Hace unos días salían publicados los treinta y cuatro galardones que el Gobierno regional otorgará este próximo viernes, reconociendo la labor de diversos docentes y centros de toda Castilla-La Mancha, entre los que figura el nombre de Laura Rodero, profesora del IES ‘Torreón del Alcázar’ de Ciudad Real, “tanto por su solidaridad y compromiso con los inmigrantes como por transmitirles esos valores a su alumnado mediante actividades con centros de acogida, proyectos Erasmus, etcétera”, rezaba la nota de prensa que se recibió en los medios de comunicación.
Sin embargo, la historia de este premio comienza casi en la genética de esta profesora que ve la jubilación a la vuelta de la esquina y que, pese a ello, sigue disfrutando cada día en el contacto con sus alumnos, en cada uno de los proyectos que surcan su mente inquieta, porque sabe que detrás de estos, está el verdadero tesoro en el camino que van a encontrar sus alumnos. “No entiendo ejercer la docencia sin pensar en todo lo que podemos aportar, es lo que me inculcó mi madre, Elena Tejedor, maestra en Pío XII, durante toda su vida. Ella nos enseñó que ser maestra es trabajar y vivir al lado de la gente y no quedarse en el ámbito de una clase de cincuenta minutos”.
Rodero es de esas maestras que lo son por vocación y no por un desvío en su camino. “Venimos a impartir una asignatura, pero también a aportar valores para construir una sociedad futura y eso es lo que queremos transmitir a los compañeros más jóvenes que llegan a ejercer la docencia”.
Este reconocimiento del Gobierno de Castilla-la Mancha la ha pillado a contrapié. “Fíjate, porque ha sido gracioso. Estoy un poco rebelde, estando ya al final de mi carrera y con tanto cambio en los sistemas educativos. Cuando me dijeron que la Consejera de Educación quería hablar conmigo personalmente, pensaba que podía ser para una bronca. Me ha sorprendido mucho«.
Los primeros días, afirma, “he estado muy descolocada, porque hay una cantidad enorme de compañeros haciendo proyectos muy interesantes y no entendía precisamente mi elección para este reconocimiento”.

A este premio se le suma el de las palabras cariñosas de la gente. “Durante estos días he recibido una cantidad de mensajes que no ha sido ni medio normal. He quedado muy sorprendida con el cariño que he recibido”. Confiesa que, pese a lo inesperado, “me ha hecho muy feliz, porque es una forma también de defender lo que estamos haciendo durante tantos años”.
Al principio llega el rubor y los pensamientos en las nubes, después la calma y el agradecimiento y también esos nervios del saber qué se va a decir cuando llegue el momento exacto y donde improvisar sería lo bonito, pero supondría caminar como un funambulista meciéndose en la cuerda floja. “Con el paso de los días me he ido relajando y ahora lo estoy disfrutando. Llevo toda la semana pensando en qué me voy a poner el viernes y pendiente de las instrucciones del gabinete de organización. Estoy muy expectante”.
Sobre el premio, explica, “es un reconocimiento del trabajo que hacemos de cooperación, solidaridad e inmigración. La semana que viene me marcho a Bruselas, en lo que será mi vigésimo quinto viaje con estudiantes. He hecho catorce intercambios con Francia, seis con Alemania, además de cuatro viajes a Bélgica y uno a Lampedusa”.
En todos esos viajes, quedan las emociones de los alumnos, verlos volar cuando les toca pedir una comida en un idioma que están aprendiendo, algunas lágrimas cuando llega la morriña de familia, pero sobre todo, fragmentos de vida que aspiran con crecer y ser mejores. “Anoche acabando la programación de este viaje a Bruselas, pensaba en los objetivos comunes de cada uno de los viajes, y el básico y más importante es el respeto a otras culturas”.
Ese viaje hacia el respeto y a la apertura de mentes, habla de historias con familias francesas, alemanas, de diferentes religiones, con diferentes tradiciones y formas de vivir, que son adaptables y respetables y que siempre dejan un poso positivo. “Nuestro trabajo ha sido siempre decirle al alumno que lo más importante es respetar y adaptarse a estas culturas. A veces han sido contrastes muy fuertes, porque hemos llegado a familias más modernas, que lo que podría ser una familia estándar de Ciudad Real hace veinte años y eso, creo que ha sido muy positivo para quienes lo han vivido”.
Viajar, dice, “permite abrir la mente y creo que es el mejor regalo que los chicos se llevan cada vez que realizamos un intercambio”.
De entre todos los intercambios, Rodero rescata un proyecto con la isla Mayotte de Madagascar. “Estuvimos un año haciendo intercambio epistolar porque viajar allí era imposible; pero fue muy bonito y los alumnos quedaron encantados. Imagina hace quince años, todo eran power points y fue maravillosa esa experiencia”, como tan bien lo fue la que vivieron con alumnos procedentes de Ghana. “Con ellos también tuvimos un contraste muy fuerte y conectaron de una forma espectacular con las veinte familias que los acogieron. Por desgracia, dadas las condiciones de Ghana no pudimos ir, pero también dejó un poso muy bonito”.

