El pasado sábado, con un tiempo frío que invitaba poco a manifestaciones ni a viajar a ellas, “Podemos” celebró su magna manifestación con la que querían saludar a este 2015, que se nos presenta preñado de procesos electorales y de sus correspondientes campañas. Fue todo un éxito y no estoy dispuesto a discutir si los asistentes fueron los cien mil que dice la Policía Municipal o los varios cientos de miles de que manifestaron los organizadores: incluso admitiendo como real la cifra de la Policía, me parecería un éxito. Un éxito en número de asistentes y un éxito de calidad: que cien mil españoles se manifiesten reclamando un cambio en la esclerotizada política española, pasiva ante una miseria cada vez más extendida entre la población humilde frente al enriquecimiento de una minoría adinerada, es demasiado importante como para ignorarla y no felicitarse por su éxito.
Abundaron los militantes y votantes de otros partidos, que acudían a mejorar la participación ciudadana en la política y que confesaban su intención de seguir manteniendo su ideología y sentido de voto. Quizá mi alegría al oírlos tenía un fuerte componente de deseo cumplido: en las columnas en las que, en su día, comentaba con alegría el movimiento 15-M como revitalizador de la ciudadanía en la política, también apuntaba que, para que no se malograse, sería importante que sus participantes no olvidaran sus respectivas militancias y llevaran al seno de sus partidos la sabia nueva de aquel esperanzado “¡Si se puede!”. Así ha ocurrido, aunque en pequeña proporción: la gran mayoría sigue a unos improvisados líderes, mayoritariamente antiguos militantes de formaciones marxistas-leninistas, tan atractivas para muchos jóvenes; aunque los “conservaduros” se hayan apresurado a acusarles de dictatoriales. Confunden interesadamente la doctrina leninista con el dictatorial e inmoral estalinismo, que hoy equiparan al nazismo, sin reparar en que, incluso el estalinismo, con sus crueles métodos, trataba de mejorar la vida de los más pobres: empeño más noble que el del nazismo que, con métodos semejantes y aún más crueles, trataba de asegurar la paranoia de la superioridad racial aria. Aunque, nuestros “conservaduros”, defensores de su franquismo original, en un insuficiente esfuerzo de objetividad, hoy equiparan a comunismo y fascismo.
Si califico a los líderes de “Podemos” de improvisados no es porque los considere bisoños; sino en el nuevo papel que se han impuesto con esta oportunista opción de militancia: ante la desgarrada protesta de “¡Sí se puede!”, se han ofrecido con un optimista “¡Podemos!”… aunque no estén muy seguros de cómo. Y es que no es fácil saltar desde la izquierda y sus soluciones a repentizar la filosofía y metodología populista de “no ser de izquierdas ni de derechas”; aunque les tengo demasiado respeto como para hacer fáciles y ofensivos comentarios sobre esa cantilena falangista, ni sobre la inmensa evolución del politólogo Jorge Verstrynge, que la inició como neofascista, y que después de ser mano derecha de Fraga y Secretario General, no del PP sino de la más conservadora Alianza Popular, fue cambiando hasta posturas de izquierda radical latinoamericana, de difícil encaje en Europa. Que este exaltado politólogo ha influenciado y apadrina intelectualmente a estos jóvenes profesores que lideran Podemos, es bien sabido. Y necesitamos soluciones válidas a nuestros problemas en nuestro marco geopolítico, no ensoñaciones.
Como viejo militante de una opción clásica, no veo planteamientos ideológicos claros… ni soluciones. Los jóvenes líderes de Podemos son de izquierdas, aunque lo hayan ocultado para arañar votantes en cualquier caladero: ello explica la aliviada rapidez con la que están empezando a recordar su izquierdismo desde que ha ganado la griega Syriza, de la que se han erigido en seguidores y representantes en España.
Esta falta de rigor ideológico podrá captar las simpatías
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Esta falta de rigor ideológico podrá captar las simpatías y los votos del obrero en paro… sin despreciar a la elitista Carmen Lomana, que se “ha convertido” a Podemos y dice que ya no votará más al PP. Este matiz populista hizo que su líder, Pablo Iglesias, en la Puerta del Sol, no se resistiese a identificar la revolución democrática que allí se iniciaba, con la del mitificado “Dos de Mayo” y la revolución del pueblo madrileño contra los privilegios de “los de arriba”, aunque eso sean historias difundidas por “la casta” para hacernos buenos patriotas y sumisos súbditos. No triunfó la revolución en la lucha contra el francés porque había demasiados aristócratas y clérigos dirigiendo al pueblo contra la Revolución Francesa y sus “ideas disolventes”.
“Podemos” está creciendo rápidamente y hasta puede erigirse en la única izquierda, frente al firme conservadurismo tradicional. Voladas las izquierdas clásicas, podríamos encontrarnos con una derecha sin oposición operativa. No habrá bipartidismo: habrá expertos políticos conservadores, frente a expertos en denunciar. Es el riesgo electoral de los excesos emocionales.