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19 abril 2024
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La España que envejece

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Los mayores de Alcoba de los Montes hablan de su vida, sus preocupaciones y el envejecimiento mientras que recorren las Tablas de Daimiel / Clara Manzano
Noemí Velasco / DAIMIEL
La población de mayores roza el 20% en España. En poblaciones rurales de la provincia, como Alcoba de los Montes, el dato sube hasta el 30%. Frente a la inquietud que genera el crecimiento del gasto en pensiones, en sanidad y dependencia, la Asociación de Jubilados refleja una nueva vejez, en la que los mayores se han incorporado a las labores de cuidados con nietos, han facilitado la incorporación de la mujer al trabajo remunerado y constituyen un soporte económico frente a la precariedad laboral de los jóvenes. Mientras que realizan una ruta por el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel, demuestran además que ejercen un papel fundamental para la superviviencia de los pueblos

El envejecimiento de la población marca el devenir de la España rural en este país donde la población de mayores roza en la actualidad el 20 por ciento. En cuatro décadas el número de personas con 65 años o más se ha duplicado: 8,908 millones en 2018 según datos del INE. En localidades de la provincia como Alcoba de los Montes, la población mayor es el colectivo más numeroso: según el padrón 175 personas superaban los 65 años en este pueblo de 602 habitantes a 1 de enero de 2018, es decir, casi un 30% del total. El envite que puede causar en el estado de bienestar el aumento de la dependencia, el incremento del gasto en pensiones y la necesidad de más recursos en el sistema sanitario causa cierto pavor social, hasta hablar de riesgo de “quiebra” del estado del bienestar. Ahora bien, el concepto de vejez ha pegado un giro radical en los últimos años.

El demógrafo y sociólogo español Julio Pérez Díaz destaca que “una de las mayores ironías de que se haya extendido la denominación envejecimiento demográfico es que no son años de vejez lo que hemos ganado, sino de juventud”. Lejos de representar el “declive” poblacional en La Mancha, la vejez ha llegado a ser “la principal agencia de bienestar para las demás generaciones”. Hoy los mayores cuidan de sus nietos, han facilitado la incorporación masiva de la mujer al trabajo remunerado y constituyen un soporte económico frente a la precariedad laboral de los jóvenes. Los mayores de la provincia de Ciudad Real están más activos que nunca, representan un papel de cohesión en las familias y además aseguran la supervivencia de los pueblos. No solo son el colectivo más numeroso en la España rural, sino que garantizan el trasiego de las generaciones más jóvenes. Para comprenderlo solo hay que escuchar las conversaciones que tienen un grupo de 31 pensionistas de Alcoba de los Montes mientras que realizan una ruta de dos horas por el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel dentro de los ‘paseos reales’ propuestos por la Diputación provincial.

Empieza la ruta, con bastón

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Los mayores atienden las instrucciones de la guía, dentro del programa ‘Un paso real’ de la Diputación de Ciudad Real / Clara Manzano

Doce del mediodía, el sol ilumina la llanura manchega, las temperaturas son muy agradables para estas fechas y el autobús aparca en el Centro de Visitantes de las Tablas de Daimiel. ¿Estamos preparados? Han pasado la noche en Almagro y el día anterior visitaron La Bienvenida en Almodóvar del Campo. Menuda “paliza”. Ahora toca una ruta senderista de dos kilómetros por el parque nacional y por la tarde visitarán el olivo milenario de Daimiel. Antes de entrar al laberinto de eneas y carrizos, acuden con energía al encuentro con la guía Sheila Arroyo, de la empresa Caminos del Guadiana, que los recibe con gran entusiasmo. Los integrantes de la Asociación de Jubilados y Pensionistas Santo Cristo de la Vera Cruz de Alcoba de los Montes empiezan a andar hacia la Laguna de Aclimatación, algunos llevan bastón o muleta, están entusiasmados, también por la presencia de la prensa.

