Javier Cacho, científico y explorador que estuvo al frente de la base científica española en la Antártida en tres campañas, reconoce que se enamoró del continente helado y esa pasión no le ha abandonado con lo que “siempre quiere volver de nuevo”.
“Es como cuando ves a la que luego va a ser tu novia y te quedas prendado, no sabes por qué. Si tuviera que decir algo” por lo que quedó rendido “probablemente sea el silencio. El silencio de la Antártida es algo que te entra muy dentro, muy profundo en el alma, en el corazón, y después está ese espíritu de colaboración, ver al ser humano en las otras personas tanto en los miembros de tu equipo como en los científicos de otros países que se acercan a tu base o tú te acercas a las suyas”.
Cacho, que fue reconocido este viernes como Miembro de Honor de la Sociedad Astronómica y Geográfica de Ciudad Real y que divulga “qué es la Antártida y el espíritu que propicia el tratado antártico de colaboración entre naciones y solidaridad entre personas”, así como la historia de los exploradores polares que “son apasionantes”, destacó cómo “afortunadamente conseguimos dejar libre” a este continente habitado por científicos “de todas las ambiciones económicas y desarrollistas”, con lo que “es un continente dedicado a la paz y la ciencia. No hay explotaciones mineras ni fronteras y las bases están abiertas a científicos de todos los países. Eso es algo que sorprende mucho”.
Como ejemplo, cita su presencia en una campaña “justo antes de comenzar el Covid”, en la que “llegamos a Punta Arenas, el extremo sur de Sudamérica. De ahí saltamos en un avión brasileño hasta una isla donde tienen un campo de aterrizaje”, desde donde en un barco chileno se trasladaron a la base búlgara, donde estuvo un mes y después un barco español les llevó de vuelta a “esa isla del aeropuerto y un avión portugués a Punta Arenas”.
No tuvo que sacar en todo ese tiempo ni “la tarjeta de crédito”, gracias a un espíritu de colaboración que “ojalá fuésemos capaces” de trasladar a otras regiones de este planeta, defiende Cacho, cuya labor de investigación y divulgación hizo que le pusieran a un islote de la Antártida su nombre, algo que fue para él “increíble”, no podía creérselo, en un entorno en el que los mares llevan nombres de emblemáticos exploradores como el mar de Weddell o de Amundsen.
En el marco de su labor de divulgación, ha escrito cuentos inspirados en la Antártida como uno sobre las aventuras de un husky siberiano “como forma de acercar a los niños qué es lo que se hace” en este continente, “por qué los científicos dejan sus familias durante cuatro meses o un año entero y se van allí a realizar investigaciones, cuál es el espíritu de amistad que se crea entre ellos, y cómo es su fauna: los pingüinos, las focas,…. Todo eso quería contárselo a mi hija y la mejor forma de contárselo a los niños es a través de cuentos”.
Agujero de la capa de ozono y cambio climático
En relación con el agujero de la capa de ozono sobre la Antártida, considera que, pese al “susto” de los dos últimos años con peores datos, “estamos en proceso de mejora desde el año 2000. Desde que se descubrió a comienzos de los años 80, fue empeorando hasta la entrada en vigor del Tratado de Montreal en el año 2000 y las acciones de los países para prohibir los compuestos que destruyen la capa de ozono”, emprendiéndose “una lenta recuperación”, con altibajos, de manera que “estimamos que en el año 2040 ó 2050 desaparecerá”.
Pero en cuanto al cambio climático, asegura no ser “tan optimista. Nos sigue dando sorpresas y me parece que va a seguir dándolas con procesos que se aceleran e interactúan unos con otros y no sabemos a dónde vamos a llegar”.
“Está claro que esta civilización no puede seguir con el consumismo” actual de sobrexplotación a todos los niveles del planeta y “eso hay que revertirlo. Hay que tomar medidas poco a poco y ser conscientes de que lo hacemos por un gran fin que es poder mantener este planeta como está para las generaciones que nos seguirán”.
“Se están tomando medidas para evitar las emisiones de CO2 a la atmósfera”, pero son “insuficientes. Tenemos que ver todos los temas relacionados con el consumo como de ropa y alimentos. Estamos continuamente cambiando y desechando ropa simplemente por la moda, terminando con los bosques y gastando una cantidad de comida” que en un porcentaje no desdeñable se tira cuando la “hemos sacado de la tierra con fertilizantes que contaminan los acuíferos”.
“Todo ese proceso hay que regularizarlo, porque no tiene sentido tomar naranjas o mandarinas en agosto si son de invierno” o “traer pescado del extremo sur de Sudamérica en avión cuando podemos comer el de aquí o producirlo en piscifactorías”, señala Cacho, que apuesta por un consumo “más local y estacional”. “Para qué traer alimentos de quince mil kilómetros en avión, cuando además hay una parte importante que termina en la basura en los restaurantes, tiendas y casas. Eso tiene que cambiar”.
Referente
Para Cacho, experto en maestros de la aventura polar, su “gran referente” es Fridtjof Nansen, no sólo por incorporar “grandes novedades a las exploraciones a finales del siglo XIX y comienzos del XX, sino por ser un humanista, una persona que ayudó a configurar la Europa de principios del XX cuando quedó devastada por la I Guerra Mundial con millones de muertos y emigrantes desplazados”. A Nansen, con una labor embrionaria de la de Naciones Unidas, le encargaron como alto comisariado “el hambre en Rusia, el intercambio de refugiados y creó el Pasaporte Nadsen reconocido por 57 países para esos emigrantes”.
“Nansen es mi ídolo como explorador y persona. Ojalá tuviéramos algún Nansen en esta época tan oscura que nos ha tocado vivir de la política. Él vivía la política desde el corazón”.