El toque de queda o restricción a la movilidad nocturna como recomienda llamarlo el Gobierno ha devuelto a Ciudad Real este octubre a estampas de los primeros días de marzo: calles vacías, bares cerrados, rezagados volviendo a casa con el perro o haciendo deporte, algún coche de policía patrullando y, desde esta noche, multando a personas que no tengan ninguna causa justificada para deambular por las calles.
Tanto Guardia Civil, como Policía Nacional y Local han confirmado que el domingo solo advirtieron de las nuevas restricciones a la movilidad, pero a partir de esta noche del lunes y madrugada del martes, segundo día del toque de queda, no habrá manga ancha. Por lo que parece, al menos entre semana, la gente ya está más acostumbrada a los confinamientos y acata con disciplina unas restricciones que suenan a déjà vu.
“Mejor esto que el cierre”
“Hay cosas peores, mejor esto que el cierre”, comenta Jessica, encargada del bar Lido en los Jardines del Torreón, mientras se prepara para cerrar un lunes en el que han notado “que la gente ha venido antes”. “Entre lunes y miércoles la verdad es que con esta medida pierdes una hora de negocio, pero los fines de semana las tres horas que pierdes son bastante fuertes”, explica mientras cobra las últimas cervezas a un grupo jóvenes.
Rosalía, en el bar de al lado, El Portalón, empezó a recoger con sus compañeras poco después de las diez, “la terraza la dejamos para el final”. Un día como hoy, un lunes laborable, la cocina no cerraría hasta las 23.30, pero desde el domingo tienen que dejarlo todo para el día siguiente mucho antes. ¿Cómo les va a afectar?, “esperemos que no tengamos que mandar a más gente al ERTE”, comentario que hacen otros hosteleros de la zona de ocio por excelencia de Ciudad Real.
Resistir con el “tardeo” y el cambio de horarios
Los bares y cafeterías que en verano recogieron el testigo del cierre del ocio nocturno se preparan para un nuevo golpe que afrontan con bastante resignación. Es lo que dice Elena, propietaria de un negocio familiar el bar Kapikua, que regenta junto con su pareja. Los dueños del Kapikua, también en los Jardines del Torreón, esperan resistir este nuevo chaparrón con el “tardeo”, reduciendo algunas horas al personal contratado, haciendo más horas ellos y fomentando que la gente salga antes.
“Nos imaginábamos que esto iba a pasar viendo lo que está ocurriendo en otras comunidades, pero la verdad es que el ‘tardeo’ no se da mal, aunque tendremos que hacer números”. Este bar coctelería abre a las cuatro de la tarde y tienen gente hasta la hora de cenar. Los fines de semana van muy bien, entre semana algo más flojo.
“Más vale la salud que la juerga”
A Elena la interrumpe un espontáneo que se presenta como “Juan”, un cliente habitual del tardeo que lo tiene claro: “Hay que hacer caso, a partir de las once de la noche tenemos que estar en casa, más vale la salud que la juerga, la juerga puede venir un año y otro año, pero la salud se pierde y no se va”. Y otro recado de Juan: “A la hostelería hay que defenderla, sin la hostelería no hay vida”.
José, el camarero del Bastón, uno de los bares emblemáticos de Ciudad Real barre la acera mientras prepara el local para cerrar, “no nos queda otra si queremos que esto acabe pronto”.
Con las once llegan los sonidos metálicos, los cierres y las sillas apiladas. Un coche de policía patrulla por el centro y le recuerda a la gente que se tiene que ir a casa. Acaban de empezar la ronda de un lunes que recupera el extraño ambiente de aquellos días de marzo