Los mayores representan en Alcoba un tercio de la población. Emiliano Jiménez, con 82 años y veinte como presidente, reconoce que la asociación de jubilados es la “más numerosa” del pueblo. En la actualidad son 108 personas, pero han llegado a tener “hasta 150”. “Los jóvenes se van y nosotros vamos disminuyendo por las muertes, pues en total por lo menos seremos 200 pensionistas en el pueblo”, añade este hombre que ha dedicado toda su vida al campo, a la agricultura y la ganadería. No es la primera vez que han ido a las Tablas de Daimiel, pues aseguran que “la Diputación provincial y la Junta de Comunidades siempre nos han dado viajes”. En esta ocasión ha sido la institución provincial quien les ha puesto el autocar, el hotel y las guías, mientras que los participantes solo pagan la comida. No tienen queja, pero esta ayuda es fundamental, pues son pensionistas de 800 euros la mayoría. “No nos sobra”, advierte Emiliano.

La vida en los pueblos

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Ascensión Flores y Emiliano Jiménez, vecinos de Alcoba de los Montes / Clara Manzano

Llegan a la “enfermería” del parque y hay sitio para que todos avisten las aves, aunque tampoco hay demasiadas. La guía explica los diferentes grupos de patos, las aves de superficie que comen por encima del agua y las buceadoras. También habla de la malvasía, especie en peligro de extinción, y los alcobeños preguntan sobre las “gallinitas ciegas”. Después, sigue el palique. Retornada al pueblo después de 50 años en Madrid, Victoria Trisco cuenta que “en Alcoba se vive muy relajado, quizás demasiado frente al ajetreo al que estaba acostumbrada”. Marchó de pequeña y en Madrid se casó y tuvo a sus hijos, los últimos quince años estuvo en una tienda y antes “cosiendo, limpiado, lo que salía”. “Vivimos en un pueblo muy tranquilo y todos nos llevamos bien, hay mucha paz”, añade el grupo. Los mayores de Alcoba hacen dos días a la semana gimnasia y memoria, 4 comidas de convivencia al año y más de un viaje. El campo es un imprescindible, tanto para andar como para sembrar el huerto, y a diario quedan para echar la partida o contarse sus cosas.

La costumbre de las mujeres en el fresco, mientras que cosían y bordaban ante paredes encaladas, ya es una excepción. Ahora, Victoria cuenta que quedan para merendar o desayunar, en el bar o en casa de las amigas. “Quedamos para conversar y comer, dulces típicos y nuestros caseros”, señala. En Alcoba son típicas las flores, las rosquillas y los retorcidos, como los hicieron hace un par de semanas para un encuentro pastoral. La alcobeña de 69 años reconoce que se apuntan a todo, “porque Alcoba es un pueblo muy pequeñito y no hay actividad”, aunque explica que ella tiene una casa grande y que no deja lugar al aburrimiento. Por eso los mayores están presentes en todo y son los cocineros en cada fiesta, desde las sardinas del Miércoles de Ceniza hasta la comida de San Isidro. Emiliano explica el trueque con el Ayuntamiento: ellos cocinan y a cambio tienen su sede, con agua y electricidad gratuita, aparte de algunas ayudas económicas.

El campo y la despoblación

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Conversaciones y avistamientos encima de las pasarelas / Clara Manzano

Muy acostumbrados a andar por la tierra están los mayores de Alcoba, sobre todo con la llegada del buen tiempo. “El invierno es duro, cuando empieza a oscurecer por la tarde en Alcoba ya no ves a nadie por la calle”, advierte Fermín García, de 78 años. Dedicado siempre a la agricultura y a las ovejas, el alcobeño reconoce que el trabajo en el campo “es muy sacrificado y, por eso, la gente joven no lo quiere”. Su generación no tuvo otra opción y ahora salir a la era es lo que le da la vida, ya sea para pasar la mañana en la parcela con una casilla en la que tenía las ovejas o para ayudar a sus hijos cuando viene la temporada de la aceituna, pues tienen hasta su propia prensa para hacer aceite ecológico. “Aunque no tenga que hacer nada, me voy, me divierto y estoy tan a gusto”, en el verano entre tomates y pimientos, pues como más de un paisano siembra su propio huerto.

