Añorar lo que una vez se tuvo supone aceptar que lo anterior fue mejor a lo de ahora. No es raro que el sector de la hostelería sienta esa melancolía de gente que sobre todo la pandemia, ha hecho restar a las típicas estampas de los grandes banquetes en restaurantes, algo que según Crespo “se ha echado mucho de menos y teníamos muchas ganas de recuperar”.
Antes del covid era raro que un convite no reuniese a más de un centenar de personas; quien más quien menos, aprovechaba esas fiestas familiares para reencontrar a primos y tíos que difícilmente de otra forma se podían ver durante el año, aunque “el sobre” que dejasen no siempre saliese en positivo sobre la factura final de varios ceros.
Quizás los primeros damnificados en los cambios sociales fueron los estancos cuando se prohibió fumar en los interiores y la imagen de todos fumando puros mientras se bailaba “La Macarena”, quedó para encabezar esa colección de recuerdos que difícilmente se borran de la memoria, aunque entonces, todavía podíamos estar todos.
Aunque murió el humo, los restaurantes siguieron funcionando porque las barras libres cumplían su función para liberar las bestias que los mayores llevaban dentro, haciéndolos bailar meciendo el cuerpo torpemente como si fuese un pasodoble cuando el ritmo de la música ya era el de los bits acelerados del reggaeton de Daddy Yankee.
Ya entonces se obligó a reinventar lo que siempre se aceptó como lógico en los servicios de bodas, bautizos y comuniones. Eso fue en 2011, tres años antes había empezado la crisis económica que tampoco mató al gremio hostelero; porque en España siempre se ha sido de celebrar todo, aunque en los bolsillos sonasen los últimos billetes con eco.
Pero la transformación más fuerte ha sido sin duda la provocada por el covid. “Nunca antes se había vivido algo igual en la historia moderna y fue una situación que además del estrago social, económicamente fue un revés para la economía internacional”, se lamenta José Crespo, presidente de la Asociación Provincial de Empresarios de Hostelería y Turismo de Ciudad Real.
“Desde el 2020 y hasta mediados del 2021, han sido muchas las cancelaciones que han llegado hasta los restaurantes y muchos los que se han visto obligados a trasladar la fecha”, aporta Crespo. A todos ellos, seguro que la pandemia también ha añadido a los que ha salvado de tener que iniciar los trámites de divorcio después de casarse…y es que, incluso los peores momentos, siempre tienen algo bueno. En este alboroto de lo previsto, añade Crespo, “el sector ha conseguido recuperar los niveles de prepandemia, aunque desde el pasado mes de junio el crecimiento que veníamos observando se ha aplanado”.
Pese a que la pandemia ha dado un respiro, siguen emergiendo nuevos problemas como la fuerte inflación que se disparó con el estallido de la guerra en Ucrania, que dura ya más de un año y parece que no tiene horizonte para su finalización.
“A los restaurantes nos ha afectado la subida de precios enormemente. Este encarecimiento no se ha podido repercutir sobre el cliente y, por tanto, hemos tenido que ajustar las cuentas para no caer en pérdidas”, señala el presidente de los hosteleros de Ciudad Real.
Tras la pandemia, el problema se llama «inflación»
Desde que comenzó la lucha contra la covid-19 han sido numerosos restaurantes los que han tenido que cerrar sus puertas, conducidos al cerrojazo por la incertidumbre, los ERES, los seguros sociales a o los alquileres a pagar cuando no había ingresos, aunque es una situación que según Crespo, “tiende a corregirse, porque a medida que unos cierran, aparecen nuevos negocios o se traspasan locales que mantienen la actividad”; aunque reconoce, que es un ciclo que no se cumple “cuando hablamos del medio rural”.
Las expectativas para este año, adelanta, “son buenas y así esperamos que se desarrollen”, siendo la Semana Santa el momento cumbre para que el sector vuelva a ser uno de los que más empleo genere. “Desde el sector de la hostelería pensamos que en Semana Santa volveremos a ser capaces de generar empleo. La gente viaja, consume más en los bares y generalmente, suele ser el inicio de la temporada alta que dura hasta el final de verano”.
Mientras tanto, detrás de los fogones y casi como si fuese un diseño sobre papel, comienzan a flotar nuevas ideas para reinventar el servicio y los platos. “Cada temporada es un reto y lo que buscamos los hosteleros es mejorar siempre en calidad y servicio”.
Subraya el portavoz de los hosteleros ciudadrealeños que “en los restaurantes no paramos de buscar nuevos platos, nuevos sabores, porque al final la gente también es lo que busca y lo que nos demanda”. Continuamente, puntualiza, “nos toca reinventarnos para estar a la vanguardia y no quedarnos atrás”.
Para este inicio de temporada alta para comuniones, bodas y bautizos, ya guarda algunas nuevas recetas, que pronto serán platos que se sirvan entre risas, ganas de brindar por un futuro feliz y recordar aquellos tiempos de corbatas en la frente, bailecitos con la tía Encarna y los niños intentando apurar los culos de cerveza entre despistes de mayores.