Hay relatos que no solo narran hechos, sino que evocan sensaciones, texturas y el pulso de un tiempo ido. Historias que se tejieron con la entrega silenciosa de hombres y mujeres que, con escasos recursos, edificaron los cimientos de nuestro presente deportivo sobre campos que desafiaban la voluntad y forjaban el carácter. Es la memoria de ese ayer, la que hoy cobra vida a través del testimonio de Manuel Serrano Cabanillas, un testigo privilegiado y protagonista, cuya voz ha palpado el deporte desde cada uno de sus ángulos: desde el rigor del campo de juego hasta la gestión institucional y la vibrante narración radiofónica. Su experiencia, vasta y profunda, lo convierte en una figura esencial para entender el devenir deportivo de Puertollano.
Manolo Serrano nos sumerge en el corazón de un Puertollano de mediados del siglo XX, una ciudad de auge industrial donde el fútbol se convirtió en el espejo de una comunidad trabajadora y soñadora. En ese vibrante crisol, el Club de Fútbol Calvo Sotelo no solo echó raíces, sino que se elevó hasta la cima, disputando once temporadas en la Segunda División y acariciando la Primera en la campaña 1967-68. Una epopeya futbolística que resonaba en cada rincón, dibujando un paisaje de ilusión colectiva en cada encuentro disputado con el alma.
Los inicios en terrenos modestos y un sueño truncado
Manuel Serrano Cabanillas, quien se presenta así «para no inducir a error» con su hijo de mismo nombre, nos transporta directamente al punto de inflexión que marcó su vida y su carrera. «Fui jugador de fútbol durante mucho tiempo hasta que un mal día, en este caso concreto un jueves, día 1 de febrero de 1973, pues tuve lo que por entonces se denominó una hemorragia cerebral en el campo de fútbol, en un entrenamiento del partidito de los jueves, jugando con el Calvo Sotelo aquí en el campo de Puertollano». Aquel suceso trágico supuso un antes y un después: «se acabó para mí el fútbol que era mi vida».

Pero la historia de Manolo en el deporte comenzó mucho antes, desde la infancia en su Puertollano natal. «Comencé a jugar aquí en Puertollano como casi todos los que hemos vivido en esta localidad», rememora. Aquellos primeros pasos se dieron «en el bosque, que es donde teníamos y hacíamos los partiditos, y poníamos como porterías o como postes de la portería nuestras carpetas de ir al colegio». Sus primeras incursiones en un campo de fútbol más formal fueron de la mano de sus profesores. «Recuerdo que la primera vez que yo fui, que acudí al campo del Cerrú. Entonces fue acompañado de dos profesores del colegio de la Inmaculada, donde yo comencé a estudiar, y acompañado de don Pedro Bernal y don Julián Sánchez Vizcaino», quienes, comenta, «nos ayudaban de alguna manera a entrar gratis, porque tendríamos en aquel momento pues 10, 11 años aproximadamente». Fue el «comienzo, diríamos, de mi vinculación con el Calvo Sotelo».
Su primer equipo formal fue «el Huracán, un equipo en el que también estaba Chone, estaba Dueñas, en fin, jugadores que fueron historia y son historias del fútbol de Puertollano». Con este conjunto juvenil, protagonizaron una anécdota que hoy cuenta con orgullo. «Recuerdo una anécdota muy curiosa y es que yo fiché posteriormente por el Bolañego en Tercera División y recuerdo que estaba Pla Mora, un entrenador que fue jugador del Calvo Sotelo y entrenador bastante tiempo».
«Pla Mora, antes de comenzar la liga, pues quería que el presidente del Bolañego viera los jugadores que había aquí en Puertollano. Nosotros éramos el Huracán, con algún jugador más y tal, ganábamos 0-5 en la primera parte al equipo de Tercera División». Aquello llevó al presidente a decir «fíchalos a todos», a lo que Pla Mora replicó: «si solamente uno de ellos tiene 18 años, los demás son todos chavales de 15 y 16 años». Entre ellos por ejemplo yo». Este suceso demostraba ya entonces que «en Puertollano, afortunadamente, como ocurre también ahora, hay jugadores de mucha calidad», añadía Serrano.
De Puertollano y el Huracán, su camino futbolístico le llevó al Bolañego en Tercera División. Pero, posteriormente, sus «pinitos» le acercaron al Real Madrid. «Estuve en el Real Madrid, casi prácticamente una semana». Sin embargo, su fichaje se truncó «por diferentes circunstancias», comentaba. «Yo llegué a firmar con el Madrid, pero el Bolañego pidió unas condiciones que el Real Madrid no pudo asumir o no quiso asumir. Se metió el Valencia por medio, y su ficha prevaleció, ya que la era de Profesional, y la ficha del Madrid era amateur”.
La vida, sin embargo, le tenía otros destinos. «Al cruzarse por medio el Valencia, me marché. Estuve tres años, entre ellos, haciendo servicio militar, y posteriormente ya me fui a Villarreal donde estuve dos temporadas». Con el equipo castellonense consiguió un logro notable, la fase de ascenso a Segunda: “Recuerdo jugar primero en Bilbao. Perdimos 2-1 en San Mamés. Jugamos en Villarreal y ganamos 2-1. El desempate fue en el Bernabéu y ganamos 2-1 y conseguimos el ascenso a Segunda División».