Mientras que la guía explica las características de la cuenca hidrográfica del Guadiana y del Acuífero 23, Fermín cuenta que en Alcoba ya solo vive él y su mujer, su hija está en Ciudad Real y el hijo en Parla (Madrid). Recuerda qxue su pueblo llegó a tener 2.000 habitantes, pero que ahora cada vez son menos, cree “que cuando pasen 10 o 15 años, si somos 600 vecinos, vamos a estar 500 jubilados”. Ahora bien, advierte que “esto no es en Alcoba, es algo general, porque si de cada niño que nace se jubilan cuatro, pues ésta es la situación que tenemos”. Eso sí, este vecino que nació en 1940, justo un año después del fin de la Guerra Civil, asegura que “nosotros vivimos muchísimo mejor que nuestros padres, el 200 por ciento mejor”. “Mi padre llegó a cobrar algo de jubilación, pero muy poca, algunos no llegaron a cobrar nada; y ahora, aunque no se pueden tirar cohetes, para vivir nos da”, añade.

El caso de Cándida Sánchez es casi una excepción en el grupo, donde no solo hay padres con hijos y nietos que han emigrado, sino personas que salieron en búsqueda de trabajo entre los años 60 y 80. Natural de la zona de los montes y con casi 84 años, Cándida Sánchez confiesa que sus descendientes viven en el pueblo, “mi hijo tiene el estanco y mi hija la peluquería”, y sus nietos también están cerca, de mecánico y chapista en Ciudad Real. Ahora bien, comparte con sus amigas Cecilia Salgado y Carmen Fernández que “en Alcoba hay mucha gente mayor, lo que no hay es juventud, porque se van a estudiar o trabajar, en Madrid hay mucha gente y también en Ciudad Real”. A ella el pueblo la gusta, “tenemos para comer, pues qué más queremos”, y además sale mucho a pasear, aunque Cabañeros pilla largo.

Envejecimiento activo, con los nietos

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Sombas de los senderistas en las Tablas de Daimiel / Clara Manzano

Más que la playa, Ángeles Romero también prefiere el campo. Jubilada de 79 años, esta mujer de Alcoba lleva más de medio siglo en Madrid, pero el arraigo no ha desaparecido a juzgar por su caminata en el ‘Paseo real’. Emiliano dice que las mujeres son “más atrevidas” y son muchas las viudas que participan en este tipo de actividades. “Vengo todos los meses, cada quince días, porque me encanta el pueblo. Yo me recorro andando con mi hermano y mi cuñada toda la falda de la sierra de Alcoba, hacia la fuente por toda la vereda y andamos un montón”, explica. Aunque el pueblo la da la vida, Ángeles no contempla un retorno, pues frente a la visión de las personas de mayor edad como dependientes, representa a esos mayores que ejercen ellos mismos como cuidadores de otros miembros de la familia.

Sus dos hijas estudiaron, la pequeña Derecho y tiene un despacho, y la mayor Psicología. “Yo nada, ¿qué iba a estudiar yo?”. Las dos vienen a su casa a comer, “hasta que no llegan a la mesa no saben el menú”, y además lleva a los niños al colegio. Cuando la abogada llega a su casa, unas puertas más adelante que la suya, “algunos días a las diez de la noche”, tiene a la hija bañada. “Antes no pasaba esto, ibas con los niños a cuestas, a la huerta, a lavar, pero así ha cambiado la vida”, añade. Eso sí que es envejecimiento activo y Ángeles Romero asegura que “mientras que pueda” lo hará, porque la sirve de distracción. Con una salud de hierro, pues no ha ingresado en el hospital nunca, la alcobeña vuelve al pueblo todos los veranos dos o tres meses, como muchos otros vecinos que echaron raíces en otros puntos de España.