Una de esas últimas experiencias es la que le hizo viajar hasta Lampedusa con dos alumnos, para conocer de primera mano la situación que viven los inmigrantes que cada día buscan cruzar el Mediterráneo con el sueño de encontrar un futuro con esperanza. “Lampedusa ha sido un punto de inflexión en la forma de ver el mundo y respetar. Por cada diez personas que se lanzan al mar, sólo sobreviven tres. El Mediterráneo es un cementerio y nosotros tuvimos la oportunidad de verlos llegar en pateras”.
De aquel momento, recuerda, “estábamos participando en una mesa redonda al más alto nivel diplomático en Plaza del Castillo, cuando se empezó a escuchar rumores de que llegaban pateras. Nos acercamos para ver si era cierto y sentí vergüenza como sociedad”. “Tuve que apartarme al ver cómo llegaban: deshidratados, demacrados, amontonados unos encima de otros. Fue impresionante y una imagen que no se borra. Luego tuvimos oportunidad de conocer testimonios y es desgarrador conocer la situación que viven quienes se lanzan al mar con el único objetivo de encontrar esperanza en su vida”.
Aquellos días de estancia en Lampedusa coincidieron con la celebración del 3 de octubre, una fecha marcada por la tragedia que en 2013 sesgó la vida de 383 personas, ahogadas frente la costa italiana. “Fue impresionante y muy emotivo, pero debe ser sobre todo un acto que remueva conciencias y nos recuerde lo que miles de personas viven cada día, enfrentándose al mar para buscar un porvenir mejor”.
El proyecto de Lampedusa volverá a sembrar conciencia en el alumnado de Ciudad Real este curso. “A partir del 1 de diciembre, que volvamos de Bruselas, arrancará un proyecto en el que queremos involucrar a otros tres centros de la ciudad; y tenemos pensado sacar un libro de actividades, realizarán visitas a nuestro colegio donde hemos recreado la puerta al mar de Lampedusa, etc”.
Un premio con nombre y apellidos que reconoce a todo un Centro
El premio que será concedido a Laura Rodero Tejedor puede entenderse como algo individual que reconoce el trabajo de una profesora que algún día tuvo una idea y que la hizo realidad; sin embargo, esta profesora de francés hace partícipe a todo el equipo.
Junto a ella, está la directora del centro IES Torreón del Alcázar de Ciudad Real, Lola Sánchez, cuya vida ha estado conectada a la de Rodero desde infantil. “Comenzamos juntas en el colegio a los tres años; hemos sido profesoras de nuestras respectivas hijas y hemos tenido la maravillosa coincidencia de ser compañeras”.

El camino profesional de ambas también tiene fecha de caducidad. “Si todo va bien, acabaremos jubilándonos juntas. Imagina si estamos conectadas”, relata orgullosa Sánchez, que ve en el premio que recibirá su compañera, que ha compartido la experiencia personal y profesional de Laura durante toda su trayectoria.
Para el colegio, subraya, “que una de nuestras profesoras sea reconocida es muy importante y estamos muy agradecidos, porque sabemos los centros son los profesores y sus iniciativas, que muchas veces surgen en las horas de ocio, para hacer cosas que se salen de los cincuenta minutos de clase y es ahí donde se marca la diferencia”.
Una diferencia que el viernes será reconocida, como lo es cada vez que uno de los miles de alumnos que pasan por las clases del Torreón cada mañana, sale al mundo y presenta los valores que han recibido durante sus años de formación.