La primera vez que R.N.G., de 30 años y vecino de Ciudad Real, entró en la cárcel por un robo de poca monta tenía 20 años y ya consumía “drogas fuertes”, explica su hermana. Su primer contacto con el mundo carcelario no le hizo mejorar, al contrario. De la cárcel salió más adicto tanto que en los diez años que han pasado ha sido condenado por sentencia firme en cinco ocasiones por lo mismo: robo con fuerza.
Un robo con fuerza en una clínica veterinaria de Ciudad Real en 2017, en este caso frustrado: la policía los pilló a él y a una amiga rompiendo el cristal del local, le ha llevado a sentarse en el banquillo de los acusados de la Audiencia Provincial de Ciudad Real este martes. Lo ha reconocido todo y dada su condición de toxicómano el fiscal ha aceptado rebajarle un grado la solicitud de pena inicial que se queda en un año de prisión, en vez de los veintitrés meses que pedía de partida.
A su amiga L.M.S., con antecedentes pero no computables, el tribunal la sentenciará a seis meses de prisión.
Que vaya a un centro, no a la cárcel
El intento de robo de 2017 ha sido la perdición de R.N.G. Hasta ese día, 7 de abril de 2017, había podido eludir condenas anteriores de pocos meses que estaban suspendidas con la condición de que no delinquiera. Lo hizo y todo el peso de la ley ha caído sobre él. Ahora lleva más de dos años en prisión para frustración de su familia, que pide que ingrese en un centro de desintoxicación cerrado en el que de verdad pueda curarse, no en la cárcel.
“Las familias de los drogodependientes que delinquen vivimos un drama muy grande y los políticos, los que de verdad tienen poder, no hacen nada”, señala con lágrimas en los ojos la hermana de R.N.G., que este martes ha podido abrazarle y conversar con él unos minutos (ha llegado y se ha marchado concudido por la policía desde la prisión).
“Es un enfermo crónico”
La hermana de este “enfermo crónico”, recalca, denuncia la “deshumanización” del sistema a la hora de abordar el problema de personas que han perdido la voluntad para seguir con su vida por la droga, y las dificultades para reinsertarse o insertarse después de pasar por la cárcel. “Mi hermano está limpio ahora pero todo son trabas, hasta para estudiar”.
Problemas para estudiar
La familiar de este interno en Herrera de La Mancha denuncia que para hacer el examen de acceso a la universidad (su hermano quiere estudiar Derecho) le han propuesto cambiarle de centro penitenciario, “esto no puede ser, cuando aquí tenemos una universidad a distancia como es la UNED en Valdepeñas”.
Lo prioritario para las familias, aparte de más políticas en prevención de las adicciones y persecución “a los poderosos de la droga”, es que se creen centros de desintoxicación cerrados en los que sea obligatorio ingresar a los drogadictos que cometen delitos, como ocurre con los psiquiátricos penitenciarios.
“Es difícil que en una sentencia te concedan la medida de que el adicto ingrese en un centro, pero cuando lo consigues los mandan a centros en régimen abierto, como el del Proyecto Hombre en Guadalajara, en el que pueden entrar y salir libremente y se van”, añade la abogada Georgina Cupido, que ha representado a R.N.G. en este caso.
Desintoxicarse dentro de una cárcel es mucho más complejo. No solo porque la droga está dentro de las prisiones, sino porque es el interno el que debe pedir tratamiento y mantenerse firme en unas condiciones que propician lo contrario.
Robo frustrado en la Vereda del Vicario
R.N.G y su amiga L.M.S., los dos de 30 años y problemas de adicciones, intentaron robar en una clínica veterinaria de la Vereda del Vicario de Ciudad Real la madrugada del 7 de abril de 2017.
Mientras la chica vigilaba desde el coche el chaval rompió de una patada el escaparate de cristal y le hizo un boquete (con daños tasados en 774 euros) para acceder a robar. No lo lograron, la policía los detuvo antes. El varón, que tenía cinco sentencias suspendidas con la condición de que no reincidiera de entre cuatro y nueve meses, las tuvo que empezar a cumplir de forma consecutiva. Y en ello está ahora.