Vivimos días, semanas ya, donde la atención colectiva está centrada casi de manera exclusiva en la salud, en los fallecidos, en los hospitales, en las residencias de mayores, en la recesión económica, en el desempleo y en la pobreza que conllevan. Ocasionalmente aparecen algunas informaciones sobre el desarrollo de vacunas, aplicación de nuevos fármacos, propuestas de soporte a la cohesión social, conciertos solidarios. Esto es, la típica relación entre lo urgente y lo importante. No es que en este caso lo urgente no sea importante, sabemos que cuesta la vida a demasiadas personas, lo que ocurre es que sólo lo importante podrá evitar, o al menos prevenir y combatir, riesgos de futuro tan graves como los que ahora vivimos.
Lo importante está indisolublemente unido al conocimiento. Al conocimiento en general, no sólo al científico. La medicina, la química, la biología, y ramas de conocimiento asociadas a la salud pública como la epidemiología, son rápidamente asociadas a la resolución de los problemas que nos amenazan.
Pero todo aquello que tiene que ver con los servicios públicos, su financiación, los mecanismos que permiten a los estados ser estados de bienestar, los fiscales, los redistributivos, la priorización del gasto público, es también conocimiento del que aborda y encuentra soluciones a los problemas importantes. Y no pueden olvidarse las disciplinas que contribuyen también a la felicidad de las personas, lo que tiene ver con las artes y con la cultura en su más amplio sentido del término.
Frente al miedo y lo apocalíptico, el conocimiento
La universidad no el único espacio con capacidad para crear conocimiento, pero ésta es la institución de la que la sociedad se dota para la creación de conocimiento en sus diversas formas. La universidad trabaja en la formación de profesionales que atienden servicios públicos sanitarios y educativos, de profesionales que desarrollan soporte técnico a iniciativas industriales y a redes de comunicación, de profesionales que atienden a dependientes y discapacitados, etcétera. La universidad promueve muy especialmente la formación de investigadores y el desarrollo de investigaciones en busca de nuevo conocimiento y de soluciones a los problemas que nos aquejan, y de aquellos que aún no conocemos con precisión.
Estos días la universidad está fuera del foco de los medios. Si acaso alguna información sobre la enseñanza online, los sistemas de evaluación y especialmente la asociada al acceso al sistema universitario. Pero la universidad sigue trabajando. Las personas que trabajan en la universidad, en servicios administrativos y de gestión o en docencia e investigación están teletrabajando o preparando las condiciones seguras para el acceso a los laboratorios de investigación o haciendo planes de contingencia para el reinicio del curso.
La esencia de la parte de la responsabilidad, de la que supone creación de conocimiento, de las universidades y de todo su personal es la proposición de soluciones a problemas, a los urgentes y a los importantes. Ahí están a modo de ejemplo entre los urgentes, la incorporación de laboratorios universitarios a la realización de PCRs, o a la fabricación de materiales de protección vía impresión 3D. Respecto a los importantes, el trabajo será la continuidad del que vienen haciendo: de la formación de profesionales y de la actividad investigadora.
Es bien conocido que, a diferencia de países de nuestro entorno físico y también del grupo de países punteros en investigación, la pasada crisis supuso en España una reducción de la financiación ordinaria del sistema universitario y de la disminución de la inversión en programas de investigación. Ello fue además especialmente doloroso en algunos territorios como Castilla-La Mancha con un sistema universitario joven.
Lo que ahora es urgente no puede transformarse en permanente
Estos errores no pueden volver a repetirse. Ahora ya no hay excusa, ya sabemos qué es lo que pasa cuando se reduce la inversión pública en los servicios esenciales. Es muy evidente, por lo urgente, que el sistema sanitario es esencial. Pero sin desarrollo de conocimiento, sin búsqueda de soluciones a los problemas actuales y futuros, lo que ahora es urgente puede transformarse en permanente. Sólo si la formación y la investigación no se consideran como servicios esenciales podría explicarse que la ciencia y la universidad sufran recortes en el futuro.
Los responsables de la administración conocen bien, entre otras cosas porque han pasado por las aulas universitarias, el valor de las universidades. Saben, y si no lo sabían lo han aprendido estas semanas, que las soluciones definitivas a la COVID-19 sólo pasan por vacunas y fármacos. Saben que las dificultades derivadas del parón económico se abordan estructuralmente, y no sólo coyunturalmente, si somos capaces de producir bienes y no sólo, sin dejar de ser importante, de atraer turistas.
Los responsables políticos con estas características valoran la institución Universidad; siempre más valiosa, como ocurre en todas las instituciones, que quienes ejercen temporalmente su dirección.
Enrique Díez Barra es catedrático de la Universidad de Castilla-La Mancha