Francisco Fernández, el ciudarrealeño de 62 años que desde hace siete vive en la capitalina aldea de Ciruela, se muestra contento con su situación.
“Vivo muy bien aquí en el campo”, señala antes de repasar su vida, que laboralmente vivió en Barcelona trabajando en una empresa, y que tras prejubilarse decidió volver a un entorno más natural en su ciudad natal.
Sólo echa en falta a su familia, que sigue en la capital catalana, un recuerdo que sobrelleva con su día a día haciendo “trabajillos” en las otras casas. También hace deporte –anda y practica el running- y como albañil no para de realizar tareas de reconstrucción de su vivienda alquilada, muy visible por su puerta azul añil.

Ha limpiado y remozado un patio interno, al que ha dotado de una barbacoa y una mesa de piedra, además de un pequeño jardín que rebaja bastante las temperaturas del verano.
En su día a día doméstico, saca agua de un pozo y también le suministra un camión, incluso compra botellas. También viaja en taxi a comprar alimentos “para 15 días” a Miguelturra, Ciudad Real o Poblete, además de elaborar la comida en una cocina de butano.
La luz la obtiene de placas solares y está acompañado de dos perros que le están ayudando a pasar el inicio de su jubilación en uno de los entornos más estratégicos de la historia de Ciudad Real.