Y al final, se hizo. Consiguió montarse la anhelada exposición-homenaje a la pintora -más malagonera que jiennense, como luego veremos- Gloria Merino. Hace escasas fechas tenía lugar en su Malagón del alma, la inauguración de la tan añorada exposición de la pintora en su pueblo de adopción. Ahora, parte de la obra de Gloria Merino ha llegado hasta la capital. En una exposición ”de antología” con algunas de sus más notables obras, cedidas para este fin por las entidades e instituciones propietarias. Para no olvidar a nadie, en una de las fotos que acompañan este texto, figura la lista completa de créditos.
Sin embargo, no nos resistimos a adelantar aquí a algunas de los propietarios y cedentes temporales: Diputación de Ciudad Real y Ayuntamientos de Alcázar, Ciudad Real, Malagón, Puertollano y Valdepeñas… Y otras entidades como Globalcaja y la Parroquia de Santa María Magdalena de Malagón… Y hasta el propio Instituto de Estudios Manchegos, la entidad que acogió a Gloria Merino como Consejera de Número allá por el año 1971, hace ya más de medio siglo. Pero todo ello -este gran empeño que mañana lunes se hará realidad- no habría sido posible sin el apoyo y la financiación de la Fundación Impulsa, dependiente del Gobierno de Castilla-La Mancha. Pues que conste también en Acta.

Museo de la Merced
El marco del Museo de la Merced (Museo Provincial de Ciudad Real) ni podía ser más noble, ni tampoco más adecuado. Y es que, cuando se pone empeño en las cosas, las cosas no pueden salir más que bien. Muchas horas de trabajo, y mucho esfuerzo por parte de muchas personas. Que se lo pregunten a la Comisaria de la exposición, Ana María Fernández Rivero que, aunque historiadora del Arte en general, sobre Gloria Merino se lo sabe todo en particular. Autora de un precioso y monumental libro sobre la pintora, ahora ha elaborado un exhaustivo catálogo llamado a ser, el compendio más documentado sobre el trabajo pictórico de la cronista gráfica por excelencia de la Mancha: su paisaje y -sobre todo- su paisanaje. Sus trazos audaces y decididos, sus colores vivaces, terrosos o agresivos, han logrado crear unos tipos manchegos tan claramente definidos, que sin nuestra pintora habrían quedado huérfanos para siempre…
La exposición retrospectiva de Gloria Merino es nada más -y también nada menos- que el merecido homenaje a una de las figuras más notables del arte manchego y español del siglo XX. Un personaje, por otra parte, de reconocida trayectoria internacional. El centenar de obras que ahora se muestra, incluye dibujos, óleos, litografías y parte de sus objetos personales. En suma, la muestra recorre más de medio siglo de su evolución personal y artística. Su personalísimo estilo, está inscrito con letras de oro en el Realismo Expresionista Español, e incorpora y aglutina sabiamente, las más depuradas técnicas académicas, con notables influencias cubistas y un acertado uso del color, bien cercano al fauvismo.
Y es que “El arte no es solo aptitud, sino búsqueda… el equilibrio exacto entre idea y realización, fondo y forma, trabajo y vocación”, como señala la Comisaria Ana Fernández. Que añade que “La exposición destaca su profunda observación del paisaje rural manchego y su gente, capturando su esencia. Su arte invita a sumergirse en una época significativa de la vida española, convirtiendo la realidad manchega en un símbolo universal que trasciende el tiempo y el espacio”.

Una intensa carrera
No es cuestión baladí que, a lo largo de su carrera, Gloria Merino obtuviese numerosas becas que le permitieron viajar por Europa y América. Como la Beca de la Fundación Rodríguez Acosta (1957) gracias a la que recorrió Francia, Bélgica y Holanda… O la Beca Conde de Cartagena (1961-63), que la llevó a estudiar Litografía en la Escuela Superior de Bellas Artes de París. Pero entre sus premios más destacados se encuentran la Medalla de Oro del Gran Prix en Versalles (1961); la Medalla de la Villa de París en el Salón Internacional Femenino (1962)… O la Medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Barcelona (1960); la Medalla de Plata del Ateneo de Sevilla (1970), y el Premio y Medalla de Oro en la Exposición Nacional de Valdepeñas (1975).

Como prueba de su excelente y reconocido savoir faire en el mundo del arte, las obras de Gloria Merino están presentes en prestigiosos museos de todo el mundo, como el Museo Nacional de Arte Contemporáneo, el Museo Reina Sofía de Madrid y el Museo de la Hispanic Society of America en Nueva York. Al fin, e inevitablemente, su legado artístico fue recientemente honrado con la creación del Museo Gloria Merino en su pueblo de Malagón. Además de su destacada carrera pictórica, Gloria Merino brilló en el ámbito de la música clásica como soprano, obteniendo la Medalla de Plata Camarote Granados en 1973 y ofreciendo un recital en el Spanish Institute de Nueva York en 1980.
Reconocida en múltiples ocasiones, es miembro de importantes instituciones, como la «L’Union des Femmes Peintres et Sculpteurs de Paris» desde 1963; consejera del Instituto de Estudios Manchegos desde 1971; miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando desde 1985… En su honor, Malagón le dedica una calle en 1977 y crea un concurso nacional de pintura con su nombre en 2002. Y en 2021 recibe el premio «Mujeres Imprescindibles» del Gobierno de Castilla-La Mancha. La crítica y el público han elogiado ampliamente su obra, que se distingue por su maestría en el dibujo y el color, así como por un estilo único y profundamente personal.

