José María Barreda Fontes, (71 años), es hoy uno de esos nuevos jóvenes, que pese a haberse retirado de la vida laboral y política, mantiene el estrés de una agenda acostumbrada a solaparse. El próximo día 13 de junio, el ex presidente de Castilla-La Mancha presentará en Ciudad Real su último libro: «Un militante de base en (la) Transición«, editado por Catarata y con prólogo de Nicolás Sartorius.
Pregunta: José María, lo primero de todo, ejerza de Francisco Umbral y hábleme de su nuevo libro.
Respuesta: (Risas) El libro es una especie de homenaje a la generación de españoles, no solamente a los dirigentes del momento, sino al conjunto de la sociedad española que fue capaz de transitar desde una dictadura a una democracia, desde un Estado totalitario a un Estado de derecho, que es lo que simboliza la Constitución del 78. No estaba escrito que la Transición iba a ser un un éxito y ni siquiera que iba a ser pacífica. Y sin embargo, yo creo que lo fue.
No fue completamente pacífica porque hubo a lo largo de todos estos años, entre la represión policial y sobre todo, los atentados terroristas, más de 800 víctimas, pero se evitó un enfrentamiento frontal. Hay que recordar que España tiene un pasado cainita y fratricida muy lamentable. La historia contemporánea de España, sus siglos XIX y XX, es una historia de un enfrentamiento casi ininterrumpido en una guerra civil permanente. Y en aquel momento, sin embargo, los dirigentes fueron capaces de organizar en paz nuestra convivencia. Y yo creo que merece la pena resaltar aquel éxito.
P: Escribir un libro siempre nos ayuda a liberar una parte que llevamos dentro pidiendo a gritos ser contada. Este último trabajo, ¿de qué lo ha liberado?
R: «Un militante de base en (la) Transición«, juega conceptualmente con la figura de un militante de base durante la Transición, que supone una transición ideológica y una transición en el periodo histórico que marca el tránsito de la Dictadura a la Democracia. En estos años hubo una evolución ideológica muy importante en el conjunto de la sociedad española.
Por una parte, los antiguos franquistas protagonizan un proyecto reformista que consistía, como sintetizó Torcuato Fernández Miranda, en pasar de la ley a la ley, de la ley de los principios del movimiento a la ley democrática. Y eso lo representó muy bien y con mucho éxito, Adolfo Suárez, que cumplió un papel absolutamente fundamental, sin duda ninguna. Entonces, había un bloque reformista que quería pasar de la Dictadura a una Democracia. Pero dentro de los partidarios del antiguo régimen había quien no quería ni siquiera eso, lo que se llamaba el búnker.

Por lo tanto, estos reformistas tuvieron que luchar dentro de sus propias filas contra los inmovilistas. Y en el caso de la oposición democrática, fundamentalmente el Partido Comunista de España y el Partido Socialista, lo que proponían era la ruptura democrática. Se enfrentaron, por tanto, dos concepciones para salir de la Dictadura: una reformista frente a otra rupturista. Finalmente hubo una especie de acuerdo que consistió en una ruptura pactada, cuyo fruto más tangible es la Constitución del 78, que es la Constitución de todos porque no fue la de nadie, fue producto del consenso, del acuerdo, y yo creo que eso es ejemplar.
Es decir, que hay una definición de la política, de los clásicos, que yo recuerdo con frecuencia «La política consiste en sustraer al odio su carácter eterno» y yo creo que lo que no deben hacer nunca los dirigentes políticos es lo contrario, es fomentar el odio, fomentar el cainismo, fomentar el fratricidio. Y afortunadamente en aquella generación fue posible un gran acuerdo que nos permitió organizar en paz, en libertad y en democracia la convivencia de los españoles.
P: Para alguien que ha vivido La Transición desde dentro, cuando se mira atrás, ¿echa de menos la forma en que se hacía política?
R: Sí, bueno, sería deseable dejar a un lado la crispación, la polarización, el enfrentamiento permanente, sin duda ninguna, sobre todo, entre los grandes partidos de Estado. Hace poco he tenido ocasión, para otro trabajo, de leer los diarios de sesiones del Congreso de los Diputados posteriores a la victoria del Frente Popular del 36 y antes del golpe del 18 de julio. Entonces ahí se ve cómo se va radicalizando, polarizando, fomentando el enfrentamiento progresivamente.
Y se ve cómo de la derecha de Gil Robles, que era la derecha que podría ser centrista, tiran hacia la derecha los partidos extremistas, de Calvo Sotelo y de otros. Y cómo de la izquierda, que podría ser centrista, la de Azaña, tiran hacia su izquierda los partidos izquierdistas. De tal manera que al final, en vez de llegar a un acuerdo y a un consenso por el centro, a una búsqueda del entendimiento que pudiera evitar el enfrentamiento, lo que se consigue, lamentablemente, es todo lo contrario.
