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Familias que TRANSforman el mundo

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Paloma Alberca mira con orgullo a su hija de nueve años, Marta, una de las niñas trans que reivindican su identidad de género en Castilla-La Mancha / Mario Cervantes
Noemí Velasco / CUENCA
Elena y Paloma abren sus corazones para visibilizar la realidad de la infancia trans en Castilla-La Mancha. En la semana del orgullo LGTB hablan del descubrimiento de la identidad de género de sus hijas, de las barreras administrativas y sociales, del colegio y la sanidad, en una comunidad autónoma donde el protocolo para menores transgénero ha ofrecido garantías, pero que aún depende de reformas a nivel estatal que acaben con su vulnerabilidad

Primeras señales no existen, las personas desarrollan en la infancia su identidad sin cortapisas, sin barreras sociales, el cerebro no enciende un día un interruptor y de repente saltan todas las alarmas. “Mamá, yo no soy un chico, soy una chica, soy Marta”. Al día siguiente de cumplir los ocho años Paloma Alberca supo que tenía una hija trans, aunque todo comenzó mucho antes, desde el principio.

Las asociaciones de familias estiman que una de cada 1.000 personas es transgénero en España, demasiados casos invisibles en esta sociedad que coge la bandera de la diversidad pero que condena a las familias a un auténtico calvario, del colegio a los juzgados.

Elena Blasco, madre de María, el caso que motivó el actual Protocolo de Actuación a Menores sobre Identidad y Expresión de Género de Castilla-La Mancha, abre las puertas de su casa para compartir con su amiga anhelos y desvelos, para hablar de la vida de una familia con una menor trans, y para exteriorizar con emoción desbordante su felicidad.

Marta y María expresaron al mundo desde que empezaron a tener algo de conciencia, “quizás a los tres”, que eran niñas trans; ahora tienen nueve y trece años. Marta prefería las muñecas, le gustaba tener el pelo largo y quería ser modista, mientras que María era aficionada a perderse entre zapatos de tacón en las tiendas. “¿Estoy guapa mamá?”

De pequeñas no dieron importancia a los cambios de género al hablar, Paloma llegó incluso a pensar que su niña era gay, aunque pronto empezaron las preguntas sobre su sexo y sobre la existencia de personas que rompen los parámetros de género establecidos.

Camino todavía les quedaba a estas dos niñas para “empoderarse”, a su ritmo, con sus tiempos, con el acompañamiento de sus familias, porque, como dice Paloma, “no quiero que mi hija tenga una infancia que cuando sea mayor no quiera recordar”.

La sexualidad, el género y su gama de grises

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Elena Blasco habla de la transexualidad y aclara conceptos / Mario Cervantes

Sin prácticamente conocimiento previo del tema, Elena dio con un reportaje en la televisión sobre personas transgénero cuando su hija tenía cuatro años que la llevó hasta el doctor Iván Mañero, “el cirujano”, en el Hospital Clínico de Barcelona, que era uno de los dos centros con unidad especializada en toda España.

Nunca olvidará su sensación en la puerta de la consulta, pues había un chico trans y parecía “ido”. “¿Esto es lo que nos espera doctor?” Fácil no iba a ser, pero si aquellos padres de Cuenca habían ido hasta Barcelona por una simple sospecha algo significaba, frente a los que niegan la realidad.

A partir de entonces sólo les quedó la “observación constante” y la madre de María confiesa que ha hecho mucho daño dentro del colectivo la aplicación del “modelo canadiense” en la unidad de Barcelona y también en Málaga, ya que marcaba que había un porcentaje de casos que revertían.

Paradójico resultó el descubrimiento de la posible transexualidad de su hija para Paloma: fue a través de su padre, que también escuchó una entrevista, esta vez a Fundación Daniela. La mujer cuenta que el neuropediatra sólo necesitó “diez minutos” para determinar la “disforia de género” de Marta, rechazo de la identidad de género asignada al nacer, aunque según el Catálogo de Enfermedades marcado por la Organización Mundial de la Salud hoy debería llamarse “incongruencia de género”.

El siguiente paso fue hablar con Isidro García, gerente de la antigua Fundación Daniela, cuyas reivindicaciones recoge hoy la sección Familias Transformando del Colectivo de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales de Madrid (Cogam), junto a otras entidades como Chrysalis. Paloma recuerda las primeras conversaciones sobre “comportamientos no heteronormativos” y sobre la importancia de que “los ritmos los marquen elles”. Es la primera vez que recurren al lenguaje inclusivo, “elles”, sin identidad de género.

El “vértigo” a los prejuicios sociales que surgen ante el desconocimiento que existe de la transexualidad siempre ha existido y por eso Paloma y Elena aprovechan para aclarar dudas: “no es que nuestras hijas quieran ser chicas, es que ya lo son, desde que nacen”, y “tampoco están en cuerpos equivocados, ni que haya que corregir”.

Según un estudio de la Sociedad Europea de Endocrinología, la actividad cerebral en las personas trans está relacionada con su identidad de género y no con el sexo determinado al nacer, por lo que el cerebro de una mujer trans funciona igual que el de una mujer cisgénero.

