por el también escritor y director de la Feria, Manuel Julià.
Vilas, quien ha reconocido que el humor le ha acompañado toda su vida “tal vez por mi condición de aragonés, hasta tal punto, incluso, que ese humor es provocado en aquellos momentos en los que he querido transmitir dolor con algunos de mis textos”, ha recordado que la relación del vino con los clásicos “es amplísima”, algo relacionado, en su opinión, con la idea de que es un estimulante más vinculado a la escritura que el café o la cocaína, por ejemplo. “El vino permite completar ese grado de plenitud que a veces le falta a la realidad, del mismo modo que los escritores completamos con nuestras palabras lo que falta a la plenitud vital”. De este modo, “esa plenitud de la literatura conectada con la de la vida coinciden con la del alcohol”, como ha subrayado.
Durante su intervención ha recordado que fue Baudelaire quien más pensó en la relación entre el vino y la vida, “pues, como hedonista que era, se daba cuenta de que el vino ensanchaba la voluptuosidad y la capacidad para estar feliz, persiguiendo un mundo en el que la belleza, la tensión estética y la ebriedad que es perfección en la vida eran protagonistas”.
En su recorrido por la literatura y el vino en la historia ha recordado que otros escritores como Raymond Carver, Scott Fitzgerald o William Faulkner tenían querencia por el alcohol, pero más allá del vino y de una manera distinta a la de Baudelaire, a quien le interesaba el vino como gran referente de la idea elevada de la vida, en su búsqueda constante de lo perfecto.
Para cerrar su intervención ha recordado una anécdota vivida con un escritor norteamericano amigo, cuyo nombre no ha desvelado, para quien el parecido entre el vino y la literatura es claro: “Ni el vino ni el arte son necesarios, no son imperativos y por eso los amamos tanto, porque nos adornan la vida. Sin ellos la vida sería un aburrimiento”.
Manuel Juliá, en su presentación, ha dejado claro que prima su visión como “lector voraz, pues cuando encuentro un escritor que me gusta, lo rastreo todo y lo leo, de tal manera que, al terminar me queda un vacío enorme que es difícil llenar”, algo que reconoce haber vivido con Vilas.
Julià leyó ‘Ordesa’ partiendo del conocimiento de la poesía de Vilas y su capacidad para hacer literatura sin etiquetas, en las que prosa y poesía ocupan espacios no lineales. Además, también valora mucho del autor su capacidad para convertirse en un personaje con su propio nombre, incluso, y jugar con ficción y realidad “escribiendo con una autenticidad espectacular y versos rotundos”. Julià, como ha explicado, divide a los autores, no la manera de Harold Blom, que los separa entre autores ‘shakespearianos’ y los que no lo son, “sino entre los que me emocionan y los que no”. Y, en este sentido, reconoce la emoción que le produce la escritura de Vilas “porque gana la batalla contra el tiempo: consigue que mande sobre él quien escribe. Él está al mando y lo demuestra”.