Es una apasionada de la mecánica, los coches y las motos. Su padre regentaba un taller de coches y Felisa Loro, desde niña, ha vivido la afición al mundo del motor. Tanto es así que hace ahora 17 años pensó en dedicarse profesionalmente a ello. En la actualidad es la única mujer conductora de coches oficiales en la Universidad de Castilla-La Mancha.
En una entrevista concedida a Lanzadigital explica que ella comenzó su andadura profesional en la delegación provincial de Industria de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Allí conoció a uno de los chóferes del servicio, José María, con quien comentó que le gustaba mucho su trabajo de conductor, “porque a mí no me gustaba estar encerrada entre cuatro paredes rodeada de papeles”.
Dicho y hecho. Felisa comenzó a prepararse las oposiciones para obtener una plaza de conductor de coche oficial en la administración regional. “Tuve que sacarme hasta el carnet de conducir de camiones”, comenta entre risas, y la primera convocatoria pública para cubrir dos plazas de chóferes surgió en el seno de la universidad regional. Se presentó y aprobó.
Aterrizó en un “mundo de hombres”
Los comienzos no fueron fáciles para ella. Aterrizó en un “mundo de hombres” que, 17 años después, sigue siendo así. No solo es que no haya más mujeres conductoras de coches oficiales en la Universidad de Castilla-La Mancha, es que tampoco hay ninguna en el resto de universidades españolas ni, tampoco, en otros organismos oficiales de la región.
“Yo, al menos, no he coincidido con ninguna mujer conductora de coche oficial, ni en la región ni fuera de ella, en estos 17 años”, añade rotunda, “tan sólo, en una ocasión, coincidí con otra que estaba como interina en la Delegación del Gobierno de Castilla-La Mancha”, explica.
Al principio, “con señorita de compañía”
Junto a ella aprobó la plaza de conductor de coche oficial un hombre al que, asegura, “lo trataron de forma distinta”. Añade que al principio le costó porque se sintió discriminada. “Yo, el primer mes, tuve una ‘señorita de compañía’, un acompañante que venía conmigo a todos lados para que no me perdiera”, recuerda.
Con los compañeros tampoco fue fácil. “No me facilitaron mi trabajo, me dejaron el peor vehículo de todos y el único que no disponía de garaje”, explica Felisa Loro quien añade que, en invierno, debía iniciar su jornada laboral 15 minutos antes que sus compañeros “para poder rascarle el hielo a los cristales del coche”.
Además, recuerda como en una ocasión le asignaron un vehículo que tenía roto el aforador de la gasolina “y el compañero no quiso advertírmelo. En pleno viaje me quedé sin gasoil, tirada en la carretera”.
También le cerraban las puertas en las instituciones
Si la relación inicial con sus compañeros de trabajo no fue fácil, tampoco lo fue con los guardias de seguridad de las instituciones a las que llegaba conduciendo el coche oficial. “En muchas ocasiones, a pesar de llevar bien visible el distintivo de coche oficial, y de que íbamos dos o tres vehículos iguales, me cerraban las puertas e, incluso, no me dejaban aparcar en la zona reservada para coches oficiales”, recuerda.
“Ahora ya la gente me conoce y ya no les choca pero al principio me costó mucho”, reitera y se queja de que a su compañero, el que aprobó junto a ella la convocatoria, se lo pusieron mucho más fácil.
Sin horario es muy complicado conciliar
No hay ni estadísticas, ni cifras oficiales, que nos permitan conocer cuántas mujeres ejercen su trabajo profesional como conductoras de coches oficiales pero, a juzgar por la experiencia de Felisa Loro, en nuestro país deben ser muy pocas.
Y una de las razones por las que las mujeres no se animan a trabajar como chóferes puede ser, apunta Felisa Loro, por las dificultades que entraba esta profesión a la hora de conciliar la vida laboral con la familiar o personal.
“No tenemos horario, sabes que vas a tal sitio y a tal hora pero no sabes cuándo regresas. No se puede planificar nada porque muchas veces el viaje surge sin más y son muchos los fines de semana que también estoy al volante. Yo no tengo hijos pero no hubiera podido”, añade.
Loro afirma que es muy feliz en su trabajo porque le encanta conducir y viajar. “En la carretera, cada vez más, se ven mujeres conduciendo autobuses, taxis, camiones… pero coches oficiales no”, comenta.
Y se muestra tajante al afirmar que las mujeres, hoy día, tienen que ser “lo que quieran ser, tienen que tirar para adelante con sus sueños porque el trabajo todo lo vence”.
En materia de igualdad queda mucho por hacer
Preguntada sobre si, a su juicio, se ha avanzado mucho en materia de igualdad, Felisa Loro responde, sin dudar, que “no es que hayamos avanzado poco es que queda mucho por hacer”. Así, explica que hasta en el propio seno de la institución en la que trabaja quedan todavía algunos hombres, profesores universitarios con mucha formación y educación, que siguen teniendo una mentalidad propia de los años 30.
¿La solución?
Felisa Loro lo tiene claro. Para corregir las desigualdades el arma más poderosa es la educación en igualdad de los hijos desde edades bien tempranas. “Hay que enseñar a los niños que vivimos en un mundo en el que todos somos iguales, con independencia del color de nuestra piel, del sexo, de la raza o de determinadas creencias. Las familias, y no solo los centros escolares, deben implicarse en esa labor; son los padres lo que deben inculcar a sus hijos que todos somos iguales, sin condiciones”, concluye.