El apellido Méliès es sinónimo de magia y de incaducidad. Su legado ha traspasado épocas y ha mantenido su impronta en el cine actual, que de vez en cuando sigue guiñándole un ojo, como su luna, recordando que con él comenzó la aventura de los efectos especiales, para que la realidad tuviese permiso para soñar con lugares en el marco de la gran pantalla, que hoy son exposición itinerante para que su legado no se olvide. Ciudad Real ha sido la última ciudad donde ha recaído una colección que recorre la trayectoria de este genio sin igual y que permanecerá abierta hasta el próximo 15 de diciembre. Así que, si aún no conocen quién es, tienen la oportunidad de hacerlo, y créanme que merece la pena hacerlo.

Alguna vez hablaba Joaquín Sabina del “saldo mínimo cultural”, que son los libros a los que el cantante estima, que al menos debería tener acceso cualquier persona a lo largo de su vida, con autores en su índice como Homero, Cervantes o García Márquez.
A ese saldo de cultura y de historia, que ayuda a comprender de dónde se procede, debería sumarse el de genios como Méliès, que llegaron para romper esquemas, reinventando lo conocido y abriendo las puertas del futuro de par en par al séptimo arte que hoy asumen directores como Tim Burton o Steven Spielberg, que se han convertido en dos de los grandes herederos en la magia de los efectos especiales del cine contemporáneo.
Por más generaciones que pasen, la luna tuerta en blanco y negro, siempre será el icono que recuerde a este genio; y se le se seguirá venerando por haber sido el primero de los mortales que soñó con lo diferente. En las facultades de audiovisuales seguirán saliendo alumnos embobados de las aulas, cuando el tema del día sea historia del cine y el protagonista sea este francés enjuto que entremezcló como nadie sus pasiones: el ilusionismo, la magia, el teatro y la necesidad narrativa del nuevo cine.
Imagínense por un instante sentados en una sala de cine vacía, con las luces apagadas y con una voz de off con acento francés, invitándoles a dejar su vida aparcada más allá de la butaca para firmar un acuerdo con el que se comprometen a que todo lo que suceda en la pantalla durante dos horas es real:
“Amigos míos, esta noche me dirijo a ustedes como lo que realmente sois: hechiceros, sirenas, viajeros, aventureros, magos… Los invito a soñar conmigo” (George Méliès).

Y en esa simple frase, comenzar una aventura de cine en la que el espectador se sienta protagonista. Quizás en esa brevedad comienza la magia de este genio atemporal, que hasta el 15 de diciembre será exposición en Ciudad Real, con la que ya han disfrutado miles de visitantes y que ha conseguido ponerlos a soñar con esos universos paralelos cargados de magia y aventura en blanco y negro.
Siete años de exposición itinerante
Durante siete años, la exposición de Méliès gira alrededor de España, llevando su ingenio a todos los rincones del país, para que las nuevas generaciones comprendan que mucho de lo que hoy se aplica en el séptimo arte comenzó con él.
La aplicación del croma, del color en las escenas, el travelling de las cámaras o el juego de los dobles planos.
No es casual que los visitantes se sorprendan con esa impronta que tiene aroma de revolución industrial, pero tan vigente en estos momentos.
Tal es el atractivo de la exposición que Adriana Sabariego, monitora responsable de la misma, explica que «antes de llegar a Ciudad Real, las reservas para visitas guiadas de colectivos y asociaciones ya estaban agotadas».

Gracias a ello, miles de ciudadanos han disfrutado de este mago atemporal, que el próximo jueves recogerá para emprender caminos a otros puntos de España.
Hasta última hora, siguen llegando visitantes, interesados en este pionero del cine y del séptimo arte, si es que ambas cosas no son lo mismo. Sabariego, señala, «vienen familias y personas de casualidad y quedan embobados con lo que puede observarse en esta colección. Méliès introduce por ejemplo, la figura de las actrices, cambia los modelos cinematográficos».
Comparándolo con los hermanos Lumiere, «Méliès, además de dominar la técnica era productor, actor, director e incluso diseñó su propia marca, Star Film Company».