Al ritmo de una ametralladora describiendo situaciones e hilando chistes y con una tremenda facilidad para imitar multitud de efectos y consecución de sonidos, desde un taladro al zumbido de los mosquitos entre la cortina y la caja de la persiana, Leo Harlem tomó nota de la tranquilidad con la que los ciudarrealeños acudieron a ocupar sus asientos en un Teatro Municipal Quijano lleno hasta la bandera en la apertura este viernes de la programación ‘La Cultura del Vino’, impulsada por la Diputación Provincial.
Cuarto de hora después de lo previsto, con los últimos rezagados acomodándose en las butacas, comenzó su desternillante actuación, en la que demostró que tenía mucho que contar, a veces a la velocidad de la luz, superior a la del Ave que no quería perder de regreso a Madrid, sin que le frenara nada en la agilidad de su ingenio, salvo precisamente la luz del encendido de móviles a cuyos propietarios reprobó por causar interferencias en el GPS de su concentración.
Ni un trago de agua necesitó para mantener en alto la atención y las comisuras de los labios del respetable estiradas de oreja a oreja durante la hora y veinte minutos de su espectáculo, en el que dio la enhorabuena por proclamar las bondades de la cultura del vino y animó a consumir, con moderación, el del kilómetro cero, el elaborado en esta tierra, además de felicitar por la iniciativa de que los fondos recaudados, a tres euros la entrada, fueran para una buena causa como la labor de Crean en apoyo de la población ucraniana castigada por la guerra.
Contento por estar aquí y además al ponerse el sol, ya que ha salido “más de noche que el camión de la basura”, deseó un “exitazo brutal” a una programación en favor de un trabajo en equipo, comarcal y provincial en defensa de un producto, algo que admira en mayor medida siendo un autónomo, “un desgraciado”, que trabaja solo y al que no le toman ni en serio cuando va a encargar una cena navideña de empresa al decir que es un único comensal.
El humorista castellano-leonés propinó sus primeros zarpazos de ironía a lo sofisticado frente lo arraigado poniendo como ejemplo los equipos de Fórmula Uno con multitud de ingenieros y mecánicos que parece que no saben cuándo va a llover y no paran de equivocarse de neumáticos, siendo lo más lógico incorporar a un pastor, póngase el caso de Aniceto, que te dice si va a haber precipitaciones cuando el reuma le tortura o hay que optar por las ruedas ‘de seco’ porque ha visto a las lagartijas “echándose Nivea”.
De su experiencia con los robots aspiradores, como Rumba que no pudo ni arrancar desprogramado por la propia pelusa del pasillo u otro más potente y batallador que no paró de tragar polvo hasta que se encontró debajo de la cama con una Interviú del 78 y ahí se quedó sin batería con el póster central, también habló, así como de las sorpresas en el accionado de mecanismos en un hotel domótico y su preferencia a que en lugar de internet los frigoríficos tengan “botellines de cerveza a punto de escarcharse”. El sofá que le corrige la posición hasta el punto de que termina viendo el fútbol de ‘medio lao’ “a lo Nefertiti” es otro de los inventos cuyas bondades no ve del todo claras Harlem, que se alegró de que ya no echen ‘Bricomanía’ por el entusiasmo que originaba en su vecino a poner en marcha el berbiquí a todas horas, y comparó frente a los móviles de última generación que parecen “vitrocerámicas con cuatro fuegos” el suyo, un antiguo Nokia con una batería que cargó el año pasado y sigue en activo, capacidad de acumulación de energía que le hace sospechar, exagerando, que lo mismo un modelo similar pudiera haber originado un desastre como el de Fukushima quedándose cargando toda la noche.
Los grupos de Facebook ‘walking dead’ de reaparecidos amigos del año Maricastaña se colaron en su humorístico recorrido que tomó alas de nuevo con un blog de viajes por todo el mundo con divertidas estampas de, entre otros lugares, Dubai, donde hay “tanta pasta” que no les hace ilusión la lotería y un jeque llega a tener cincuenta esposas cuando si él le dejara a su familia política un mes, “febrero para que no sufra mucho”, a partir “del día 10 estaba cenando en casa de sus padres”. Se preguntó cómo es que los chinos, siendo 1.800 millones, hicieron una colosal muralla para defenderse de los mongoles, siendo éstos 40 millones, que es como si hiciera algo parecido España para que no le atacara Andorra, y no se quedó muy convencido con la gastronomía japonesa, “un país donde no se puede estar”, lamentó, con “terremotos cada veinte minutos” y platos como pescado crudo, con “lo fácil que es hacer un bacalao al pil pil”, y un “arroz triste” al que cogió tanta manía que a su vuelta tiró por la ventana el disco de ‘ARock Stewart’.
El feng shui tampoco le conquistó, porque no cree que en casos como el de Puerto Urraco modificara mucho los hechos cambiar un taburete de la cocina de un lado a otro, esgrimió con humor negro Harlem, que comparó el frío de la Antártida con el de Zaragoza, se lamentó que no se les haya ocurrido poner barandillas para facilitar la subida a las pirámides de la Riviera Maya y relató cómo le torturaron mosquitos, nivel NBA, en el Caribe.
La climatología imposible de Londres, así como lo exquisitos que se ponen con la pronunciación; el censo “mal hecho” de Estambul; las cuestas de San Francisco donde hasta los graffiteros “vuelcan” al firmar en las paredes; y el “sobrevalorado” Nueva York, que le pareció “un Seseña a lo bestia donde se ha metido a vivir gente a punta pala” y además toda famosa, sin olvidar Benidorm, que es un “resumen de todo el planeta” donde lo mismo te encuentras a un mafioso ruso esperando a un chino en un restaurante italiano que a un esquimal haciendo una paella y donde ni la OTAN de maniobras logra hacerse con un metro cuadrado de playa donde extienden sus toallas los jubilados, también aparecieron en su libro de viajes, que enlazó con su asombro y reticencias ante las exigencias de un gran número de deportes, así como de dietas y costumbres alimentarias.
El público disfrutó con la comicidad de Harlem, al que ovacionó, en una velada a la que asistieron el presidente de la Diputación, José Manuel Caballero, y el vicepresidente de la institución provincial, Gonzalo Redondo, así como, entre otros miembros de la Corporación Municipal, la alcaldesa, Eva María Masías, y el concejal de Cultura, Nacho Sánchez.