Como cada Lunes Santo, desde hace ya varias décadas, se celebró anoche el tradicional Vía Crucis de penitencia que cada año organiza el Arciprestazgo de Ciudad Real, presidido por la imagen del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, de la Hermandad del Silencio, al que asistieron unas tres mil personas que formaron parte de los grupos integrados por las parroquias de San Juan de Ávila, Nuestra Señora del Pilar, Nuestra Señora de los Ángeles y San José Obrero, el primero; Santa María del Prado (La Merced), el segundo; San Pedro, el tercero; Santo Tomás de Villanueva y San Juan Bautista, el cuarto; San Pablo, el quinto, y la de Santiago, Apóstol, el sexto.
A lo largo del recorrido la imagen del Cristo, a un hombro, fue portada sucesivamente por cofrades de otras hermandades de Pasión y Gloria; por miembros de la rama femenina de la Hermandad del Silencio; por jóvenes; por mujeres; por el grupo Scouts San Pedro, como novedad este año, y por los seminaristas mayores.
Hombres, mujeres y jóvenes de diferentes parroquias
Las distintas estaciones del Vía Crucis, a excepción de la última que la pronunció el Sr. Obispo, Monseñor Melgar Viciosa, fueron leídas por hombres, mujeres y jóvenes de las diferentes comunidades parroquiales y partiendo de los textos evangélicos estuvieron centradas en la exhortación del Papa Francisco, «La Alegría del Evangelio».
Con los primeros albores de la madrugada de este martes llegaba al templo catedralicio la imagen del Cristo, y el último de los grupos, concluyendo así un año más el Vía Crucis de penitencia que fue presidido por el Prelado de la diócesis, don Gerardo, y al que aparte de los seglares asistieron numerosos sacerdotes y religiosas de distintas congregaciones que comenzaron su caminar al filo de las veintidós horas, desde el templo referenciado, con un impresionante recogimiento y fervor.