En el Pabellón Ferial de Ciudad Real, ese que van ampliar por fin, hay un ring en el centro, rodeado por unas pequeñas gradas. Dentro no hay mucho espacio, porque lo ocupa un futbolín. Alcanzarlo es el objetivo de las más de 400 parejas que desde el 6 de diciembre hasta este sábado 9 han participado en el Tsunami World, un torneo organizado por la empresa, que ha entrado como un terremoto, valga el chiste malo, en el mundo del futbolín, al que ya casi da vergüenza llamar “futbolo”. Los que hay que en el Pabellón son de otra generación. No hay partidos entre el Madrid y el Atleti, ni entre el Barça y el Espanyol o el Celta y el Dépor. Juegan unos tipos dorados con otros azules que parecen sacados de la Guerra de las Galaxias. El marcador es, también, espectacular. Nada del mini ábaco de los bares y juegos recreativos de no hace tanto, sino figuras que se sientan. Eso o marcadores electrónicos. Como en el fútbol, hemos cambiado a los Goyo Benito, Arteche y Migueli por el “look” Cristiano, Messi y Sergio Ramos, pero la esencia sigue siendo la misma.
El futbolín, ese invento español, del gallego Alejandro Campos Ramírez, hijo de la Guerra Civil, hace vibrar ahora como antes. Aunque, para ser sinceros, también divide, porque nuestra España puede ponerse de acuerdo casi en cualquier cosa, menos en si la tortilla de patatas tiene o no cebolla y en si el futbolín debe ser con jugadores de madera con las piernas unidas o de metal con dos piernas. Los “tsunami” son del segundo tipo y los jugadores, llegados de todas las partes del país, para disputarse los más de 13.000 euros en premios en las cuatro modalidades, tienen ese aire del que se toma muy en serio su tiempo libre. No son jugadores profesionales, pero los hay muy entregados, como no puede ser de otra manera cuando la pasión hace presa. Algunos ponen las bandas de los mangos de las raquetas para evitarse el tacto de los del futbolín, otros usan guantes, muchos se quejan de las muñecas, y son tantos los que animan a su compañero como los que se enfadan con él, los hieráticos y los sonrientes.
Eventos como el de Ciudad Real demuestran que el futbolín está tan vivo como siempre. No hace falta más que ir a un bar que lo conserve con unos amigos. Si hay niños, acabarán jugando y arrastrando a los mayores a lucir sus habilidades, porque una partida de futbolín es siempre un duelo de gallitos, con los de antes o los galácticos de ahora, sin dinero en juego o con esos 13.000 euros en premios que se han puesto sobre el tapete en el Tsunami World y que han atraído a la capital a algunos de los mejores jugadores del país, de este país que creó el futbolín.
Final avanzado
https://www.facebook.com/TsunamiFutbolin/videos/1931959976822067/