El entorno
En palabras de Ana María Fernández: “Gloria Merino capta la realidad más próxima, y al ritmo de su corazón late su arte y pinta todo lo que le rodea; ha sido una gran observadora del ambiente rural y sus gentes, plasmados por su paleta en una transposición fidedigna de la realidad… Objetos cotidianos que nos hablan del estilo de vida de una época en España, logrando que el observador identifique sin esfuerzo, aprehendiendo y asintiendo la realidad”.
Lo cierto es que “Fascinada por conocer nuestras raíces y tradiciones, actuará como cronista o notaria de la historia cotidiana de la Mancha. Gloria Merino ha pintado las gentes de nuestros pueblos, campos, llanuras, y rincones olvidados, auténticamente manchegos. Y el trabajo diario, las preocupaciones y emociones de la gente de su época… la vida, en suma, en todas sus facetas”. Tal vez un mundo vital, aunque austero, áspero y sobrio, “en donde no caben las debilidades y en donde sus gentes saben que han de ganarse el día a día con esfuerzo y con dureza…”. Pero con un equilibrio y una capacidad, que les permite encontrar la felicidad disfrutando con las pequeñas cosas.
El ser humano siempre ocupa el centro de las escenas captadas por la pintora, su alma y el aspecto físico al detalle. Las expresiones de esas caras manchegas entre el desencanto y la esperanza, y en sus tareas cotidianas. “Innumerables personajes, recios, campesinos nacidos por y para la tierra, dentro de sus ropas negras, grises o pardas, descoloridas y quemadas -como sus carnes- por el sol. Sólo los niños proporcionan un respiro refrescante y feliz al sobrio conjunto humano…”, puntualiza Fernández Rivero.

Los paisajes
Gloria Merino se define con sencillez, con humildad netamente manchega: “… Aunque nací en Andalucía, muy pronto me encontré bajo la luz violenta y cortante del paisaje manchego… que impone unos contornos rotundos y concretos, y que corta en agudas aristas los blancos de cal de sus casas… La gama múltiple de los tonos rojos en sus tierras, del bermellón al carmín, a veces violentos, que alternan con amarillos de mies en verano, y diferentes verdes en primavera, con matices bien diversos- entre olivares y viñedos…”.
Nuestra pintora quedó embelesada por los espacios abiertos de Castilla. “Y fueron el objetivo elegido por su grandiosa y enorme soledad y su variadísimo conjunto cromático. Testimonio de la belleza de su tierra y constancia de la superior peculiaridad de sus gentes, en sus obras enfatiza de manera magistral, las escenas rurales de Malagón… El trabajo del campo, y las calles con sus casas de encalados muros…”. Y los niños que juegan, los jubilados que vegetan, las viejecitas que cosen… O hacen guardia a la puerta de sus casas, consumiendo el ocio en la eterna charla paciente y apacible.
Su pintura universal
Ana María Fernández confiesa, convencida, que “No es el ‘qué’, sino el ‘cómo’, lo que hace que una obra de arte sea o no universal”. Mientras que Gloria Merino considera importante “Realizar un arte transmisible -culto pero sencillo-, que consiga conectar con el pueblo, producir emociones, orientado a despertar la sensibilidad y enriquecer el espíritu del que lo contempla, (no importa de qué condición social), e iniciarlo en la apreciación de la belleza artística. Que sea, en una palabra, el vehículo que estimule el espíritu de los pueblos hacia una mayor comprensión entre sí”. De esta guisa concibe el arte de la pintura nuestra excelsa Gloria Merino.

Que nació en Jaén el 18 de febrero de 1930, aunque desde muy pequeña se instala con su familia en Malagón (Ciudad Real). Allí -aquí- es donde se inspira y enamora de esta tierra manchega, que marcará profundamente su obra. Criada en un entorno familiar amante de la música, el teatro y el arte, destacó desde niña por su talento en el dibujo, siendo considerada una niña prodigio del arte.
Esta niña feliz, recibe a los 17 años una Beca Nacional para estudiar en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, donde obtiene importantes premios en Dibujo y en Pintura. Posteriormente, ampliará su formación en Ilustración y Pintura Mural, con Sáez de Tejada y Ramón Estolz. Será el principio de un meteórico paseo por el mundo de arte pictórico… Y que desde mañana y hasta el 20 de mayo, podremos ver y analizar en profundidad, en el Museo de la Merced (Museo Provincial de Ciudad Real). Por cierto, excelente catálogo de 332 páginas, y precioso folleto explicativo de la exposición. Todo ello es obra de Ana María Fernández Rivero, a quien felicitamos sinceramente.