José María Barreda: «Nunca me sentí identificado cien por ciento con el ideario del PSOE».
Ahora, la situación económica, social e internacional es diferente, por tanto, la analogía no se puede llevar más allá que desde el punto de vista político y de lo que sucede a veces en el Congreso. Yo creo que los dirigentes políticos tienen un plus de responsabilidad. No deberían utilizar jamás las palabras como puños porque pasar de la violencia verbal a otro tipo de violencias puede ser demasiado fácil.
P: Es evidente que España ha ganado en políticas sociales y en reconocimientos de derechos desde el 78, pero viendo la polarización que se hace de las cosas, ¿no le parece que salirse del tiesto en una idea o en una opinión le puede servir para llevarse puesta la etiqueta de facha, de machista o de cualquier cosa que esté de moda como insulto?
R: Claro, yo creo que esas simplificaciones son muy negativas. Esta situación es un defecto del populismo que es un fenómeno que no es estrictamente español o solamente español, afecta a Europa, a Estados Unidos, el caso de Trump es paradigmático. ¿Qué hacen los populistas? los populistas lo que hacen es ofrecer soluciones simplistas a problemas complejos y simplificar los mensajes y buscar siempre un adversario al que convierten en enemigo al que hay que machacar. Los emigrantes, el de enfrente, el que no piensa como tú, los diferentes, etc. Y esa es una dinámica muy, muy peligrosa.
P: ¿Somos menos modernos de mentalidad que en el 78?
R: Habría que definir el concepto de modernidad porque es complicado. Quizás hay momentos míticos en la Transición como ocurrió en la música con la Movida que además tuvo esa caracterización que fue una explosión de creatividad en las artes prácticas, en la música y que era paralelo al ambiente de libertad que había en el conjunto de la sociedad.
P: Habla el título de su libro de un militante en plena Transición, ¿tiene lógica hoy ser militante de un partido -llámase PSOE, PP o IU- donde no existen los ideales con los que nacieron?
R: Esos ideales siempre se pueden recuperar. Yo no soy completamente pesimista. Yo creo que afortunadamente la historia enseña que las coyunturas cambian y se puede pasar página y se puede, sin duda ninguna, asistir a un momento político diferente. Ahora estamos en una situación delicada internacionalmente que nos afecta también en España.
España forma parte de un club supranacional que es la Unión Europea. Acabamos de tener unas elecciones, estamos viviendo en Europa una guerra comparable a lo que fue el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, el próximo oriente está viviendo el conflicto de Palestina e Israel. Por tanto, yo creo que ahora, más que nunca, se necesita gente que sean capaces de trabajar por la paz y por la convivencia.

P: Personalmente, ¿se siente reflejado en el actual PSOE o es más de la corriente de Alfonso Guerra, Felipe González o el propio Emiliano García-Page?
R: Yo siempre he sido una especie de verso libre. Siempre he sido dirigente del Partido Socialista. He dirigido el Partido Socialista en Castilla-La Mancha durante muchos años, siendo subsecretario general y presidente del Gobierno regional, pero nunca he estado al cien por ciento de acuerdo.
Ni siquiera cuando he sido dirigente del Partido Socialista, secretario general de Castilla-La Mancha, miembro del Comité Federal y de la Ejecutiva Federal, me he identificado con la totalidad de nuestros idearios, pero siempre con algo más de la mitad y así sigo.
P: Volviendo al libro, cada capítulo empieza con poesía. ¿Un político puede hacer poesía de la política, valga la redundancia?
R: Siempre he sido lector de poemas desde la adolescencia y en la juventud y siempre me han seducido mucho las palabras. Para mí, en mi educación sentimental, literaria y también política, los poetas han influido mucho. A ellos les quería hacer una especie de homenaje personal por esa influencia. Curiosamente, Nicolás Sartorius en su prólogo lo subraya, porque dice que a él le pasa un poco lo mismo.
José María Barreda: «Mucha gente no lo sabe, pero yo renuncié al coche oficial, al chófer y a la asistencia administrativa».
P: O sea, que un político puede ser bohemio.
R: Bueno (risas), conviene serlo. Hay vida después de la política y fuera de la política.
P: ¿Cómo es esa vida cuando se apagan los focos?
R: Yo creo que hay que saber irse de los sitios. Hay gente que no se acostumbra, pero yo llevo a la práctica un planteamiento según el cual el undécimo mandamiento es no incordiar. De manera que yo en cuestiones del partido, de los gobiernos y tal, solamente opino cuando me preguntan.
