En cierta prensa de nuestra ciudad, por el carnaval del año 1920, aparecen en forma de alabanza y/o crítica, los populares carnavales ciudarrealeños, especialmente celebrados por la ciudadanía capitalina. He aquí recogidos algunos de los mismos:
“Desde hace poco tiempo, han progresado al un
ísono los festejos populares, rivalizando en brillantez la Feria, Semana Santa y Carnaval. La trasformación de este último festejo, sobre todo, ha sido tan radical que del insulto a la tradicional moralidad ciudarrealeña, hemos pasado a una fiesta verdaderamente bella, donde nuestras bellas paisanas tienen ocasión de lucir vistosos tocados que no desmerecen al lado de los exhibidos en poblaciones de nuestro país de mucha más categoría”.
Quizá con el traslado al Parque Gasset, la fiesta habrá perdido su nota de romanticismo que tienen todos los festejos populares, cuando la costumbres las hace rutinarios, a todo lo que signifique mejoramiento. Por eso, decimos, por haber roto con las añejas normas trazadas de los tres días de Carnestolendas, no encontraremos ahora en los carnavales esa hora poética, tal vez dada por el sitio en que se desarrollaba en la vieja calle de Morería, encerrada entre caserones y lóbregas callejas, donde esos días no cesaba el vocerío ensordecedor de las máscaras” (sic).
El comercio en Ciudad Real, a progresado rápidamente, debido a fiestas como esta—decía “Vida Manchega”—, la Cámara de Comercio ciudarrealeña, debe preocuparse de cooperar al desarrollo del Carnaval, concediendo donativos, celebrando exposiciones, poniendo, en fin, cuantos medios estén a su alcance, a las que el Ayuntamiento presta ya demasiado apoyo material.
Ahora este festejo tiene un sabor modernista del que antes carecía, y cada día lo tendrá más al irse considerando el solar antiguo y estéril de los Paseos de Alarcos, en fecundo Parque digno de una capital culta como la nuestra. La otra cara de la moneda en Ciudad Real, se contradecía de lo expuesto hasta aquí. ”En estos años de la década de los veinte, decía otra editorial de prensa; Tenemos en nuestra ciudad, Comedor de Caridad, Cocina Económica, Ropero y Conferencia de San Vicente de Paul, Hospicio y Hermanitas de los Pobres, y, sin embargo, los mendigos callejeros, a la vista de las autoridades, no cesan de molestar a los vecinos que pagan demasiado por sostener instituciones benéficas.
Sabemos que la vagancia es la causa principal de la existencia en Ciudad Real de tanto mendigo. Otro de los tristes espectáculos del que somos testigos a diario, es la numerosa tropa de niños, expuestos durante el día a las inclemencias del tiempo y explotados por los padres.
En otro orden de cosas, el carnaval, sabemos fue en la Edad Media cuando comenzó a utilizarse la palabra “carnevale”, que procede del italiano y hace referencia a esa celebración, que gozó de muy buena acogida en épocas posteriores en España.
No obstante, estuvo prohibido en España durante el régimen surgido tras la Guerra Civil finalizada en 1939. Sin embargo, dicha celebración se continuó desenvolviendo en algunos municipios de nuestra provincia, pues coexistieron con fuerza en numerosas localidades ciudarrealeñas, que no renegaron a su celebración. Pero al hablar de los carnavales de Ciudad Real, no debemos olvidar los celebrados en nuestra capital, ya que la historia nos enseña que allá por el siglo XVII en nuestra ciudad, se estableció un considerable número de moriscos procedentes de las Alpujarras de Granada. Y aquí debemos preguntarnos ¿quedó entonces esta costumbre del carnaval más reafirmada, con mucha mayor fuerza, dentro del ámbito del barrio de la Morería, donde se asentó esta raza tan favorable y proclive a esta costumbre? Algún autor aseguro: “Que la calle legendaria de la Morería, con su romance viejo de moros, rompía el encanto del silencio apacible con la risa alborotada de las gentes”.” Desde este barrio, la algarabía comenzaba por la tarde, ya que en la mañana, el carnaval discurría por Plaza del Pilar, Plaza Mayor y calle Feria.
Pero volvemos a la revista ilustrada “Vida Manchega”, donde en un artículo durante los carnavales de 1920, decía —al irse convirtiendo el antiguo Paseo de Alarcos, en un parque digno, empieza a resurgir y despertar de su letargo… En efecto, con el traslado al dicho lugar (no concluido aún) del Parque Gasset, la fiesta de carnaval habrá perdido toda su poesía. Así concluía la crónica de la prestigiosa revista de nuestra capital, enormemente arraigada ya en la sociedad ciudarrealeña. Así fue, cambió el sitio quizás de siglos por el centro de la ciudad. Efectivamente, el que fuera alcalde de la capital José Cruz Prado, conocido popularmente por Pepe Cruz, se llevó en 1919 al nuevo Parque Gasset las fiestas del carnaval, desarrollándose allí vistosos desfiles de carrozas.
*Miembro de la Real Asociación Española de Cronistas Oficiales