María Dolores Cabezudo (Madrid, 1935), catedrática jubilada de Tecnología de los Alimentos de la UCLM y ex investigadora del CSIC alberga un sobresaliente legado científico de 45 años, que expone y defiende de manera natural, sin presunciones ni alardes.
Es una mujer serena, con una experiencia “irrepetible” a la que no se le cae de la boca el término ‘equipo’, un concepto transversal que pone de manifiesto su generosidad a la hora de valorar sus investigaciones en el ámbito de la química analítica.
A pocos días de la celebración del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, Cabezudo habla de su propia herencia y de la de otras investigadoras como resortes para “retirar los verdaderos peñascos, injustificados e incluso ilegales, que han interrumpido el paso a las mujeres”, aunque estas dificultades no hayan sido, asegura, “insalvables”.
No quiere hablar del pasado, aunque entre los años 70 y 90 protagonizara varias décadas de brillante investigación en el Instituto de Fermentaciones Industriales, adscrito al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), y aunque pusiera en marcha en Ciudad Real, a principios de los 90, la licenciatura en Ciencia y Tecnología de los Alimentos
Esta actitud define su carácter humilde y poco reivindicativo de una mujer destacada, cuya trayectoria le hizo acreedora del premio de Investigación ‘Gabriel Alonso de Herrera’, así como sus estudios precursores han tenido importantes desarrollos en el sector vinícola de Castilla-La Mancha.
De la misma manera, consciente o inconscientemente, ha sido también referente para las científicas de generaciones posteriores, para otras colegas coetáneas y para numerosas alumnas.
Precisamente, su carrera, según cuenta a ‘El Semanal’ del diario Lanza, estuvo determinada “por la influencia” de mujeres.
Cuando se planteó un futuro profesional, la entonces joven Cabezudo estuvo marcada por las enseñanzas de las profesoras de Latín y Química. “Me lo tuve que pensar”, recuerda. Eligió esta última disciplina “porque había que salir al laboratorio”, mientras que la lengua románica “podía estudiarla en casa”.
Posteriormente, cuando tras acabar la licenciatura en Zaragoza (en 1957), se encontraba en Madrid dando clases en una academia, “se interesó por mí una investigadora (Concha Llaguno), que me habló de posibilidades futuribles”.
En ese punto consiguió una beca en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y entró en “un carril, en el que ya no paré”.
Así, “con bastantes estímulos”, la investigadora inició una trayectoria impecable y se doctoró en 1967 por la Universidad Central (hoy Complutense) con un estudio sobre el metabolismo de las levaduras que forman films en aerobiosis, así como posteriormente acabó su etapa postdoctoral en el Department of Viticulture and Enology de la Universidad de California (EEUU), donde colaboró con varios equipos científicos.
Reconoce que en esos años “preferían contratar a los varones”, un hecho que no identifica como discriminatorio y que valora en positivo porque “no te anulaban, te obligaban a pelear y a esforzarte más”.
Tras 25 años de trabajo en el CSIC, donde encabezó más de una veintena de proyectos y participó en decenas de congresos y encuentros por los cinco continentes, “di dos veces al vuelta al mundo”, incluso formó parte de un grupo de la OTAN para la promoción de la ciencia en los países europeos Turquía, Grecia y Portugal. Llegó la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM), al poco tiempo de su creación, donde “buscaban a gente experimentada” y fue la autora del programa curricular de la carrera de Ciencia y Tecnología de los Alimentos.
Mejora de la calidad
En esta etapa y hasta su jubilación en 2006 puso las bases investigadoras para que la industria vinícola castellano-manchega implementara técnicas de mejora de la calidad de sus caldos, cada vez más cualificados y apreciados a nivel internacional.
Por ello, es en este ámbito donde el nombre de la profesora Cabezudo tiene ascendencia, tanto por sus indagaciones como por las distintas acciones formativas sobre la elaboración del vino en diversas regiones de España como Castilla-La Mancha, “porque no sabían”.
Cuenta que fue su instituto el que promocionó y dio espacio a los vinos manchegos porque el ministerio de la época “priorizaba los de Rioja, Jerez y el Cava” ante los grandes volúmenes que se registraban en España.
El escenario actual, “con bodegas modernizadas, instalaciones con avances tecnológicos y equipos profesionales”, es muy distinto al de hace 30 años. “En los 80, la Dra. Llaguno dio una conferencia sobre la necesidad de adoptar el acero inoxidable en las bodegas para todo y pudieran exportar sin problemas lo cual originó una enorme polvareda.
Esta anécdota da idea, según la catedrática, de los avances conquistados en los últimos años por el tejido vinícola regional y nacional, al que “han contribuido mucho los medios de comunicación especializados y los periodistas que han sabido ver en estos temas una oportunidad para formarse e informar”.
Aplicaciones estadísticas
De la misma manera, las investigaciones de Cabezudo en química analítica, enología, y análisis sensorial de alimentos han contado con la aplicación de la estadística para valorar la información de las técnicas analíticas. Según dice, fue usuaria junto a sus colaboradores de programas informáticos en lenguajes Fortran y Basic.
Cabezudo agradece a los miembros de sus equipos el intenso trabajo que abordaron y que cristalizó en publicaciones en las revistas más prestigiosas de aquellos años.
“En la actualidad puedes consultar los comentarios en internet, pero en mi época la ‘herramienta’ eran las peticiones de separatas y el número de estas peticiones avalaba después su edición en cabeceras prestigiosas”, indica.
Estar alerta
Sobre si es desigual el desarrollo profesional de la mujer, sostiene que simplemente “hay que estar alerta”, aunque, a pesar de que se haya podido dejar aspectos personales pendientes, ella no se siente víctima de asimetrías.
Sostiene que “no hay carreras de hombres o de mujeres, eso es una tontería”, tal y como lo pone de manifiesto ejemplos como el de la actriz de origen austriaco Hedy Lamarr, la estrella de cine que inventó en los años 40 la tecnología precursora del wifi.
“Las mujeres han hecho siempre sus aportaciones, aunque hayan estado menos visibilizadas”, sostiene Cabezudo, y apunta a la oportunidad que representan celebraciones como el Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia para reducir la brecha de género en los ámbitos de la ciencia, la ingeniería, la tecnología y las matemáticas, así como para atraer vocaciones de las más jóvenes.
Cabezudo valora los movimientos de mujeres de los últimos años y asegura que “como progrese la huelga del 8 de marzo (hay convocado un paro mundial), se acabaron las limitaciones para las mujeres, porque solo los deficientes mentales seguirán impidiéndoles hacer algo”.
A su juicio, “las mujeres tienen que empezar a dar miedo” y, a su juicio, la huelga “dará miedo”, en base al impulso y la implicación colectiva de decenas de organizaciones que defenderán ese día el desarrollo libre de las mujeres tanto a nivel personal como profesional.
Equipos
María Dolores de Cabezudo es una gran defensora de los equipos profesionales, por eso aconseja a los líderes “rodearse de colaboradores inteligentes, sean hombres o mujeres”. “Es un síntoma de salud mental”, aduce.
En su caso, “nos llevábamos muy bien, y si había un motivo de quejas o roces, teníamos conciencia de adónde podíamos llegar, muchas veces superados por el nivel de trabajo que teníamos”.
Con todo, Cabezudo valora la ambición como un síntoma positivo en el juego de la competencia, siempre “que no se avasalle”. “Es bueno, yo lo he sido, y también he espoleado a mujeres para que confiaran en sí mismas”.