P: Tengo una imagen suya clavada de hace dos años después de conmemorar el día de Castilla-La Mancha en Puertollano. Acabó el acto y poco después me lo encontré haciendo hora en soledad, mientras miraba una televisión en las que estaban saliendo imágenes suyas haciendo declaraciones a los medios.
R: Algunos compañeros de partido me habían acompañado hasta el sitio, pero yo siempre he tenido clara conciencia de temporeros. Por ejemplo, un detalle, yo nunca personalicé familiarmente los despachos que ocupaba, nunca tenía fotos familiares. ¿Por qué? Pues porque eso es un organismo oficial. Yo, por ejemplo, cosa que mucha gente no sabe, renuncié al derecho que me otorgaba la Ley del Gobierno y del Consejo Consultivo de tener coche, chófer, asistencia administrativa. Renuncié a ello. En Madrid me muevo en metro, en autobús, tranquilamente y estoy encantado. No tengo ningún problema.
P: ¿Tiene la sensación de que algunos llegan a la política con el objetivo de hacer carrera profesional de ella?
R: Bueno, yo tenía mucho interés cuando dejé el Congreso de los Diputados en reincorporarme a la Facultad porque me quería jubilar desde la Universidad, desde mi puesto de funcionario. Estuve dos años dando clase antes de jubilarme y lo pasé muy bien.
P: Ahora, ¿cómo es un día de José María Barreda?
R: Ahora escribo libros, presento libros de otros autores, estoy muy activo en el Ateneo de Madrid, formo parte de la sección de historia y tenemos mucha actividad y presido el Club Siglo XXI en Madrid. Este Club se fundó en los años de la Transición. Allí, por ejemplo, Fraga presentó a Carrillo y tal vez es un símbolo de ese ambiente de búsqueda del pacto y del consenso al que antes nos referíamos. Y ahora organizamos todos los meses muchas actividades. He tenido ya a varios ministros, a varias ministras, a dirigentes del Partido Popular, en fin. Seguimos siempre muy activos.
P: No hemos hablado todavía de la presentación…
R: Lo presentamos en Ciudad Real el próximo día 13 de junio en la Facultad de Letras a las 19:15 horas. Lo va a presentar Lucía Méndez, subdirectora de El Mundo, una de las analistas políticas y periodistas más lúcidas que hay en este momento. Le agradezco mucho que venga desde Madrid a Ciudad Real expresamente para presentar el libro. Es amiga. También estará Juan Sisinio Pérez Garzón, catedrático de Historia, quizá el mejor historiador que hay ahora de la historia contemporánea de España y el vicepresidente de Castilla-La Mancha, José Manuel Caballero.
P: Antes de despedirnos, permítame preguntarle por algunos temas de actualidad. ¿Ha leído la última carta del presidente Sánchez?, ¿qué le parece?
R: Yo ahora no participo activamente en la política pero me interesa, la sigo con pasión, no me es indiferente y me preocupa la deriva de polarización y de crispación. Hay que superarla. Sobre el tema de la carta, objetivamente, todos coinciden, incluso analistas más conservadores, en que no es oportuno en una campaña electoral hacer una comunicación de esas características cuando la citación, además, es para dentro de un mes y medio. Se podía haber esperado perfectamente a que pasaran las elecciones europeas para llevarla a cabo.
P: Cuando aparecen temas como la amnistía, alguien que ha sido político, que sabe que hay que pactar para conseguir algunos votos, ¿todo merece la pena?
R: Bueno, si la pregunta en el fondo es si es válido el principio maquiavélico de que el fin justifica los medios, planteado así de crudamente, yo diría no. Yo diría que no. Yo creo que en democracia los medios son muy importantes, tanto que acaban siendo un fin en sí mismos. En democracia no se pueden nunca prescindir de los medios, de las formas, de los procedimientos, porque se convierten en sí mismos en un objetivo absolutamente fundamental. No hay democracia sin respeto a las normas, es decir, sin respeto a las leyes que democráticamente rigen un Estado.
P: Elecciones europeas. ¿Qué se juega España en esas elecciones?
R: Se juega mucho Europa y por tanto, España también. Somos un miembro de ese club y lo que se decide allí cada vez influye más en las políticas de todas las naciones que conforman la Unión. Lo de la Política Agraria Común es evidente, pero toda una serie de legislación que afecta a los consumidores, a la industria, al comercio, a la convivencia, todo es derivado de esa política internacional. La Unión Europea históricamente es una construcción que logran los demócratas cristianos y los socialdemócratas europeos después de la Segunda Guerra Mundial.
Su gran éxito es construir estados del bienestar donde era vital mantener la mayoría demócrata cristiana,y la mayoría socialdemócrata frente a los extremos, porque ha costado mucho encauzar el actual modelo europeo.