Comenzó el acto litúrgico con el canto de entrada, dando paso a la procesión sacerdotal presidida por nuestro Pastor. Tras la monición de entrada, leída por el delegado diocesano y nacional de los “rutas”, -escala scout anterior a la de responsables-, que justificó la presencia en el templo catedralicio por ser la “Iglesia Madre” de la diócesis, se leyeron pasajes del Libro del Génesis, -la Creación del Mundo, y concretamente de la luz-, y el prólogo del Evangelio de San Juan.
En su homilía, Gerardo Melgar nos dejó una idea clara: La Luz, -con mayúsculas-, que es Cristo, tiene que nacer en nuestros corazones, para así nosotros poderla llevar por todo el mundo.
La Luz de Belén, que fue recogida por los “rutas” de nuestra provincia el pasado domingo en Guadalajara, -en su peregrinar-, e introducida en el templo catedralicio por ellos mismos, fue repartida por Monseñor Melgar Viciosa a parroquias, residencias, asociaciones,… y fieles, en general.
Un poco de historia
Haciendo un poco de historia, decir que la tradición de repartir a los pueblos la Luz de la Paz de Belén viene, como mínimo, del final de la Segunda Guerra Mundial, -si bien en nuestra diócesis tiene una trayectoria de siete ú ocho años-, ya que el orbe, en aquel momento, andaba bastante falto de esperanza. En señal de humildad, de sencillez, cada año un niño o niña austriaco recoge esta llama, -La Luz de Cristo-, en el mismo punto donde hace más de dos mil años vino Jesús a la Tierra, por vez primera, y desde allí e irradia, físicamente hablando, a la práctica totalidad universal.