El Alarcos ibérico, aquel poblado que alcanzó su esplendor entre los siglos IV y II antes de Cristo, aunque eclipsado por los restos de la batalla medieval de 1195 entre almohades y cristianos, sigue aportando datos de las primeras sociedades complejas de la Península Ibérica, las personas que habitaban España cuando llegaron los romanos.
En 2021 no han aparecido espadas ni ajuares aristocráticos, como las 25 tumbas de los conocidos como ‘guerreros ibéricos de Alarcos’, halladas en la excavación de la necrópolis (2012-2016), pero sí un gran enlosado poco frecuente en poblados de la época, que daría acceso a un espacio importante.
Lo llamativo del suelo y los restos de al menos una columna, que sostendría un pórtico, son las piedras calizas halladas bajo un nivel medieval superior, que no son del cerro: “Quienes hicieron esto se tomaron mucho interés en la construcción”, señala el profesor de Prehistoria de la Universidad de Castilla-La Mancha David Rodríguez, codirector de las investigaciones en el sector III universitario de Alarcos (la parte ibérica), la menos conocida por el gran público y quizá más apasionante por su complejidad.
Los hombres y mujeres que vivieron en Alarcos, los primeros pobladores de Ciudad Real, se asentaron hace tres milenios en la zona, entonces estaba más cerca del río Guadiana, y repleta de cerezos, almendros y otros árboles desaparecidos, entre finales de la Edad del Bronce y la Edad del Hierro.
Un gran enlosado de piedra que no es del cerro
El espacio en el que se centra ahora la investigación ha permanecido tapado durante al menos mil años por construcciones medievales posteriores. Además los investigadores de la Universidad de Castilla-La Mancha han descubierto, en la tercera campaña de excavación sistemática en ese espacio enlosado, un objeto largo, de ochenta centímetros de longitud, “posible lanza o similar, importante”, apunta Rodríguez.
También es importante la piedra de las losas, que no es del cerro, sino de algún lugar de las inmediaciones. Es un espacio raro en estos poblados de pequeñas chozas y calles estrechas, para que quepa un caballo o un carro.
Doce días de trabajo intenso
Esta campaña financiada por el Gobierno de Castilla-La Mancha, en la que profesores y estudiantes de los mundos ibérico y medieval, han vuelto a excavar tras el parón de 2020 por la pandemia, no ha dado para más. Han sido doce días de trabajo intenso sobre el terreno de catorce estudiantes. Ahora viene el trabajo de laboratorio en el que Rodríguez y los otros directores de la excavación, Rosario Huerta, Javier Morales y Pedro Miguel, tienen mucho que interpretar para seguir profundizando en la civilización más original de la Península Ibérica.
Los íberos no tienen literatura, ni poética ni administrativa, solo escribían nombres de personalidades importantes y topónimos, para investigarlos hay que ceñirse a sus enseres cotidianos, su arquitectura y sus ritos funerarios, aparte de las fuentes romanas, lo que supone una dificultad añadida. “Si no fuera por la arqueología no conoceríamos el 99% de lo que sabemos de ellos”, dice Rodríguez
Tan lejos y tan cerca de los hombres y mujeres que poblamos la España y Portugal del tercer milenio después de Cristo, el oppidum (poblado elevado) ibérico de Alarcos, menos popular para el ciudadrealeño medio, es ampliamente conocido por la comunidad científica.
Rodríguez, Huerta y Morales publicaron en 2019 la monografía completa de veinte años de excavaciones en el denominado ‘sector III de Alarcos’ desde 1997 (Oxford Archaopress). Campañas que han permitido obtener información esencial sobre las comunidades que habitaron el cerro entre los siglos X y II a.C, antes de los romanos.
‘De la muerte a la eternidad’: la necrópolis
Pero con lo que tuvieron un boom fue con el artículo ‘De la muerte a la eternidad: la necrópolis ibérica de Alarcos’ (publicado en Síntesis en 2018) libro en el que describen las investigaciones de las 25 tumbas, algunas halladas en los trabajos del colector de Ciudad Real, y otras excavadas en campañas posteriores. La falcata restaurada este año para su exhibición en la colección permanente del Museo de Ciudad Real forma parte de los ajuares funerarios de ese cementerio.
Hay una gran diferencia entre las tumbas y los poblados ibéricos, “en las tumbas la gente hace un agujero y una estructura para que perdure, en los poblados sin embargo lo que uno hace es excavar un basurero, cuando se abandona un poblado dejas lo que no quieres o no tiene valor”.
Espadas, arreos y otros signos de poder
Los íberos incineraban a sus muertos, los enterraban con su armamento o con los arreos del caballo, símbolos con los que hacían ostentación de su poder, que explicaban que esas personas guerreaban y tenían caballo, “que hayamos encontrado esas piezas en la necrópolis significa que quienes las poseían eran soldados”, señala. La mayoría de esas armas o arreos han aparecido muy deterioradas, no solo por el inexorable paso de los milenios, sino porque se rompieron en su momento. “Nos hemos encontrado lanzas, espadas o escudos partidos, pensamos que los rompían antes de enterrarlos con las cenizas para evitar expolios. También es posible que muchos cuerpos se quemaran con sus armas, que se doblaban al arder”, detalla Rodríguez.
