La expansión del COVID-19, el decreto del estado de alarma y su posterior endurecimiento se han traducido en una paralización casi total de los desplazamientos por el casco urbano de Ciudad Real. Desde hace 20 días, las calles de la capital están prácticamente desiertas y apenas un puñado de vehículos circulan por ellas.
El transporte urbano de la capital provincial está notando en sus propias carnes esta poca afluencia de desplazamientos, que se traduce en menos viajeros. Según datos del propio Ayuntamiento de Ciudad Real, el transporte urbano, durante las dos primeras semanas de confinamiento, descendió en torno al 90%. Un descenso que se habrá acusado aún más después de que el pasado sábado el Gobierno central endureciera las medidas del estado de alarma, las cuales solo permiten trabajar a aquellas personas que forman parte de los llamados ‘sectores esenciales’.

«Hay trayectos en los que vamos completamente solos y, en caso de que haya alguien, solo un par de pasajeros», señala a Lanza Hipólito Fernández, conductor de la línea 1A del servicio de transporte urbano de Ciudad Real. En sus 25 años como conductor, «en la vida» había visto tan poca afluencia de viajeros, aunque lo agradece, ya que significa que la gran mayoría de los ciudadanos están cumpliendo con las normas establecidas para evitar propagar el virus.
En su línea, la 1A, que efectúa parada en el Hospital General Universitario de Ciudad Real, nada más que lleva y trae a sanitarios que entran y salen de trabajar del hospital, personas que van a cuidar a mayores y gente que va a comprar. «Poco más», indica.
Para evitar la exposición al COVID-19, la empresa concesionaria del servicio de autobuses urbanos de Ciudad Real, IBERCONSA, ha instalado en los vehìculos unas pantallas protectoras de metacrilato antisalpicaduras para evitar el contacto directo entre los viajeros y los conductores. Además, también los han dotado de mascarillas, guantes y alcohol para desinfectar zonas que ven que tocan los pasajeros. Así mismo, todas las noches el autobús es desinfectado con hipoclorito y, cada tres días, con ozono para eliminar cualquier virus. También se ha reducido el aforo de los autobuses a 20 personas, aunque todavía no se ha llegado a tal situación.

Hipólito, como el resto de sus compañeros, espera que «esto vuelva a la normalidad pronto», dado que «se echa de menos el ver a los niños, la gente que llevas a diario a trabajar, los mayores que se montan todos los días, que nos hacen sentirnos menos solos».
La policía también controla a los viajeros
Durante los días del estado de alarma, los agentes de la autoridad también están comprobando que los viajeros de los autobuses urbanos tienen motivo para viajar en ellos. «Cuando pasamos por alguno de los muchos controles que está habiendo estos días, si los agentes ven que en el bus hay gente, se suben y comprueban el motivo del desplazamiento», apunta Hipólito.