La abogacía de Ciudad Real, a caballo entre el presente, el pasado más reciente y los inicios de la modernización del Colegio de Ciudad Real, en los años ochenta, ha hecho un frente común en la fiesta de Santa Teresa 2019 para reivindicar la figura del “abogado tradicional”.
Leal, honrado, de buen trato y buena maneras; esas serían sus cualidades, en contraposición a la “banalización” y “encarnizacimiento” que dominan el oficio en la actualidad. Lo ha dicho en nombre de los miembros de su promoción (1994) Luis Javier Sánchez Izarra, uno de los treinta abogados distinguidos con la insignia de honor del Colegio de Ciudad Real, en un acto marcado por la figura de uno de esos “abogados tradicionales” en el mejor sentido: Carlos Parra, que ha recibido la cruz de San Raimundo de Peñafort que concede el Ministerio de Justicia, en este caso a petición del colegio, arropado por decenas de colegas.
Los “méritos ordinarios” de Parra
“Estoy muy agradecido por recibir una distinción tan importante, y más al final de mi carrera profesional. Mis méritos para llegar hasta aquí son ordinarios, no he hecho nada extraordinario en el oficio”, ha explicado, tras agradecer al Ministerio de Justicia el premio, y al colegio que se lo hayan entregado en el acto más importante del año.
Parra ha recordado lo rápido “que han pasado por encima de mí estos cuarenta años”. En su alocución de agradecimiento ha echado la vista atrás a los tiempos en los que llevar seis años en el oficio –el caso de Ramón Alén cuando empezó- le parecían una proeza.
A la generación de los veinticinco años y a los jóvenes les ha recomendado seguir su hoja de ruta: “He intentado colaborar con la administración de justicia y tener buen trato con clientes y contrarios”.
Modernizador del Colegio de Abogados
Abogado desde 1979, pasante del histórico despacho de Federico Castejón, el decano Cipriano Arteche le ha glosado como “una buena persona” que participó en la transición y modernización del Colegio de Abogados, como vicedecano del equipo de José Luis López de Sancho, impulsores también de la Escuela de Práctica Jurídica prara formar a los licenciados de entonces en el turno de oficio, y que puso en órbita a la abogacía ciudarrealeña.
El amor a esta profesión, pese a las dificultades, ha sido el hilo conductor de un acto institucional repleto de público en la moderna sede del Colegio de Abogados frente de los juzgados. “Si no hubiera sido jueza, sería abogada”, ha confesado la magistrada de la Audiencia Provincial Pilar Astray que ha representado a la administración de Justicia en el acto.
Astray, hija de abogados (ha contado que su padre falleció de un infarto en una sala de vistas), la magistrada que ha mostrado su “gran respeto por la profesión”
Más conformidades
Carmen Mendiola, la teniente fiscal que ha representado a la Fiscalía de Ciudad Real, ha aprovechado la ocasión para pedirle a los abogados que se lean bien la nueva guía de conformidad, impulsada por el fiscal superior de Castilla-La Mancha, para resolver conflictos de una forma satisfactoria, y eludir juicios “que solo conducen a hacerle pasar un mal rato al cliente”.
Con 1.300 abogados colegiados la profesión se mantiene en plena brecha en Ciudad Real, sorteando crisis internas, externas y cambios normativos (ley de acceso) y tecnológicos.
Y todo para ejercer una profesión a la que el abogado Sánchez Izarra, que ha hablado en nombre de los treinta letrados y letradas homenajeados, “te permite participar en el hecho de hacer justicia [frase de la película ‘Philadelphia’]. No siempre sucede pero cuando ocurre es muy gratificante”.