Además, en relación con la controversia que ha suscitado tradicionalmente el término, “disforia de género”, que hasta hace unos días estaba incluida dentro de las enfermedades mentales, Elena destaca que “no necesariamente todas las personas trans presentan un rechazo de sus genitales, unos sí y otros no, todos no desarrollan el mismo patrón”. “Aquí no hay blanco o negro, existe una amplia gama de grises y así tenemos que entender la sexualidad y el género”, explica Elena.

“Soy una niña trans y no soy la única”

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Paloma Alberca describe el “tránsito” de Marta y habla de la determinación de su hija / Mario Cervantes

Comienza la clase, alza la mano para salir a la pizarra, y mientras que el profesor asimila la situación pone en la pizarra: MARÍA. Tres días de planificación para rebelarse contra las reglas impuestas por el colegio, católico; y todo un verano para elegir la ropa del primer día, falda.

Con lágrimas en los ojos, Elena reconoce lo “orgullosísima” que se sintió aquel día de su pequeña de diez años, después de estar ella y su marido en el “paredón de fusilamiento” formado por el equipo directivo del colegio: “no podían permitir la vestimenta, oficialmente el nombre no era legal, querían un informe del psicólogo o psiquiatra”. Después aceptaron que fuera “discretita”, pidieron que eliminara los pendientes de las orejas y tendría que ir al baño de los profesores. Las normas injustas están para saltarlas.

El “tránsito” de Marta fue menos sorprendente, al menos para sus amigos. Paloma cuenta que, antes de comunicar la decisión a sus padres, ya avisó a sus compañeros de que a la vuelta de las vacaciones sería una niña. Marta es “guerrera”, una chica “con mucha determinación”, y así llegó al colegio. “Soy una niña trans y no soy la única”.

A partir de ahí, Paloma admite que con ocho años recién cumplidos su hija “encontró su lugar”, al principio con una eterna predilección por el rosa, los brillantes y las plumas, “fruto de la anterior represión”, pero luego llegó a normalizar hasta el uso de juguetes tradicionalmente asociados a los chicos y que antes no hubiera tocado. “Ahora sabe quién es”.

Entre el profesorado encontró dudas en dirección, pero receptividad en el orientador, que llegó a considerar su caso como una “oportunidad” parar tratar la “diversidad”. A partir de entonces, todo el colegio asimiló su nuevo nombre y empezó a utilizar el baño de chicas, uno adjudicado sólo para ella.

El derecho a elegir nombre

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Elena Blasco lamenta las complicaciones que tiene la infancia trans para cambiar su nombre en el Registro Civil / Mario Cervantes

De los obstáculos escolares, la conversación acaba en otros y muchos más en diferentes ámbitos, derivados de la falta de una ley estatal de protección de las personas trans que tenga en cuenta a los menores, de los límites de la Ley de Rectificación Registral y de las deficiencias que aún guardan los protocolos.

Elena confiesa que “para las personas trans es muy importante que les llamen por el nombre que han elegido” y aquí reside quizás la gran barrera para las menores, que da lugar a situaciones incómodas en urgencias, aeropuertos y ante cualquier trámite administrativo, como pedir la beca escolar.

En la actualidad la legislación estatal solo contempla el cambio de nombre para mayores de 18 años con diagnóstico de “disforia de género” y documentación que avale dos años de tratamiento psiquiátrico o psicológico, aunque el Grupo Parlamentario Socialista ha presentado en el Congreso de los Diputados una propuesta de reforma para dar respuesta a las reivindicaciones y caminar hacia la “despatologización” de la transexualidad.

“Es un derecho que merecemos desde hace mucho y no puede depender de encontrar a personas sensibles en el camino, aquí nadie nos está haciendo un favor”.

En su tarjeta sanitaria la hija de Paloma es “Marta S.” y conseguir el primer documento oficial con el nombre utilizado en el ámbito familiar y de juegos durante años fue uno de los momentos más felices de su vida; antes fue la tarjeta del Rik&Rock de Alcampo.

En Castilla-La Mancha, el protocolo para menores trans contempla la adjudicación de la tarjeta sanitaria con el nombre elegido, seguido por la inicial del nombre que contempla el Registro Civil. María también la tiene, aunque su lucha ha llegado hasta los juzgados.

Elena solicitó en 2016 el cambio de nombre de su hija en el Registro Civil, con el respaldo del abogado de la fundación y con documentos que avalaban el seguimiento como niña trans desde los 4 años. “Aquí nada vale, ¿hasta cuándo los menores trans van a tener que ponerse nombres neutros impronunciables para salir de esta tesitura?”, dice con indignación.

El pasado miércoles realizó una segunda solicitud, esta vez para el cambio de género y nombre en el Registro Civil, con fotografías, autos favorables de otros juzgados de Castilla-La Mancha. Espera que esta vez no haya necesidad de recursos, ni negativas.