Campañas desde el año 1997
Desde 1997 en el Alarcos ibérico se ha logrado recuperar un interesante conjunto de estructuras y otras evidencias de la cultura, incluidas cerámicas de otros pueblos del Mediterráneo con los que comerciaban.
Los primeros pobladores llegaron al cerro en el Bronce final (cuando entra en declive la Motilla del Azuer y en general la cultura de las motillas) en torno a los siglos X-VIII antes de Cristo.
El momento de esplendor del mundo ibérico en Alarcos (no se sabe cómo se llamó a ese poblado, el nombre es una especulación) llega entre los siglos IV y II a.C, y la parte excavada abarca poblamientos de los siglos VI a.C y I a.C, ya con la romanización. Se estima que hubo entre 1.500 y 2.000 pobladores, establecidos en torno a un área residencial con una zona para almacenamiento de grano, molienda y hornos de pan.
En el antiguo poblado íbero no hay signos de violencia o guerra con la llegada de los romanos a la península, es más, las fuentes romanas los citan como aliados en la Segunda Guerra Púnica contra los cartagineses.
La romanización fue pacífica
“En el conjunto de esta zona no hemos encontrado ningún tipo de nivel de una invasión violenta, que siempre deja huellas. No hay evidencias de que hubiera un gran enfrentamiento, lo más probable es que íberos y romanos llegaran a un acuerdo, que no tiene nada que ver con lo que conocemos de la guerras cántabras o lusitanas contra Roma”.
Los íberos eran un pueblo muy peninsular, con mucho componente mediterráneo, y no tan alejado en costumbres de la civilización romana. El íbero según el investigador es un pueblo que conoce el Mediterráneo, comercia con fenicios, griegos e incluso ha guerreado como mercenario. “Los únicos enfrentamientos son los derivados de la Segunda Guerra Púnica, cuando los íberos de aquí se ponen primero al lado de los cartagineses y luego de los romanos”.
Por estudios anteriores se sabe que este enclave, uno de los lugares más importantes del área de influencia de los oretanos, participó en la Segunda Guerra Púnica a favor de Roma y contra Asdrúbal Barca, hermano del Aníbal Barca, como atestiguan hallazgos de armamento romano: armas blancas (soliferrum), lanzas (pilum), cascos y escudos en las tumbas de la necrópolis.
La batalla de Heliké contra Cartago
La cronología y otros indicios hacen pensar a los investigadores que estos guerreros murieron en la batalla de Heliké (posiblemente, Elche en Alicante o Elche de la Sierra en Albacete) en el 228 a.C. En esa batalla también murió el general cartaginés Amílcar Barca, hecho que marca uno de los puntos del inicio del dominio romano en la Península Ibérica.
Escuela de arqueología
Catorce estudiantes, además de los cuatro profesores de la Universidad regional han participado en el trabajo de campo de este verano para seguir sacando a la luz nuevos datos del mundo ibérico, “algo que está muy bien, pero no tenemos que perder de vista que uno de los motivos de estar aquí es la formación. Nosotros somos arqueólogos y formamos a otros. Donde enseñamos la arqueología de campo es en los yacimientos escuela. Ahora mismo en Castilla-La Mancha hay ocho proyectos dependientes de la UCLM que son yacimientos escuela”, afirma el profesor de área de Prehistoria en el penúltimo día de excavaciones, el pasado 2 de septiembre.
Los chicos que se han manchado las manos con la tierra de Alarcos son estudiantes de grado que cursan sus asignaturas en la Universidad de Castilla-La Mancha y participan también en un seminario sobre los materiales constructivos. “Luego los traemos aquí, gracias a doctorados, para que hagan sus prácticas. Un arqueólogo tiene que haber visto mucha tierra, y ensuciarse mucho”.
Proyectos de futuro
El equipo de investigación del mundo ibérico de Alarcos participa además en un gran proyecto I+D+I de ámbito peninsular, junto con la Universidad Autónoma y la Universidad de Lisboa (Portugal) que se centra en las técnicas constructivas de los íberos frente a la de los fenicios. “Es un proyecto muy interesante, de tres años, en el que participamos nosotros con Alarcos, profesores de la Autónoma con el yacimiento del Cerro de las Cabezas en Valdepeñas, y la Universidad de Lisboa con un yacimiento protohistórico”.
A primeros de septiembre ha terminado la parte fundamental de la investigación: la extracción, el registro de datos y la formación de los alumnos; el resto del año Rodríguez y sus colegas se dedican a analizar desde restos de carbones vegetales que se consumían, hasta cerámica o huesos. “Los profesores de historia contemporánea van a los archivos y fotocopian documentos, en nuestro caso la documentación pesa mucho más, y hay que lavarla, pero la analizamos igual”.