No me extraña que España, con su saña y su patraña, siga siendo uno de los países más hipócrita por antonomasia, o por “excelencia”. Porque después de cuarenta años de “democracia” aún seguimos siendo rehenes del viejo régimen y acarreando las secuelas de su pasado.
No me extraña que España siga a la cola de la comunidad europea, y no me extraña que sea uno de los países menos desarrollados y con mayor índice general de fracaso en todos los aspectos. Aún no nos hemos liberado de las mordazas y ataduras del franquismo. Y se sigue viendo con buenos ojos el legado de su desfachatez y despotismo. Algunos hasta lo echan en falta. Es lo que tiene haber gozado del espectáculo en todo su apogeo y haber aprendido de su escuela. Aún se siguen ignorando las atrocidades y tiranías del fascismo. Aún se sigue defendiendo o justificando su levantamiento; a pesar de un millón de muertos, las cárceles, las condenas, los fusilamientos; y la devastación que se llevó a cabo. Aún sigue habiendo fanáticos del pasado.
A un régimen democrático
No, no se pasa de la noche a la mañana de un régimen autoritario a un régimen democrático. ¡Pero, cuánta Transición, cuánto decoro y cuánto miramiento! ¿Cuánto tiempo después hasta cicatrizar las heridas, exhumar los cadáveres, olvidar lo acontecido y consolidar la democracia? Los historiadores tienen tema de estudio en España. Después de otros cuarenta años aún no hemos conseguido superar los desatinos y la incongruencia de la guerra, la infamia y la tiranía de la dictadura. Aún no hemos conseguido condenar el levantamiento.
Aún sigue imperando el viejo régimen, aunque no lo creamos, todo sigue atado y bien atando. Somos tan hipócritas, tan cínicos, que aún seguimos anclados al pasado y no queremos reconocerlo, y no queremos admitirlo, recriminarlo. ¡Claro, ya llevamos cuarenta años de Democracia! Cuarenta años de templanza, de Tra(ns)ición y de tra(d)iciones gobernados por sus mismos patrones con semejantes falacias. Protegidos y amnistiados.
No, no hemos cambiado tanto nuestro país sigue siendo el mismo aunque hayamos enterrado al dictador hace cuarenta años y digamos que estamos en democracia. Votemos, y nos manifestemos por calles y plazas. ¿De qué sirve? ¿Quién te escucha? Nada cambia.
Indolencia y tolerancia
No me extraña que en vista de nuestra indolencia y tolerancia, intentasen recordárnoslo de nuevo con el 23F: ¡Seguimos estando aquí, no olvidarlo! Y por aquello de que más vale estar siempre con el bando ganador que con el vencido (a parte de su condición y a pesar de lo acontecido), callamos, transigimos. Nos vamos depravando, depreciando, envileciendo. Nos vamos desvirtuando asintiendo. “Democratizando”, en una palabra, llenando de hipocresía y de cinismo, por inercia, ¡por desgracia! Y en consecuencia, ¿qué importa el pasado? Borrón y cuenta nueva. ¿Qué importa el presente? Mejor olvidarlo. ¿Qué podemos reivindicar? Batalla perdida. ¿Qué importa la vida, o la muerte, de aquellos que lucharon por la causa? ¿La Democracia, la Dignidad, la Legalidad? Todo palabras hueras. No van a ningún lado. El cinismo es lo que impera.
No nos hagamos ilusiones democráticas, todo continúa atado y bien atado. Somos tan cínicos, tan hipócritas, tan villanos que no tenemos… ¿elección? Estamos aleccionados, seguimos en estado de gracia y de veneración. Nos descompone recordar el pasado y no podemos remediarlo, cambiarlo, corregirlo. Es lo irreparable de las guerras y del irraciocinio de la violencia, que por mucho que se reproche, reneguemos e insistamos. No tiene reparación.
Nunca podré estar de acuerdo con aquellos que se levantaron en armas contra el pueblo y se posicionaron con la guerra, la matanza, las cárceles, las ejecuciones…, de aquellos otros patriotas que defendían la legitimidad de una España democrática. Imponiendo su tiranía y su régimen autoritario durante cuarenta años. Mi condena para todos ellos. Amparándose y protegiéndose después en una Amnistía de plena impunidad, intocable hasta nuestros días.
¿Cómo no recordar? ¿Cómo no repasar la historia? Algún castigo tendrán que tener. ¿Cuánta Transición, cuánto olvido y cuánta hipocresía? Ya digo, los historiadores con España tienen estudio para rato. No se sale de una dictadura de la noche a la mañana y mucho menos en España.