Al filo de las nueve de la noche, de acuerdo con el horario previsto, comenzaba a caminar la Cruz de Guía, acompañada por dos ciriales, a la que sucedían dos filas de cofrades de dicha hermandad portando cirios de cera natural en color morado.
Escoltados por ellas marchaban los miembros de la Junta de Gobierno, el estandarte, o “bacalao”, y un grupo de acólitos que precedían al trono, -cedido por la Hermandad de la Virgen del Carmen-, sobre el que resplandecía, portado por una cuadrilla de veinte costaleros, la imagen de Jesús Cautivo.

El “paso” presentaba un exorno floral con un monte de claveles rojos, y una artística iluminación a partir de cuatro candelabros de guardabrisa y cirios, en color morado, que invitaban, -de acuerdo a lo que nos decía algún cofrade-, a concienciar de cara a la donación de sangre y de órganos, respectivamente.

A continuación ocupaban la presidencia religiosa los consiliarios y clero parroquial, sucedidos por varios centenares de personas que acompañaron a Cristo en su caminar por las calles, -entre otras-, Madrid, Residencial Ronda, Paseo de Carloss Eraña, San Miguel, Nuestra Señora de Los Ángeles, y de nuevo Madrid, para retornar a la parroquia.

Las catorce “estaciones” del ejercicio del santo vía-crucis, -en las que se entremezclaban los textos bíblicos con las correspondientes meditaciones escritas por los consiliarios de la hermandad, Juan Carlos Fernández de Simón y Felipe Muñoz-, fueron leídas durante el recorrido por éstos y por miembros de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Cautivo en su Prendimiento y María Santísima de La Salud. El cortejo retornaba a la parroquia de salida sobre las diez y media de la noche.