El 12 de noviembre de 1912, encontraron congelados los cuerpos de Scott, Bowers y Wilson. Junto a ellos, su equipo, los diarios y muchas cartas, entre ellas una de Amundsen, el noruego que les había vencido en su carrera hacia el Polo Sur. Cuando Scott llegó allí, se encontró la bandera noruega y esa misiva, que decía: “Querido Comandante Scott: Como Vd. será probablemente el primero en llegar aquí después de nosotros, ¿puedo pedirle que envíe la carta adjunta al Rey Haakon VII? Si los equipos que hemos dejado en la tienda pueden serle de alguna utilidad, no dude en tomarlos. Con mis mejores votos, le deseo un feliz regreso”.
“Ahora nos parece una chulería, pero Amundsen estaba tratando de asegurarse de que su hazaña iba a ser conocida. Le quedaba el viaje de vuelta, con tantos riesgos como el de ida y dejándole la carta a Scott, su rival, pero todo un caballero, multiplicaba sus opciones”, explica Javier Cacho Gómez, autor, entre otros de Amundsen-Scott: duelo en la Antártida. La carrera al Polo Sur y
Shackleton, el indomable. El explorador que nunca llegó al Polo Sur, que este martes rememoró aquella fabulosa historia de descubrimientos, exploración y aventuras en los albores del siglo XX. Lo hizo en el marco de ManchaArte, en el Antiguo Casino, ante una treintena de interesados de todas las edades, que siguieron con la fascinación que merece el avance de ambas expediciones, la competición casi deportiva que establecieron, guiados por la pasión en el decir de Javier Cacho, físico y escritor, miembro de la primera expedición española a la Antártida, donde ha pasado “más de dos años sumando todas las campañas en la Base Juan Carlos I”, como recordó Manuel José Carpintero, presidente de la Sociedad Astronómica y Geográfica de Ciudad Real, encargado de presentar a Cacho.
La charla nació con la lucha entre Cook y Peary por llegar al Polo Norte. Su conquista motivó el cambio de objetivo de la expedición de Amundsen y el comienzo de una carrera entre el rico heredero noruego, con sobrada experiencia en el frío ártico, donde aprendió de los esquimales, y el capitán británico, que optó por los caballos en vez de los perros para sus trineos, que apostó por trineos orugas con motor, por ropas de fibra Burberry, por la modernidad frente al conocimiento tradicional del noruego.
Los dos, el ganador y el perdedor, incluso de su vida, se garantizaron su pase a la historia, “algo excepcional, porque al segundo no se le recuerda nunca, pero Scott es diferente, entre otras cosas porque es un escritor excepcional”, como apunta quien mejor lo conoce entre nosotros, Javier Cacho.