El lenguaje geométrico y los planos de color con referencias al hábitat de las personas del artista Bernabé Gilabert protagonizan la nueva muestra que exhibe desde este viernes el Museo López-Villaseñor, donde se pueden presenciar en tres salas más de setenta obras del autor valdepeñero.
En la primera sala, retrata el desnudo interior de casas ocasionado por la piqueta o la retro, mostrando imágenes casi ‘impúdicas’ de paredes de colores y restos de tabiques y hastiales que formaron parte del cofre de privacidad de esos hogares. Después de albergar multitud de vivencias parece que les pilló in fraganti, de sopetón, una visibilidad exterior para las que no estaban preparadas.

Una maqueta recrea las obras pictóricas inspiradas en este ‘desnudo’ urbano en la primera sala, mientras que en la tercera tres vitrinas cobijan más de un centenar de fragmentos de paredes que, como últimos testigos y abocadas a un repentino vacío, han quedado curiosamente ‘en pie’ como vestigios de casas tiradas. Estos fragmentos están recogidos “desde 2018 hasta hace cuatro días” en multitud de lugares, desde Jordania a Madrid, pasando por Valdepeñas y Almagro.

Aparte de la atracción plástica de esas paredes con tonos muchas veces pastel que formaron parte del postrero ‘corazón partío’ de esos hogares, sajados como un helado de corte, está el rastro de la vida que guarecieron.

La geometría y abstracción continúa en la segunda sala con la recreación de combinaciones de colores y disposición de zócalos, ya en el exterior de las viviendas, conformando composiciones de una belleza que apela a lo casual y que recuerdan a Mondrian, el constructivismo e informalismo.
En cuanto a la tercera sala, ubica en ella sus últimas obras en las que investiga sobre el espacio adquiriendo lo plano profundidad y fondo con el juego de geometrías y sombras.