¿Qué trato reciben las personas que sufren una enfermedad grave por parte de los profesionales? ¿Cómo afecta la investigación sanitaria a la integridad de cuerpos y mentes? ¿Qué grado de participación tiene un enfermo a decidir sobre el final de su vida? ¿Cuál es el alcance del acceso universal a la sanidad pública y gratuita? ¿Y qué papel tiene el cine en la comprensión de las decisiones éticas a la hora de preservar la vida humana y la biodiversidad?
Son preguntas a las que el médico internista Benjamín Herreros ha dado respuesta con reflexiones sobre la historia de la bioética, y su reflejo en películas rodadas en la conferencia ‘Historia en el cine y cine en la historia’ que ha impartido en la capital dentro del ciclo ‘Historia y literatura en el cine’ de la Asociación Amigos del Museo de Ciudad Real-Convento de la Merced.
El cine, según el también profesor de Bioética y de Humanidades Médicas en las universidades Complutense y Europea de origen daimieleño, es una gran “herramienta docente” a la hora de abordar algunas de las cuestiones anteriores. Las secuencias filmadas que abordan la relación médico-paciente, el uso de las células madre, o las posiciones personales y familiares ante final o el inicio de la vida, cada vez más regulados con leyes como la de la eutanasia o la de la interrupción del embarazo, son “muy útiles para enseñar determinadas cuestiones éticas”, sobre todo porque plasman “escenarios, momentos y conflictos que son más difíciles de ver e interpretar en los libros”.
Por ello, quien también encabeza el Instituto de Ética Clínica ‘Francisco Vallés’, como apasionado de ambas disciplinas, ha dirigido varios documentales, el último titulado ‘Kayros, una historia de la bioética’, del que ha proyectado un fragmento.
La cinta, de casi una hora de duración, aborda el inicio de la relación entre medicina y filosofía desde el siglo V antes de Cristo, y su evolución a lo largo de los siglos en distintos escenarios y territorios. Al margen del conocido juramento hipocrático (para atender a los demás con conciencia profesional), los principios para tomar la conducta más apropiada con respecto a la vida humana o el entorno “ha cambiado mucho” porque “cada época tiene su ética”.
¿Pero hay algún principio que se ha mantenido en el tiempo? Hay preceptos “eternos” como el ‘primum non nocere’, traducido como ‘lo primero es no hacer daño’, que “sigue vigente”, al igual que la máxima de “la beneficencia”, que es “procurar un beneficio al paciente en términos de salud”, dos conceptos a los que se suman otros más modernos, impuestos a mediados del siglo XX, como es la universalización de la atención médica en países como España, “sin depender del dinero que tenga cada uno”, y la autonomía del paciente “a la hora de decidir sobre su vida.
¿Y cómo ha sido la influencia de las religiones?
Para Herreros, “han tenido mucho peso” ante la definición de códigos morales “como forma de marcar el comportamiento de los seres humanos”, para diferenciar “lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto”. En la actualidad tienen menos influencia, y las sociedades entienden que “es algo privado”, al margen de la ética.