La segunda sesión del juicio contra cuatro acusados -los dos autores materiales y los dos intelectuales-, la fiscalía sólo imputa a tres, por intentar robar a una mujer de manera violenta en una gestoría de la céntrica calle Alarcos de Ciudad Real hace casi cuatro años, ha sido bastante esclarecedora en lo referido a la habitual relación que mantenían los cuatro en esa época. Así lo han ratificado los ocho agentes de Policía (uno por videoconferencia) que han comparecido ante la sala de la Sección Primera de la Audiencia provincial a lo largo de toda la mañana como intervinientes en algunas de las numerosas diligencias realizadas en la investigación.
Todos han coincidido en reiterar los más que lazos laborales entre los ejecutores confesos del ataque, los colombianos Wilson F.T.T. y Saúl G.G., con los supuestos cabecillas y organizadores de la acción criminal, el abogado Gonzalo A.C., que se defiende a sí mismo en el juicio, y el gestor Manuel M.M., que sólo se enfrenta a la inculpación de la acusación particular de la víctima, que es una mujer que responde a las iniciales de N.C.M., de tres delitos que lo señalan como cooperador necesario en el robo.
Esta acusación pide nueve años de cárcel para cada uno de los cuatro encausados, por los delitos de robo (4), detención ilegal (4) y lesiones (1), además de una indemnización solidaria de 30.000 euros, mientras que la Fiscalía solicita 3 años de cárcel para los dos migrados y el letrado por el delito de robo con violencia en las personas en establecimiento abierto al público, además de tres meses de multa con cuota diaria de 10 euros para Wilson y Saúl por un delito leve de lesiones.
Momentos broncos
La sesión de este miércoles ha tenido momentos broncos, protagonizados por Gonzalo A. al ejercer su defensa con algunos de los inspectores llamados a testificar, que han llevado a la presidenta del tribunal a pedir que rebajaran el tono.
Todos los agentes han coincidido en manifestar el mismo relato, que es el de la preparación y comisión frustrada del hecho ilícito que tuvo lugar el 20 de enero de 2020. Según han expuesto, los dos hombres colombianos acababan de llegar a España de la mano de la novia de Manuel M. M., quien les proporcionó recursos -vivienda y un coche- para que pudieran sobrevivir junto a sus familias, y les presentó al abogado Gonzalo A. M. para, supuestamente, ayudarles en los trámites del asilo.
En base a los mensajes de whatsapp y las llamadas que los agentes pudieron leer tras el volcado del contenido de los teléfonos de los acusados en esos meses (menos el de Manuel porque era un iphone), las conversaciones eran, según las deposiciones policiales, indiciarias de la organización de un secuestro frustrado.
“Nunca hubieran llegado al destino, si no los avisan”, ha llegado a decir una de las subinspectoras. En el preámbulo de los hechos, según los agentes, está la reunión del día previo entre los cuatro, a la que Manuel no asistió, y los mensajes de Gonzalo a éste instándole a llamar a su cita para que fuera a una determinada hora a la gestoría, a las 13,45 horas, minutos antes de cerrar. También están las llamadas de Wilson a Gonzalo entre las 14 y las 14,30 horas y otros comentarios “mofándose de la víctima” entre todos, han expuesto.
Igualmente, los investigadores han reparado en las “mentiras” de Manuel M. M al declarar sobre los hechos y decir que eran tres agresores y que tenían una complexión más fuerte, los restos que dejaron en el establecimiento, unos guantes, una mochila y bridas, coincidentes éstas con el modelo de las que había en el coche de Gonzalo que conducían los colombianos cuando fueron detenidos, o los mensajes de Gonzalo diciéndoles que “no salió bien” pero que “habría otros trabajillos con el ruso para hacer caja y que no se aburrieran”.
Y lo más claro, la manifestación espontánea de los dos autores materiales tras ser detenidos para “no comernos el marrón nosotros solos”. Aunque declararon sin asistencia letrada, narraron la ayuda prestada por los dos supuestos autores intelectuales y los trabajos que hacían para ellos a la hora de cobrar deudas, al igual que maquinaron el robo. Gonzalo y Manuel “les dijeron lo que tenían que hacer y les informaron de los horarios y las circunstancias”.
“Es una suma de indicios” que describen el delito, ha señalado una agente.
Síndrome de estrés postraumático
También han testificado la psicóloga Pilar Arévalo, de la Oficina de Asistencia a Víctimas de delitos violentos, quien ha ratificado el estrés postraumático crónico que N.C.M. sufre tras casi cuatro años, con la sintomatología típica del síndrome: ansiedad, miedo al futuro, insomnio y sensación de vulnerabilidad. La especialista ha certificado en su clínica el “impacto traumático” que causó a la mujer la imagen indiferente del gestor frente a ella en pleno ataque, que ha tenido consecuencias emocionales y conductuales.
Otra forense ha constatado el informe con este mismo diagnóstico que hizo una compañera jubilada.
La hermana de la víctima, E.C.M. también ha comparecido a petición de la acusación particular, y ha confirmado el estado de inquietud que vive N.C.M. desde hace más de tres años. “Está obsesionada y siempre dando vueltas a lo mismo”, ha dicho.
De otro lado, el letrado que defiende a Manuel M.M. ha planteado al tribunal, tras un receso, una queja por las conversaciones que, e nsu opinión, han mantenido en los pasillos algunos de los testigos que habían declarado con otros que iban a entrar. La presidenta ha preguntado a los que han declarado en la segunda parte por este extremo, que han negado.
Mañana jueves se celebrará la tercera y última sesión del juicio, en el que las partes expondrán sus informes.