La primera niña trans en hacer la comunión

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Paloma Alberca describe las malas experiencias con profesionales de la sanidad, antes de recordar la comunión de su hija / Mario Cervantes

Mención aparte merecen las actitudes intolerantes de algunos profesionales. La falta de conocimiento especializado y los diagnósticos poco acertados y rebuscados en el “cajón desastre” de las patologías condenan muchas veces a las familias a viajes por toda la geografía española en busca de médicos.

Paloma recuerda su entrevista con un pediatra que llegó a realizar un informe donde consideraba que Marta no era trans porque “no manoteaba, ni se sentaba de forma femenina”, y trae a colación el “lío” verbal que le hizo a un médico de Urgencias obsesionado por utilizar el género masculino en el lenguaje.

Las dos madres, invadidas por el coraje y la madurez que han presentado sus hijas desde pequeñas, lamentan que su vida sea una “lucha sin cuartel”, que tengan que dar de forma continuada explicaciones sobre su condición de género y todo ello sin contar las campañas de acoso. “¡Cuánto daño hizo en las familias el autobús naranja!”. Hablan de los ultracatólicos Hazte Oír, que pregonaron por España en nombre de la libertad de expresión el lema “los niños tienen pene, las niñas tienen vulva, que no te engañen”.

Afortunadamente ni dentro de la Iglesia católica todo el mundo piensa lo mismo y las fotos de Marta del pasado 26 de mayo, con vestido de princesa para recibir su primera comunión, lo confirman. Paloma explica que, bien por sensibilidad o por pesadez ante las autoridades eclesiásticas, su hija ha sido la primera niña trans de Castilla-La Mancha y probablemente de España en recibir la comunión con aceptación por parte del obispado de su identidad de género y del nombre que utiliza de forma habitual al margen del que aparece en el Registro Civil.

Fundación Daniela agrupa 137 familias de personas trans, 700 Chrysalis y hasta el momento no ha habido ningún caso, aparte de Alba, una niña que en 2016 recibió el sacramento gracias a la voluntad expresa de un párroco en Algeciras. “Si en la Iglesia los ángeles no tienen sexo, por qué vamos a ponérselo a mi hija”.

La comunión de Marta fue por todo lo alto, en la cuna del ajo morado, en Las Pedroñeras, un pueblo de menos de 7.000 habitantes localizado a unos kilómetros de la provincia de Ciudad Real, donde el himno de Alaska ‘A quién le importa’ resonó en cada rincón gracias al increíble flashmob que preparó su familia. Abuelos, tíos, primos, todos estaban allí.

Pubertad, bloqueadores y hormonación

Y la pubertad hizo su aparición para poner entre las cuerdas a estas menores que empiezan a observar cómo su cuerpo empieza a evolucionar en dirección contraria. Si la primera fase de la adolescencia es difícil para cualquier persona, aún lo es más para estas menores que notan como su cuerpo desarrolla rasgos con los que no se identifican, y es entonces cuando aumenta el trasiego en el ámbito sanitario.

María comenzó con los inhibidores de pubertad hace un año y medio, bajo tutela de un endocrino de Cuenca, para paralizar el cambio de voz, el crecimiento del mentón y el desarrollo de los genitales.

El primer efecto secundario es la descalcificación, ya que, según indica Elena, “desarrollan como una especie de menopausia debido a la falta de hormonas regeneradoras”; aunque la consecuencia más relevante es que las niñas trans no llegan a generar esperma maduro, por lo que no es posible congelar material genético de cara a tener hijos en el futuro. Un pinchazo cada veintiún días: “mamá, me duelen las muñecas, ¡y que algunos piensen que es por capricho!”.

El siguiente paso es empezar con la “hormonación cruzada” para desarrollar las características femeninas y, de nuevo, más barreras, más reticencias entre los facultativos por el hecho de ser menores, una razón más para pelear.

Con la esperanza de que su hija comience cuanto antes esta nueva etapa, Elena explica que “la recomendación es que a los 14 años empiecen con los bloqueadores y a los 16 con la hormonación, pero cada persona es diferente, es probable que a los 14 estés ya desarrollado y que la diferencia física a los 16 con las personas de tu mismo género sea muy evidente”. Al final, reasignación de sexo puede haber o no, pero cirugía “habrá en mayor o menor medida por salud”.

Las demanda del Año Trans: respuesta legislativa a sus derechos

La sociedad ha cambiado “mucho” desde que estas dos familias empezaron el tránsito, cada vez existen más gestos de “comprensión” hacia la diversidad frente a las miradas furtivas de “compasión”, cada vez hay más testimonios de niñas y niños trans que contribuyen a eliminar los estereotipos y los contextos negativos que tradicionalmente han tenido asociados, aún más en esta zona de la España profunda que representa Castilla-La Mancha.

Nadie dijo que iba a ser fácil o que a veces el miedo no fuera a nublar sus sentidos, pero en este 2018 Marta y María son “felices”, tienen “fuerza”, una habla de unicornios y la otra dibuja, son dos niñas que han expresado su identidad de género en contextos de seguridad bajo el arropo de sus familias, sus hermanas y con el acompañamiento de un colectivo donde no están “bajo sospecha”. En el Año Trans piden “información” para las familias, “sensibilización” social y respuesta legislativa a sus derechos.

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