El apoyo económico de padres y abuelos

Dice Diego Laguna, andaluz casado con “una mancheguita”, de Alcoba, que lo que más preocupa a los mayores son “los hijos”, porque ellos ya tienen todo hecho. Afincado desde hace muchísimos años en Móstoles, vuelve cada vez que puede al pueblo, donde ha arreglado la casa de su suegro. Diego tiene 74 años y ha sido taxista, camarero y conserje, “he trabajado mucho, como cualquier cristiano”. Con humor dice que está hecho “una porquería”, después de cinco operaciones, pero este andaluz sigue al pie del cañón con su familia, está pendiente de los medicamentos de su mujer que sufre problemas de visión y hasta ironiza con que todavía le tiene que dar “chupete” a sus hijos. “Tengo un hijo viviendo con nosotros y aquí estamos dándole de comer, pagando academias, todo lo que podemos, porque lo que no puede ser es que vaya de ascensorista al fútbol y le paguen 40 euros, que se le van por el camino”, cuenta.

La crisis económica, la precariedad en los empleos y la “supercualificación” necesaria para acceder a un contrato ha retrasado la independencia y los jóvenes de Alcoba no son una excepción. Mientras que señala que su hijo se prepara para entrar en los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad, Diego afirma que “la cosa está muy mal para la gente joven”. “A mí me daría vergüenza que estén pagando tan mal y que tengan que vivir de los padres y los abuelos”, critica, al mismo tiempo que mira hacia el Gobierno, pues, cómo no, los mayores de Alcoba están puestos en cuestiones de política y tienen presentes las elecciones. Ahora bien, Diego admite que los políticos “por lo menos están haciendo algo por las personas mayores”, y aunque las concentraciones de los lunes de los jubilados en la capital para exigir “pensiones dignas” quedan lejos para los vecinos de Alcoba, advierte que “todos llegaréis a mayores y tendréis que tener vuestros derechos”.

De las elecciones al cambio climático

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Un pato en una de las zonas sin agua del parque nacional de las Tablas de Daimiel / Clara Manzano

Prácticos y buscadores de consenso son sobre todo estas gentes, que además tienen muy presente las consecuencias nefastas del cambio climático mientras avanzan por este espacio que es Reserva de la Biosfera desde los años 80. Fermín dice que en un pueblo pequeño no pueden mirar a la política, “lo importante no es que un alcalde sea de un partido o de otro, lo que quiero es que haga muchas cosas por el vecindario”. En Alcoba de los Montes, José Arcos, del PSOE, es el que ocupa en estos momentos la alcaldía y Fermín destaca que, tras las reformas, la plaza ha quedado “muy bien” y que está conforme con la reducción de deuda, “de 600.000 a 200.000 euros” en cuatro años. En la misma línea y con la vista puesta en las generales, Diego añade que “los gobernantes están puestos ahí por el pueblo y se tienen que dar cuenta de que tienen que hacer cosas por los ciudadanos, no solo por ellos, y sean buenos o malos, llegar a acuerdos”.

La falta de lluvia durante el invierno tiene su reflejo en las Tablas, con poca agua y amplias zonas de cañaveral secas, y los árboles de hoja caduca tampoco han brotado en esta época. “Antes no se tiraba nada, ni prácticamente plásticos, ni latas, todo era ecológico, teníamos nuestras gallinas, nuestros guarros, y se comían todos los desperdicios, y lo que no ceniza para los olivos”, relata una mujer mientras que camina por las pasarelas de las Tablas. Los jóvenes han liderado el grito contra el cambio climático, pero también preocupa y mucho a los mayores. Ángeles, que vive en un piso noveno justo detrás de la Audiencia Nacional en Madrid habla de la boina de contaminación que ve desde sus ventanas, y Victoria reconoce que “todos deberíamos colaborar con el tema de las bolsitas dichosas, porque creo que no cuesta trabajo ser un poquito más limpios”. “Hacemos como si esto no nos afectase y realmente nos afecta a todos”, añaden.