Tras su paso por Valencia y el ascenso con el Villarreal, el regreso a Puertollano marcaría ese «triste recuerdo»: «Volví a Puertollano y estuve dos temporadas, la 71-72 y la 72-73, que es la del triste recuerdo para mí, porque fue cuando el 1 de febrero, pues me quedé en el campo muerto. La cuestión es que me quedé allí, en el campo, prácticamente intentando huir. Era un jueves, jugábamos un partidito, y fui a que me dieran un balón en corto al córner, y bueno, el cerebro mandaba las piernas, pero las piernas no se movían, hasta que me caí totalmente allí, en el borde del campo».
Aquel dramático final no solo significó dejar el fútbol a los 25 años, sino que también puso de manifiesto las precarias condiciones de los futbolistas de la época. «Yo viví el hecho de que no teníamos Seguridad Social. En mi caso concreto, yo no tenía seguridad social en el Villarreal, ni tampoco en el Valencia. En el Calvo Sotelo sí, porque estábamos tutelados por la empresa, y la empresa, por entonces, te daba seguridad social y tal. Pero sí, viví que había muchos equipos que a los jugadores no se les pagaba la cantidad establecida, en fin. Una serie de cosas que, desgraciadamente, o bueno, afortunadamente, ha mejorado mucho».
Las consecuencias de su accidente se extendieron a su vida personal. «Mi mujer estaba en estado. De hecho, cuando nació mi primer hijo, estaba de ocho meses, y se le precipitó el parto al ocurrirle lo que me ocurrió a mí». Aquella situación «fue duro», pero «afortunadamente al estar en un hospital de Madrid, pues se pudieron reconducir todas las cosas y mi hijo nació, nació bien».
Las condiciones del deporte en los 60 y 70: precariedad y avance
El Puertollano deportivo de los años 60 y 70 era reflejo de una España que despertaba lentamente al valor del deporte. Las infraestructuras eran desiguales: mientras el campo del Calvo Sotelo destacaba por su calidad, “era una joya, propio de la categoría”, recuerda Manolo, en colegios públicos se improvisaban porterías con carpetas o se jugaba sorteando árboles en medio del terreno.
A pesar de esa precariedad, la pasión y el compromiso suplían lo que faltaba. Profesores entusiastas, como los del Ave María o el colegio Salesianos, y empresas como Calvo Sotelo, que tutelaban y apoyaban a los clubes, fueron pilares. Pero, sobre todo, lo fueron personas que Manolo define como “locos y locas maravillosos” que buscaban recursos donde nadie más miraba, logrando que el deporte echara raíces en los lugares más insospechados.
Con la llegada de la democracia y el impulso de la Junta de Comunidades, comenzaron a verse cambios palpables: camiones con material deportivo, nuevas canastas, porterías, pabellones. El deporte empezaba a ocupar su sitio en los colegios y en la vida cotidiana de la ciudad.
Ese esfuerzo colectivo convirtió a Puertollano en un auténtico vivero de talentos. Manolo prefiere no dar una lista para no cometer olvidos injustos, pero sí evoca nombres como el de Luis Casimiro, que llegó a ser campeón de liga en baloncesto, o Javi Bermejo, olímpico en salto de altura. Recuerda también a Dueñas Samper; que fue jugador del Calvo Sotelo, del Rayo Vallecano, y del F. C. Barcelona junto a Cruyff; o a Fabián, que jugó varias temporadas en Primera con el Sporting de Gijón, con Quini y Churruca.

Tampoco olvida al equipo femenino de balonmano de Puertollano en Primera División, que viajaba en furgoneta a jugar a Barcelona, comiendo bocadillos en el camino, sin autobuses ni lujos. “Hablar de Puertollano es hablar de entrega, de comunidad y de deportistas increíbles en todos los ámbitos, que han llevado con orgullo el nombre de su tierra”. Ha recordado con gran cariño a la entrenadora, Graci Sanz, que tristemente falleció, después de haber sido una de las figuras importantes del deporte en la ciudad minera.
Más allá del campo: Una vida dedicada al fomento deportivo
Tras el golpe que supuso el fin de su carrera como futbolista profesional, Manuel Serrano encontró una nueva forma de canalizar su inquebrantable pasión por el deporte. «A partir de ese momento», explica, «pues tuve la suerte en el principio de pasar al Ayuntamiento de Puertollano.
Estuve un tiempo en la estación de autobuses de aquí de Puertollano y posteriormente ya en el área de deportes del Ayuntamiento». No fue una breve estancia, sino una dedicación de décadas. «Estuve prácticamente 30 años siendo coordinador de actividades deportivas del Ayuntamiento de Puertollano».
Su compromiso con el mundo deportivo no se limitó a la gestión institucional, sino que también lo llevó a los medios de comunicación. «También simultáneamente, aunque con posterioridad», relata, «tenía un programa deportivo de 2:30 a 3 en la cadena COPE y estuve durante bastantes años, desde la temporada 83/84, creo recordar, hasta mi jubilación definitivamente». Esta faceta le permitió una perspectiva única, conectando su experiencia en la gestión con la difusión de los valores deportivos.
Un legado que perdura y el «laberinto» de recuerdos
Al rememorar una vida tan ligada al deporte, Manuel Serrano se adentra en lo que él mismo describe como un «laberinto» de recuerdos, un entramado de vivencias que se conectan y enriquecen unas a otras. La conversación con él fluye sin cesar, demostrando la vasta colección de anécdotas y conocimientos que guarda.
Para Manuel Serrano, el deporte es mucho más que un palmarés o una colección de datos; es una fuente inagotable de historias humanas, de esfuerzo, de superación y de comunidad. Es por ello que, a modo de broche final, su brindis es una declaración de deseos para el futuro de la cantera de talentos que tan bien conoce. «Yo lo que diría para finalizar es que brindo por porque España, eh Castilla-La Mancha, Puertollano, pues siga dando deportistas de tan alto nivel. Eso eso es buenísimo. Eso es muy bueno». Un legado que perdura, no solo en la memoria individual de quienes lo vivieron, sino en la continua vitalidad del deporte en su tierra.