Principales usuarios de la sanidad, también hablan de los servicios públicos y de los especialistas entre paso y zancada en dirección a la Isla del Pan, una de las rutas más conocidas en las Tablas. Victoria, que volvió a Alcoba justo en el comienzo de la crisis económica porque a su marido le dejaron de pagar en el trabajo, admite que “la sanidad de Castilla-La Mancha está medio regular, como en todos los sitios”. “El lunes voy al especialista y esta semana he estado dos veces y lo que creo que no es cierto es que no hay listas de espera”. En cambio, pone en valor el transporte gratuito en ambulancia para que las personas que viven en los pueblos y no conducen puedan ir al hospital de referencia, “incluidos días consecutivos”. El tema del transporte les inquieta, sobre todo desde que dejaron de tener autobús diario a Ciudad Real. “Ahora tenemos lunes, miércoles y viernes, tan solo tres días, y encima una de las rutas es con transbordo; aquí hay recortes en todos los sentidos”, lamentan. La confianza en que mejorará la situación la tienen, aunque “no vamos a tener el alto nivel que teníamos antes”.

De los temas de actualidad también están al día o si no que pregunten a Fermín, que siempre ha leído el periódico: Diario 16, El País, varias veces La Tribuna y desde que se jubiló siempre Lanza. Recién pasado el 8-M, Victoria habla del Día de la Mujer y advierte que “ha existido siempre”. “Mi jefa me lo daba libre y para la mujer trabajadora debería ser así, y si trabajas, que te lo paguen doble, como un día extraordinario”, añade por el bosque de tayares. Con las nuevas tecnologías, los ordenadores, las tabletas y los móviles andan peor. Aunque algunos echan fotografías de las Tablas por el camino e incluso chatean por Whatsapp, los alcobeños confiesan que normalmente son los más jóvenes del grupo. “Yo el móvil solo lo utilizo para llamar a mis hijos”, confiesa Cándida.

Turismo activo

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Los mayores de Alcoba de los Montes divisan las zonas encharcadas de las Tablas /Clara Manzano

Cada primavera las Tablas de Daimiel son el escenario de uno de los mayores flujos migratorios de aves de todo el mundo y, aunque todavía no ha llegado la época, el único humedal declarado Parque Nacional junto a Doñana en toda España, exhibe su riqueza ornitológica. Aunque los mayores de Alcoba apenas avistan unas ánades, las Tablas son lugar de alimento, refugio y cría para millones. El presidente de la asociación de pensionistas y jubilados dice que las actividades de turismo activo son muy importantes, “porque si no nos movemos, terminaríamos por quedarnos prácticamente inválidos, si solo estamos en la cama y en el sillón iremos directamente a la silla de ruedas”. Hace unos años eran habituales incluso los viajes a la playa, a Fuengirola y Santander, aunque con la pérdida de poder adquisitivo, sin ayudas, sus pensiones ahora no dan para tanto.

Su esfuerzo es evidente, pero como dice Pascual Cano, cordobés residente en Madrid y con casa en Santa Quiteria, “nosotros somos muy valientes”. “La mitad venimos con muletas, pero aquí no hay barreras”. Con 74 años, Pascual cuenta que fue contable en una cadena de hoteles y secretario general de la federación de comunidades andaluzas del centro de España, donde coordinaba la actividad en una veintena de centros sociales. La guía de la ruta, Sheila Arroyo, destaca el enriquecimiento que supone hacer rutas con mayores, “son admirables y la experiencia es genial, porque yo les enseño el parque y ellos me explican a mí otras cosas”. Además, destaca que son muy participativos, “hablan constantemente entre ellos y conmigo”, aparte de aguantar “como los mejores” los dos kilómetros y medio de caminata.

Para los jubilados de Alcoba es un “día especial”, una jornada para el encuentro, para conversar y para pasarlo bien. La esperanza de vida en España es de 82,9 años, según las estadísticas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de 2016, el cuarto país del mundo por detrás de Japón, Suiza y Singapur. El “éxito individual” que ha supuesto esta prolongación de los años de vida ha llegado a convertirse en un “desafío” para las administraciones públicas, aunque a juzgar por los testimonios de los mayores de Alcoba de los Montes todavía constituyen un pilar fundamental para el mantenimiento de la sociedad del bienestar y del futuro en los pueblos de la España rural.

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